Director: Fabrizio Cattani. Intérpretes: Andrea Osvárt, Monica Barladeanu, Chiara Martegiani, Marina Pennafina, Daniele Pecci, Elodie Treccani, Pascal Zullino, Giulia Weber. Guion: Fabrizio Cattani y Grazia Verasani, a partir de la obra teatral de ella “From Medea”. Italia. 2011. Drama. 94 min
Reseña:
En el ámbito psiquiátrico se denomina “Maternity Blues” a la depresión post-parto, un peligroso síndrome que, en sus grados más graves, puede llevar a una madre a matar a su propio hijo. Se trata de un trastorno complejo, en el que confluyen las circunstancias que rodean la concreta maternidad de cada mujer, delimitando su actitud ante la transformación y los sacrificios que supone tener un hijo. De esas complejas circunstancias, de cómo afectan al llamado instinto maternal, de la específica realidad de ese instinto y, sobre todo, de la sangrante culpabilidad que genera matar a un hijo trata esta tercera película del italiano Fabrizio Cattani (“Quelle Piccole cose”, “Il rabdomante”), galardonada con una mención especial en la Mostra de Venecia 2011. Se basa en la obra de teatro “From Medea”, que la cantautora y escritora bolonesa Grazia Verasani escribió en 2002 como reacción crítica al hipócrita y sensacionalista tratamiento mediático al llamado “Caso Franzoni”, en torno a una mujer infanticida.
También las protagonistas de la película han asesinado a uno o varios hijos de corta edad. La anémica y depresiva Clara (Andrea Osvárt), la frívola ex cantante Eloisa (Monica Barladeanu), la frágil Rina (Chiara Martegiani) y la religiosa Vincenza (Marina Pennafina) comparten esa terrible culpa del infanticidio en un Hospital Psiquiátrico Judicial italiano. Allí, mientras cumplen sus condenas, un grupo de especialistas intenta ayudarlas a asimilar y, si es posible, a superar una acción que ha arruinado sus vidas. Al hilo de sus traumáticas relaciones —en las que buscan con ansia el amor, la amistad y la esperanza—, estas sufrientes mujeres rememoran sus propias tragedias, lidian con la soledad en que les han dejado sus familiares y amigos, y constatan que lo más difícil de todo es perdonarse a sí mismas.
Un psiquiatra quizás pueda reprochar a la película ciertas imprecisiones en el tratamiento de un tema que se supone extremadamente complejo. Algunos tal vez critiquen su tono digamos “neutro”, a través del que Cattani intenta no juzgar a las protagonistas —condenándolas o absolviéndolas sin matices—, para poder entender con cierta frialdad lo que les lleva a destruirse a ellas mismas tras matar a sus hijos. A otros les pesará su dureza expositiva, que extrema el melodrama en su afán de no edulcorar las tremebundas situaciones que describe. En este sentido, sobran desde luego un par de exhibicionismos sexuales. En todo caso, es difícil no conmoverse hasta la lágrima con la veracidad de todas las interpretaciones, mimadas por la serena y detallista puesta en escena, que se pone siempre a su servicio y a la que sólo cabe reprochar alguna que otra irregularidad narrativa. Así, dejan una profunda huella emocional secuencias como el montaje paralelo al ritmo de la preciosa canción “Don’t Leave Me Now”, de Mattia De Luca; el reencuentro de Clara con su cariñoso marido Luigi (Daniele Pecci) o la vibrante actuación musical de Eloisa.
En realidad, las cualidades formales del filme adquieren intensidad dramática y solidez moral gracias a una rica antropología, que sortea las deformaciones de la ideología de género —apuntada en alguna subtrama— para centrarse certéramente en la fragilidad de la naturaleza humana y en la lógica culpabilidad que generan sus manifestaciones más irracionales y animales. Ciertamente, también se critica el machismo, la falta real de amor, la insolidaridad, la soledad y otras realidades dolorosas que pueden llevar a una mujer a perder la cabeza. Pero nunca se elude la responsabilidad personal ni la entidad real de las enfermedades mentales que la atenúan e incluso la eximen. Y, en esta perspectiva, también tiene cabida una visión trascendente del ser humano y, en concreto, el sentido cristiano del arrepentimiento, la compasión y el perdón, así como esa consideración radical de que, en realidad, el mal está dentro de cada uno de nosotros y puede convertir a cualquiera en un “monstruo”. Sugerentes planteamientos de fondo, perfectamente aplicables, por cierto, al síndrome post-aborto, convertido en uno de los tabúes más escandalosos de las sociedades desarrolladas.(Cope J. J. M.)