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Reseña:
Dirección: Andrés Wood
Intérpretes: Francisco Acuña, Jorge Alis, Daniel Antivilo, Alfredo Castro, Bélgica Castro, Roberto Farías, Aline Küppenheim.
Guión: Mamoun Hassan
Fotografía: Miguel Littin
Distribuye en Cine: Altafilms
Duración: 108 min.
Género: Comedia, Drama
Historias mínimas de Santiago
Santiago de Chile, 2008. Teresa, Edmundo, Mario y Patricia son cuatro habitantes de la ciudad, cuyas vidas se entrecruzan en medio de bocinazos, frenazos y alarmas de vehículos, pero que difícilmente llegan a tocarse.
Sumidos en la vorágine urbana, cada uno de ellos persigue su sueño: Teresa (Aline Kuppenheim) trata de salvar vidas, Edmundo (Roberto Farías) anhela tener un coche, Mario (Eduardo Paxeco) quiere entrar en la Filarmónica, y Patricia (Paula Sotelo) sobrevivir. Cada uno de ellos anhela algo que parece inalcanzable. Ninguno lo logra, pero sí que obtendrán un resultado inesperado.
Edmundo es un peluquero desvergonzado que se resiste a sentar la cabeza, vive con su madre, y mantiene una breve aventura sentimental con la empleada del banco al que ha acudido para pedir un crédito.
Desea el dinero para adquirir un coche, a pesar de que tiene que pagar una desmesurada cantidad al cementerio, para mantener la tumba de su padre, fallecido años atrás. Mario, un clarinetista de impecable historial académico, que ha estudiado en prestigiosos conservatorios alemanes, intenta entrar en la Filarmónica.
Como no obtiene el trabajo, acaba alistándose en el cuerpo de carabineros. Teresa, una psicóloga divorciada que trabaja asesorando a prostitutas para el ministerio, descubre que su hija está embarazada.
Salvando las distancias, Wood parece influido por películas latinoamericanas de los últimos años de corte neorrealista, como la mexicana Amores perros y la argentina Historias mínimas. El cineasta logra una enorme frescura en su descripción de la vida urbanita moderna.
Sus personajes son cercanos y reconocibles por cualquier espectador, aunque a veces su comportamiento pueda resultar un tanto estrafalario. Pero todos despiertan simpatía, en gran medida porque están interpretados por actores que les insuflan una gran humanidad.
Agridulce como la vida, combina momentos distendidos con otros de desgarrada intensidad. Las historias parecen fragmentos de la propia vida real, no están cerradas, y se agradece su falta de pretensiones. Aborda temas muy en boga, como los efectos de la desintegración familiar y el consumismo en la sociedad moderna.
La película presenta un retrato demasiado sordo y parcial de Santiago de Chile (Decine21 / Almudí)