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Dirección: Régis Roinsard. País: Francia. Año: 2012. Duración: 111 min. Género: Comedia. Interpretación: Romain Duris (Louis), Déborah François (Rose), Bérénice Bejo (Marie), Shaun Benson (Bob), Miou-Miou (Madeleine), Mélanie Bernier (Annie), Nicolas Bedos (Gilbert). Guion: Régis Roinsard, Daniel Presley y Romain Compingt. Producción: Alain Attal. Música: Emmanuel D’Orlando Rob. Fotografía: Guillaume Schiffman. Montaje: Laure Gardette y Sophie Reine. Diseño de producción: Sylvie Ronchi. Distribuidora: Vértigo Films. Vestuario: Charlotte David. Estreno en Francia: 28 Noviembre 2012. Estreno en España: 7 Junio 2013.
Reseña:
Primavera de 1958. Rose Pamphyle (Déborah François), de 21 años, es una chica guapa pero algo torpe y simple, que vive en un pueblo francés con su padre (Frédéric Pierrot), un tendero viudo y cascarrabias. Destinada a ser la esposa del hijo del mecánico local, Rose ansía huir de allí y triunfar en la gran ciudad. La oportunidad le llega cuando viaja a Lisieaux, en Normandía, y la contrata como secretaria Louis Echard (Romain Duris), el carismático jefe de una agencia de seguros. En realidad, la entrevista de trabajo es un desastre, pero en ella Rose revela un don especial: puede mecanografiar a una velocidad extraordinaria con solo dos dedos. Esto despierta el competitivo espíritu de Louis, que toma a Rose bajo su protección, con el fin de entrenarla y convertirla en una campeona de los concursos nacionales e internacionales de dactilografía. Como es lógico, durante el proceso, Cupido hará de las suyas.
El francés Régis Roinsard debuta brillantemente en el largometraje con esta divertida película, que podría considerarse una renovada “comedia de teléfonos blancos” —al estilo de las protagonizadas por Rock Hudson y Doris Day hace cincuenta años— si no fuera por un secuencia sexual explícita, afortunadamente breve, que rompe el tono elegante del resto del filme. Se trata de un pequeño defecto en una película notable, de esmerada ambientación pastel, nostálgico acompañamiento musical y ágil puesta en escena. Esa brillantez formal da alas a un chispeante guión, que resume y homenajea todos los estilos de la comedia clásica, y se muestra tan eficaz en los golpes de humor más extravagantes como en los pasajes más melodramáticos.
Alguno reprochará la cierta sobreactuación de casi todas las interpretaciones. Pero, en realidad, se trata de un inteligente recurso de Roinsard para introducir al espectador en el estilo cortés e inocente del cine de los años 50 del siglo pasado, y para que así resulten más verosímiles las mutuas manifestaciones de respeto de los personajes. En este sentido, al tiempo que Romain Duris y Déborah François desarrollan una química total, refuerzan la historia una espléndida galería de personajes secundarios, a los que dan vida con gran vigor actores consagrados, como Frédéric Pierrot, Miou-Miou o Féodor Atkine, y estrellas en ciernes, como la francesa de origen argentino Bérénice Bejo —memorable protagonista de “The Artist”— o el canadiense Shaun Benson, que se lucen en su espléndida caracterización del matrimonio Taylor.
Queda así una estupenda comedia, emotiva y optimista, con un agradable aroma de otros tiempos, pero a la vez, muy moderna de factura, de ritmo y de fondo, sobre todo en su lúcida superación del feminismo radical y de la moral del triunfo a cualquier precio. Una superación coherente con su honesta búsqueda de la auténtica igualdad entre el hombre y la mujer —respetando sus diferencias naturales—, y de un sentido solidario del trabajo, el matrimonio y la amistad. (Cope J. J. M.)