Dirección: Glenn Standring
Intérpretes: Dougray Scott, Saffron Burrows, Leo Gregory, Scott Wills, Stuart Wilson, Craig Hall.
Guión: Glenn Standring
Música: Anne Dudley
Fotografía: Leon Narbey
Distribuye en Cine: Flins y piniculas
Duración: 88 min.
Género: Acción,
Genoma humano
En un mundo parecido al nuestro, hace trescientos años, unos descubrimientos genéticos propiciaron la difusión de enfermedades mortales. Pero, un paso adelante en la evolución del 'homo sapiens', los miembros de 'La hermandad' son genéticamente perfectos o casi, una especie de vampiros, con los sentidos muy agudizados, que se reúnen en una especie de iglesia; ellos son de algún modo superiores al resto de los mortales.
Nunca se ha oído de ningún miembro de 'La hermandad' que cometiera actos violentos, pero ahora un tal Edgar comete asesinatos en busca de 'la criatura perfecta'. Investiga los crímenes una policía humana corriente, Lilly, que no ha podido superar la muerte de su esposo y su hijita por una plaga mortal. Y le asesora Silus, prominente personaje de 'La hermandad'.
Aburrida variación de las películas de vampiros, le falta un guión medianamente interesante, y alguna escena de acción que valga la pena visionar. Los actores entregan interpretaciones estólidas, sin corazón. Dice el pressbook de la película que su director y guionista Glenn Standring se licenció en arqueología con matrícula de honor.
No sabemos si de tal inclinación le viene la idea de mezclar, en curioso batiburrillo, una ciudad con toques dickensianos, la alusión a una reina, unos bajos fondos a lo Chicago años 20, unos soldados con uniforme que recuerda a los alemanes de la Segunda Guerra Mundial, un templo dedicaco a San Agustín, unos policías que parecen los "bobbies" británicos... Pero la verdad es que la cosa despista.
A ratos, resulta sugerente la atmósfera retrofuturista que crea el neozelandés Glenn Standring (La verdad irrefutable sobre el demonio) a través de un masivo empleo de fondos digitales y de una agresiva planificación subjetiva y deformada, cercana en sus planteamientos estéticos a The Navigator, de su compatriota Vincent Ward.
Sin embargo, muchas secuencias de acción no tienen vigor, las interpretaciones son demasiado estólidas, la sanguinolencia es desmesurada y, sobre todo, el guión no sabe adónde va.
Resulta así un indigesto cóctel de realismo sucio a lo Hijos de los hombres, crítica al cientifismo y la manipulación genética a lo Gattaca, efectismos visuales a lo Matrix, expresionismo vampírico a lo Underworld, y misticismo esotérico anticatólico al estilo de El Código Da Vinci. Se desaconseja también por falta de calidad.(Decine21 / Almudi JD-AG)