Contenidos: Imágenes (varias X), Diálogos (frecuentes D)
Dirección: Danny Boyle. País: Reino Unido. Año: 2013. Duración: 113 min. Género: Drama, thriller. Interpretación: James McAvoy (Simon), Vincent Cassel (Franck), Rosario Dawson (Elizabeth). Guion: Joe Ahearne y John Hodge. Producción: Christian Colson. Música: Rick Smith. Fotografía: Anthony Dod Mantle. Montaje: Jon Harris. Diseño de producción: Mark Tildesley. Vestuario: Suttirat Anne Larlarb. Distribuidora: Hispano Foxfilm. Estreno en Reino Unido: 27 Marzo 2013. Estreno en España: 14 Junio 2013.
Reseña:
Simon (James McAvoy) es un empleado de una casa de subastas, que se asocia con unos delincuentes para robar un cuadro de Goya. Pero, tras recibir un golpe en la cabeza durante el atraco, descubre, al despertarse, que no recuerda dónde ha escondido el cuadro. Cuando ni las amenazas ni la tortura física logran arrancarle ninguna respuesta, el jefe de la banda (Vincent Cassel) contrata a una hipnoterapeuta (Rosario Dawson), para que le ayude a recordar.
Danny Boyle es víctima de su propio estilo. Él mismo se ha impuesto unas fórmulas narrativas ya explotadas por directores como Christopher Nolan (“Memento”, “Origen”) o Martin Scorsese (“Shutter Island”), que obligan al espectador a esperar desde el principio lo más alambicado, lo más insospechado, que naturalmente, deja de serlo cuando acontece. A medida que la trama se va retorciendo sobre sí misma, en un exagerado ejercicio de virtuosismo barroco, empieza a notarse la pluma del guionista, decrece el interés que la historia había despertado y se llega a un punto de incómoda inverosimilitud. Hasta ahora, Danny Boyle había contado historias “desde fuera” —“127 horas”, “Millones”, “Trainspotting”, “Slumdog Millionaire”, “28 días después”...—, y el resultado había sido brillante como poco. Ahora, quiere contar una historia desde dentro, desde la tortuosa psicología de los personajes, y no consigue llegar al poder de convicción de sus antecesoras. El artificio acaba subyugando la verdad de los personajes y sus tramas.
El oficio de Boyle como creador de imágenes está fuera de discusión, y los planos que rueda son formalmente apabullantes, verdaderas lecciones de cine; el problema está en el guion, coescrito por Joe Ahearne (guionista de series de televisión) y John Hodge, que ya había colaborado con Doyle en los años noventa del siglo pasado. Un guión que hace del psicoanálisis un recurso fácil, que permite mezclar en la misma coctelera obsesiones, represiones, pasiones libidinosas, personalidades desdobladas, fobias, deseos inconscientes... De esta manera, se pueden extraer a capricho todo tipo de recursos para llevar el thriller por los vericuetos más insospechados, como les ocurría a las películas citadas al principio, extracción que a menudo corre el riesgo de entrar de lleno en el terreno de la trampa.(Cope J. O.)
La película se empantana en la fase “hacer recordar”, que se prolonga demasiado, hasta llegar a la parte de las “sorpresas”, un castillo de fuegos artificiales muy aparatoso y que cuesta aceptar. No obstante Trance tiene a su favor el planteamiento de sembrar en el espectador un “gusanillo”, el de querer reconstruir todo desde el principio una vez vista la película, para analizar la coherencia. Y aunque hay algunas “casualidades”, la coherencia existe.
Antes hemos hablado de película “sofisticada”. Esto no es del todo cierto, pues Boyle se deja llevar por cierto hiperrealismo desagradable e insistente en las escenas de violencia y sexo, que no ayuda a la deseable brillantez del film, que definitivamente sólo la presenta de modo parcial. Los actores no tienen oportunidad para grandes composiciones, aparte del exhibicionismo se limitan a cierta pose cínica (James McAvoy y Rosario Dawson, sobre todo) o brutal (Vincent Cassel, en su típico papel de malo malote que hizo mejor, por ejemplo, en Mesrine, parte 1: Instinto de muerte y su secuela Mesrine, parte 2: Enemigo público nº 1). Decine21 LEER MÁS