Dirección: Nicolas Philibert
Fotografía: Katell Djian
Distribuye en Cine: Karma Films
Duración: 113 min.
Género: Documental
Actores improvisados
Nicolas Philibert, autor del valioso documental sobre un maestro rural, Ser y tener, ejerció en 1976 -cuando era una joven promesa- de ayudante de dirección en el film Moi, Pierre Rivière, ayant égorgé ma mère, ma soeur et mon frère..., de René Allio. Era la reconstrucción de un crimen cometido en el siglo XVIII, basado en las memorias del asesino, un muchacho que mató a su madre y a dos de sus hermanos, en Normandía.
Se rodó en esta misma región, con la particularidad de que muchos de sus habitantes -casi todos humildes granjeros- fueron fichados por el director para interpretar a todos los personajes. El film tuvo una enorme repercusión en Francia e incluso convirtió en una celebridad por aquel entonces al protagonista, Claude Hébert, más conocido en el resto del mundo porque después encabezó el reparto de La golfilla, de Jacques Doillon.
Tres décadas después del rodaje, Philibert vuelve a Normandía para entrevistarse con los vecinos que participaron como actores en el film. El interés de este documental está bastante limitado al territorio francés, donde se conoce el film de Renè Allio, a diferencia de Innisfree, una obra similar de José Luis Guerin, que revisitaba el pueblecito donde se rodó El hombre tranquilo, un clásico de John Ford mundialmente conocido.
Philibert recopila anécdotas entrañables, a veces humorísticas y a veces dramáticas, de estos 'actores improvisados', que si bien tienen cierto interés humano, tampoco aportan gran cosa. Introduce también el director reflexiones sobre las dificultades para comprender por qué ocurrió el crimen que se llevó a la pantalla.
También muestra el contraste entre la familia destrozada por el espantoso suceso, y las ordenadas y felices vidas familiares de las personas que entrevista. Tiene mucha enjundia la subtrama relativa al actor Claude Hébert, que dejó prematuramente el cine, desencantado con el mundillo del celuloide, y que actualmente se dedica a otros menesteres. Pero cuando éste aparece, apenas aclara por qué cambió radicalmente de vida.
El resultado es por tanto, un poco deslavazado, pues por ejemplo, incluye la matanza de un gorrino en unas imágenes de gran valor costumbrista, que podría haber eliminado perfectamente del extenso metraje final. No se entiende muy bien qué quiere decir Philibert con este documental, y la gran incógnita que el espectador tiene en mente durante todo el metraje es cuál será la razón que ha llevado al director a filmar todo esto. Lo explica al final, ofreciendo una razón supuestamente 'emotiva' y familiar, que realmente tiene más interés para el propio cineasta que para el resto del público. (decine21 / Almudí JD-AG)