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Reseña:
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aquí Dirección: Ronit Elkabetz, Shlomi Elkabetz
Intérpretes: Ronit Elkabetz, Albert Iluz, Yael Abecassis, Simon Abkarian, Hana Laszlo, Moshe Ivgy, Alon Abutbul, Hana Azoulay-Hasfari, Rafi Amzaleg, Gil Frank, Evelin Hagoel, Keren Mor, David Ohayon, Ruby Porat Shoval.
Guión: Ronit Elkabetz, Shlomi Elkabetz
Música: Michel Korb, Sergio Leonardi
Fotografía: Yaron Scharf
Distribuye en Cine: Barton Films
Duración: 103 min.
Género: Drama
Todo queda en casa
Israel, 1991. La familia Ohayn llora la pérdida de un ser querido. Según la tradición, los familiares deben reunirse en casa de la persona difunta durante siete días. Mientras todos parecen acatar la tradición, el rencor y las disputas familiares comienzan a vencer al luto.
Maurice ha muerto, y la tradición judía dicta que los siete días posteriores al entierro toda la familia debe guardar duelo. El clan al completo se queda en la casa del difunto acompañando a la viuda en su pena; no deben dormir en camas, ni sentarse en sillas. Su único descanso debe ser en el suelo o en pequeños taburetes.
Los espejos hay que taparlos y descolgar los retratos; la carne está prohibida durante el luto y el vestido debe ser de riguroso negro. Por supuesto, nada de fiestas ni espectáculos durante al menos un año. La norma es clara, pero la familia pronto comprueba que no es fácil seguir la rigurosa tradición cuando hay asuntos pendientes, rencillas y rencores entre ellos.
La actriz Ronit Elkabetz dirige, escribe e interpreta esta película israelí que ha acaparado varios premios y nominaciones en ese país. En la dirección y guión le acompaña su hermano Shlomi. La historia está ambientada en el Israel actual, donde la guerra es la rutina de cada día y la gente no puede salir a la calle sin las máscaras antigás.
En este contexto, la trama de la historia se desarrolla en la casa de la viuda Ilana, y sus cuñadas y cuñados acuden al hogar para pasar los siete días del título. Los hermanos Haim, Meir, Jacques, y Charly hablan entre ellos sobre su precaria situación económica y sobre el futuro que les espera.
Las hermanas Vivianne y Simona están enfadadas y no se hablan; Evelyn es una cuarentona que aún espera encontrar un marido y ha puesto los ojos en Ben Lulu, un amigo de la familia; Lili, la esposa de Jacques, sufre la pérdida de Maurice porque era su amante; y Vivianne quiere luchar para que su marido Eliyau le conceda el divorcio.
Los directores critican la hipocresía de esta familia israelí, que sigue ritos y tradiciones de una manera casi autómata. Los personajes insisten en el respeto por el difunto y los deberes de cada uno, pero en la práctica se mueven realmente por los intereses personales y las emociones más privadas. No obstante, como familia que es, también hay momentos para reír, para compartir, o para pedir perdón.
Los asuntos quedan de puertas para adentro, y a pesar de los problemas no se separan en ningún momento. Es en el hogar de la viuda donde de desarrolla toda la acción de la película, detalle que hace suponer que la historia podría perfectamente trasladarse a una obra teatral.
Destaca sobremanera la total ausencia de música a lo largo del film. Sólo se oye una canción en un momento de la historia, y esta se presenta protagonizada por guitarras eléctricas de una manera casi ensordecedora. Los actores están perfectos cada uno en su papel y el rol de la mujer es un dato a valorar, pues éstas son dibujadas seguras de sí mismas, con carácter ante los hombres, e independientes.
La película cuenta también con acertados toques de humor, y algunas escenas invitan a la risa, como la secuencia en la que toda la familia se despierta por los ronquidos de la cuñada Ita.
La cinta invita a la reflexión, a saber, que la tradición tiene sentido cuando se hace con un significado. A ser fiel a uno mismo y a no actuar según el que dirán, a valorar lo que verdaderamente importa en una familia, y a saber que la comprensión, el apoyo y el amor son los engranajes básicos para que todo funcione en una casa. (Decine21 / Almudí)