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Dirección y guion: Giuseppe Tornatore. País: Italia. Año: 2013. Duración: 124 min. Género: Drama, romance. Interpretación: Geoffrey Rush (Virgil), Jim Sturgess (Robert), Donald Sutherland (Billy), Sylvia Hoeks (Claire), Liya Kebede (Sarah). Producción: Isabella Cocuzza y Arturo Paglia. Música: Ennio Morricone. Fotografía: Fabio Zamarion. Montaje: Massimo Quaglia. Diseño de producción: Maurizio Sabatini. Vestuario: Maurizio Millenotti. Distribuidora: Filmax. Estreno en Italia: 1 Enero 2013. Estreno en España: 5 Julio 2013
Reseña:
El mundo de las subastas siempre esconde posibilidades de intriga cinematográfica. La última película de Danny Boyle, “Trance”, se centra en ese mundo —y dicho sea de paso, tiene demasiados elementos comunes con esta cinta—, o recordemos la antológica escena de “Con la muerte en los talones”, de Alfred Hitchcock. El siciliano Giuseppe Tornatore monta una película de vocación internacional, rodada en inglés, con música de su compatriota Ennio Morricone, con el australiano Geoffrey Rush al frente del reparto y con la mítica familia De Laurentiis en la producción.
Virgil Oldman (Geoffrey Rush) es uno de los más importantes agentes de subastas de Europa. Afincado en Italia, soltero y excéntrico, es un reputado experto en arte y sobre todo en pintura. Un día, recibe el encargo de tasar una importante villa, pero la dueña, la joven Claire (Sylvia Hoeks), nunca comparece en las citas. Detrás de este misterio que tiene desquiciado al perfeccionista Oldman, se esconde una manifestación muy aguda de la enfermedad de agorafobia, que padece Claire.
Tornatore no escatima referencias en esta historia escrita por él mismo. El amor místico de “Vértigo”, de Hitchcock; la magia de los retratos femeninos de “La mujer del cuadro”, de Fritz Lang; el romanticismo de los primeros autómatas de “La invención de Hugo”, de Martin Scorsese; y tantísimas historias cinematográficas y literarias de ilustres maduros solitarios que se enamoran de frágiles muchachas a las creen proteger y poseer. Pero es Hitchcock el que más resuena en los planos de esta película.
Este clasicismo es el hallazgo y el lastre de la película. Por un lado le garantiza la solvencia narrativa, la arquitectura del suspense, y los trillados pero eficaces resultados de entretenimiento. Pero, por otro lado, convierte la película en “una más”, sin pena ni gloria, sin deslumbramientos y, además, con un tratamiento muy morboso del sexo, que rompe ese clasicismo. Hecha esta acotación, hay que subrayar el trabajo extraordinario de Geoffrey Rush, el festival de arte y elegancia que nos ofrece el filme, y sobre todo el oficio de un veterano cineasta, con una carrera demasiado irregular a sus espaldas. El resumen podría ser: una excelente puesta en escena para un guion con demasiado “dejá vú”. (Cope J. O.)