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El vendedor
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El vendedor

Le vendeur
  • Público apropiado: Jóvenes-adultos
  • Valoración moral: Adecuada
  • Año: 2014
  • Dirección: Sébastien Pilote
Contenidos: ---

Dirección y guion: Sébastien Pilote. País: Canadá. Año: 2011. Duración: 107 min. Género: Drama. Interpretación: Gilbert Sicotte (Marcel Lévesque), Nathalie Cavezzali (Maryse), Jérémy Tessier (Antoine), Jea-François Boudreau (François Paradis). Producción: Bernadette Payeur y Marc Daigle. Música: Pierre Lapointe y Philippe Brault. Fotografía: Michel La Veaux. Montaje: Michel Arcand. Dirección artística: Mario Hervieux. Vestuario: Sophie Lefebvre. Distribuidora: Oliete Films. Estreno en España: 5 Julio 2013.

Reseña:

   Aunque ya tiene 67 años, el viudo Marcel Lévesque (Gilbert Sicotte) sigue trabajando como vendedor en un concesionario de automóviles, situado en una pequeña y siempre nevada localidad francófona canadiense, cerca de Lac Saint-Jean, cuya fábrica de papel lleva más de 240 días cerrada temporalmente. A pesar de estas dificultades, el metódico, perspicaz y cariñoso Marcel sigue ganando el título de “vendedor del mes”. Esta satisfacción completa sus buenas relaciones con su hija Maryse (Nathalie Cavezzali), que es peluquera, y con su inquieto nieto Antoine (Jérémy Tessier), brillante jugador infantil de hockey sobre hielo, y que también quiere ser vendedor de coches. El interminable invierno marcha gélido y tranquilo, como siempre, hasta que Marcel vende un nuevo y flamante pick-up a Françoise Paradis (Jean-François Boudreau), uno de los empleados despedidos de la fábrica.

   Presentado en Sundance y premiado en diversos festivales internacionales, este drama social es el primer largometraje del canadiense Sébastien Pilote, que este año ha dirigido su segunda película, “Le Démantèlement”. Sorprende la solidez y la hondura de Pilote en todos los apartados de “El vendedor”, sobre todo en la dirección de actores, sutilísima y nada enfática, que arranca al veterano Gilbert Sicotte una caracterización antológica, de gran potencia emocional. También su detallista puesta en escena, rica en vigorosos símbolos visuales y en cortantes elipsis, ayuda a captar el interés del espectador por los conflictos del protagonista y por su cierta perplejidad moral a la hora de conciliar trabajo y vida familiar, al aplicar a su labor las exigencias deontológicas básicas y, en realidad, al evaluar el sentido real de su existencia, sobre todo cuando el sufrimiento la inunda.

El conjunto quizás resulte a alguno demasiado existencial y fatalista, con escasos contrapuntos de humor y un tempo excesivamente lánguido. Pero lo cierto es que se gana al espectador por la desbordante humanidad de sus personajes, sobre todo de Marcel, y por su serena constatación de las dramáticas consecuencias del desempleo, la crisis económica y la falta de ética profesional. En este sentido, se agradece la discreta pero luminosa apertura a la trascendencia que introduce el poco practicante Marcel en sus dispersas oraciones a la Virgen y, sobre todo, en la maravillosa secuencia en la que recita y enseña a su nieto la oración del Padre Nuestro. Son brillantes destellos en un notable filme algo sombrío, pero donde el protagonista nunca tira cobardemente la toalla —como en tantos filmes recientes—, sino que sigue luchando por vivir y amar, a pesar de los pesares. No obstante, los 107 minutos pesan como una losa y se logran alargando planos y reiterando situaciones anodinas. (Almudí JD / Cope  J. J. M.)