Contenidos V; Imágenes (varias X); D (frecuentes S F); F+ (caricatura ofensiva de la Iglesia Católica)
Reseña:
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Orense, 1940. Cada vez que Elena cierra la puerta de casa, echa la llave a sus secretos. Su marido, Ricardo, amenazado por una despiadada persecución ideológica, lleva años escondido en el piso donde conviven con sus hijos: Elenita y Lorenzo. Salvador, un diácono desorientado tras su lucha en el frente, vuelve al seminario de Orense.
Las dudas en la vocación del joven llevan al Rector a retrasar su acceso al sacerdocio durante un año. Mientras, Salvador dará clases en el colegio donde estudia Lorenzo, el hijo de Elena, a quien Salvador cree viuda. El diácono se obsesiona con ella y la acosa. La frágil realidad de la familia se tambalea. Heridos y zarandeados por las circunstancias, los protagonistas de "Los girasoles ciegos" se golpean contra un muro de represión, amores imposibles y derrotas emocionales, mientras buscan un resquicio para volver a la vida.
Estamos ante la enésima incursión de la cinematografía patria en la triste guerra fraticida, y como es habitual, desde una óptica de los vencidos muy poco sutil. Ignoramos si la trama original de la novela de Alberto Méndez se aguantaba sobre el papel, pero podemos constatar que no lo hace sobre el celuloide.
Firman el guión del film el fallecido Rafael Azcona y José Luis Cuerda, quien también dirige. Una vez planteada la situación, con la metáfora de "los girasoles ciegos", que alude al desconcierto de los personajes, el conjunto resulta tremendamente reiterativo, y muy poco creíble. Que nadie detecte los deseos lujuriosos de Salvador hacia Elena resulta complementa inverosímil, y que éste la siga por la calle como un tímido colegial, que cuenta "trolas" al superior del "cole" donde da clases, producirá sonrojo en cualquier espectador inteligente.
Y ver a Ricardo blasfemando a grito pelado por la ventana, en un momento en que se viene abajo, resulta sencillamente patético. Muchos episodios se añaden al metraje sin que contribuyan a la progresión -los avatares de hija y novio, el registro nocturno.- y el gran drama que debiera ser el obligado encierro, en ningún momento parece tal.
Cuerda no tiene empacho en hablar de sus intenciones: La religión es lo peor del hombre, absolutiza, y conforme a esto, realiza un retrato de la Iglesia católica voluntariamente ofensivo e hiriente. (Almudí JD-AC)