Contenidos: Imágenes (alguna V, S)
Dirección: Deepa Mehta. Países: Canadá y Reino Unido. Año: 2012. Duración: 148 min. Género: Drama. Interpretación: Satya Bhabha (Saleem), Shahana Goswami (Amina), Rajat Kapoor (Aadam), Seema Biswas (Mary), Shriya Saran (Parvati), Siddharth (Shiva), Ronit Roy (Ahmed), Rahul Bose (general Zulfikar), Charles Dance. Guion: Salman Rushdie, basado en su novela. Producción: David Hamilton. Música: Nitin Sawhney. Fotografía: Giles Nuttgens. Montaje: Colin Monie. Diseño de producción: Dilip Mehta. Vestuario: Dolly Ahluwalia. Distribuidora: DeAPlaneta. Estreno en Canadá: 2 Noviembre 2012. Estreno en España: 5 Julio 2013.
Reseña:
A las doce en punto de la noche del 15 de agosto de 1947, en el preciso instante en que la India se independiza de Gran Bretaña, en una clínica de Bombay nacen dos bebés que son intercambiados por una comadrona. Saleem Sinai (Satya Bhabha), hijo ilegítimo de una mujer pobre, y Shiva (Siddharth), retoño de un matrimonio rico, truecan así sus destinos. Ellos dos, como otro millar de bebés, son “los hijos de la medianoche”, la primera generación libre de la India, y todos ellos poseedores de poderes sobrenaturales. Las historias de Saleem y Shiva, con sus amores prohibidos y sus secretos de familia, corren parejas con la convulsa historia de la India moderna, desde su independencia hasta los años ochenta del siglo XX.
“No utilizo listas de tomas ni storyboards; es el actor el que motiva mi cámara —asegura la veterana cineasta india Deepa Mehta (“Fuego”, “Tierra”, “Agua”)—. A partir de ellos, sé cuál será el centro emocional de la escena, y entonces hago la toma”. Será por eso que le ha quedado tan caótica y difusa “Hijos de la medianoche”, ambiciosa epopeya melodramática, basada en la novela homónima de Salman Rushdie —Premio Booker 1981 —, que también firma el guion del filme. De hecho, en la Seminci de Valladolid 2012, el filme sólo obtuvo el Premio a la mejor fotografía. Poco cabe objetar a éste y al resto de apartados técnicos e interpretativos, todos ellos trabajados con esmero hasta lograr una resolución formal preciosista, y a veces impresionante. Pero todo eso envuelve una trama sin pies ni cabeza, a menudo tediosa, en la que casi nunca funciona su cóctel de melodrama desatado y recreación histórica, y de realismo descarnado y onirismo mágico. Todo ello, hilvanado durante dos horas y media por la agotadora voz en off del propio Rushdie, que intenta suavizar con ironías su tono más bien discursivo, y que aprovecha para criticar a Indira Ghandi con un estilo tan grotesco que cae en el ridículo. (Cope J. J. M.)