Dirección: Roger Michell Guión: Hanif Kureishi Fotografía: Haris Zambarloukos Montaje: Nicolas Gaster Música: David Arnold, Corinne Bailey Rae Intérpretes: Peter O'Toole, Leslie Phillips, Vanessa Redgrave, Richard Griffiths, Jodie Whitaker Distribuidora: Golem Duración: 96 minutos
El gran problema de esta película es que alguien acuda a verla confiando en su presentación y espere encontrarse con una "divertida y cariñosa historia acerca de jóvenes y mayores" o "el delicioso romance entre el deseo adulto y la alegre despreocupación de la juventud".
Venus no es exactamente eso, aunque a ratos lo intente no es más que la historia de un viejo verde bastante degenerado y de una joven muy procaz y casi igual de degenerada, capaz de venderse por un tatuaje. Aunque entonces estaríamos hablando de un sub-producto destinado a una estantería especial de los ya casi inexistentes video-clubs cosa que Venus intenta evitar.
Entre un extremo y otro el del drama tipo "el amor no tiene edad" y la comedia erótico escabrosa bandea una película que pierde el tono, para no encontrarlo nunca, pasados los siete primeros y deliciosos minutos.
En estos primeros minutos, y en algunas breves escenas, se atisba la buena película que Roger Michell (Nothing hill) hubiera podido rodar: impecable diseño de producción, buenos actores (Peter O´Toole, nominado a un Oscar, a pesar de su lastimoso personaje) e incluso algunas reflexiones sobre el placer, la muerte o la fama que podrían haber dado juego.
Sin embargo, por culpa del pobre guión del londinense de origen paquistaní Hanif Kureishi (The mother o Intimidad) a todos estos elementos, les rodea una impostura en el dibujo de los personajes y las tramas, que hacen imposible que el espectador medianamente inteligente se crea nada de lo que le están contando y sobre todo cómo se lo están contando.
Venus no deja de ser una triste historia de corrupción de dos seres humanos que se utilizan -a veces de forma muy burda- con ropajes de comedia romántica y, esto, por muy bien que estén los actores y muy bonita que sea la fotografía, es difícil de tragar.
Aunque siempre habrá gente a la que le parezca muy emotivo que un anciano muera ?lejos de su familia y acompañado de su último capricho- después de haberse entregado a dos sutiles placeres: oler un pescuezo y meter el dedo gordo del pie en el agua helada del mar. Esto es lo que la película llama una buena muerte. Tengo mis dudas: aunque estoy seguro que mi perro firmaría por ella. (Filasiete / Almudí JD-JM)