Dirección: José Luis Guerin
Intérpretes: Pilar López de Ayala, Xavier Lafitte.
Guión: José Luis Guerin
Fotografía: Natasha Braier
Distribuye en Cine: Wanda
Duración: 85 min.
Género: Drama
El eterno femenino
En 2001 el realizador catalán José Luis Guerín (Innisfree) sorprendió a la crítica y al público con su documental En construcción, su obra más famosa, por la que fue galardonado con un Goya y con el Gran Premio del Jurado en San Sebastián. Seis años más tarde entrega este sencillísimo y a ratos fascinante film de ficción que nos traslada a las calles peatonales de la ciudad de Estrasburgo. Guerín capta con su objetivo estampas cotidianas de la ciudad al tiempo que seguimos el itinerario físico (y al cabo también interior) del protagonista, un tipo que ha recalado en un pequeño hotel y va en busca de una mujer llamada Sylvia, a la que conoció años atrás.
El cine de Guerín es otra historia. Si el espectador no está totalmente seguro de apreciarlo, mejor que no pruebe "a ver qué pasa", porque precisamente aquí "no pasa nada", apenas se pronuncian diez frases a lo largo del film, y seguramente el arriesgado espectador se suba por las paredes cuando un plano fijo permanezca en pantalla más de lo que el cine convencional le tiene acostumbrado, o cuando Guerín alarga las tomas una vez el protagonista ha salido del encuadre, y mantiene impasible el objetivo y entonces poco a poco nos obliga a detenernos en los detalles de la imagen: un vendedor de flores, un inmigrante, una mujer en el suelo, un letrero
Aunque, por otra parte, bueno, también es muy posible que uno quede completamente anodadado con la inusual y exigente propuesta del director, tan diferente, tan audaz, tan sencilla. Y hay que reconocer que Guerín tiene un descomunal talento para captar la belleza de lo cotidiano y lograr que una mirada, un gesto, un rayo de luz, el movimiento de un cabello, una calle, adquieran vivo sentido.
Las pesquisas del protagonista, un tipo joven, delgado y de tez clara, con ese aire de artista a lo Modigliani, casi del siglo pasado, son enormemente sencillas y consisten principalmente en esperar en el café de la Escuela de Arte Dramático a que aparezca Sylvia. Guerín logra captar enormemente la atención cuando ella aparece (una verdadera musa Pilar López de Ayala) y el protagonista la persigue por las calles empedradas de Estrasburgo.
Es en esta larguísima secuencia, y en su precedente en el café, en donde el director se revela como un maestro de la planificación y del uso del tempo propio de la película. La influencia de Eric Rohmer es clara especialmente en la fascinación que el protagonista siente por el rostro y el cuerpo femenino, en el uso de la luz natural, del sonido real de los viandantes, de las conversaciones, y por la inclusión de la música ambiental (impresionante el sonido de los violines cuando el protagonista dibuja a las mujeres en la mesa del café). Por otra parte, es cierto que muchos pasajes del film resultan opacos, menos logrados, algo reiterativos y hacia el final puede quedar un cierto regusto de confusión.
De cualquier forma, Guerín ofrece un cine decididamente contemplativo, poético, con un inmortal motivo de fondo, el de la búsqueda del amor, el del encuentro con esa Sylvia real o irreal, que es a la vez ella y ellas, una mujer y todas las mujeres. La belleza misma, quizá inasible y siempre en despedida. Y quizá también permanente, al menos en su ausencia, como recuerda el plano final. (decine21 / Almudí ER-JD)