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Dirección: Roberto Benigni Guión: R. Benigni, Vincenzo Cerami Fotografía: Fabio Cianchetti Montaje: Massimo Fiocchi Música: Nicola Piovani Intérpretes: Roberto Benigni, Nicoleta Braschi, Jean Reno, Tom Waits, Emilia Fox, Gianfranco Varetto, Giuseppe Battiston, Lucia Poli Distribuidora: Hispano Fox
A sus 53 años, el actor, director y guionista toscano Roberto Benigni ha hecho una película bastante parecida a La vida es bella, la obra ganadora de tres Oscar que le consagró en 1997. Ambas películas comparten bellísimas historias de amor, secuencias muy brillantes... y una irregularidad bastante acusada.
El tigre y la nieve se ambienta en 2003. La guerra de Irak está a punto de comenzar. Attilio, un brillante poeta, enseña literatura en Roma. Ensimismado, alegre y vitalista, se enamora perdidamente de Vittoria, una mujer que frecuenta sus sueños desde hace mucho. Cuando la conoce en una lectura poética de un autor iraquí, Attilio cree cumplidos sus sueños pero...
Hay muchos elementos interesantes en esta película, empezando por esa actriz estupenda llamada Nicoletta Braschi, esposa del actor (se nota y mucho), con una forma de estar y de mirar verdaderamente turbadoras. Luego está la música adecuadísima de Piovani y la hermosa y evocadora balada de Tom Waits. Y esas adolescentes menuditas y desgarbadas con las que Benigni comparte algunos de los mejores planos de su carrera. Y una memorable clase en la universidad, chispeante y emotiva. Y el diseño magistral de la secuencia del té en la terraza romana. Y lo gozosa que resulta una película italiana, porque mira que suena bien el italiano. Y una sátira inteligente y noble contra la guerra. Y una historia de amor, esta vez sí, que nada tiene que ver con tanta historieta imbécil de antropoides jadeantes.
Pero también hay cosas mejorables o superfluas. Benigni chupa demasiada cámara y hay situaciones cómicas que se estiran demasiado, como la película que tiene 20 minutos de más. Falta continuidad, la historia es irregular y tiene unos bajones monumentales, en parte por no transitar con más garbo del mundo onírico a la dura realidad. Como ya ocurría en La vida es bella, la primera parte es infinitamente mejor que la segunda. (Filasiete / Almudí JD-AG)