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Reseña:
La historia de un anciano convencido de que es Don Quijote y que confunde a Toby, un ejecutivo publicitario, con su fiel escudero, Sancho Panza. La pareja se embarca en un viaje extraño, con saltos hacia atrás y adelante en el tiempo, entre el actual siglo XXI y el mágico siglo XVII. Poco a poco Toby, como el infame caballero, se va contagiando de ese mundo ilusorio incapaz de separar sueño y realidad. El cuento culmina en un final fantasmagórico y emocional donde Toby toma el relevo de Don Quijote de la Mancha.
Más de 25 años ha tardado Terry Gilliam en ver hecho realidad su sueño de hacer una película inspirada por el Quijote de Miguel de Cervantes. El arranque tiene fuerza, la escena de los molinos de viento, que resulta formar parte de un rodaje. Luego nos enteramos de los esfuerzos de un director de cine, Toby, por llevar la obra de Cervantes a la pantalla antaño, y que ahora rueda anuncios respaldado por un productor que a su vez trata de satisfacer a un oligarca ruso con mucho dinero.
Gilliam habla de un periplo que sería relativamente paralelo al suyo, y de alguien que perdió el juicio al igual que don Quijote, la actualidad estaría mostrando en las vivencias de Toby la vigencia del personaje que ocupa su película. La idea como base argumental es válida, pero no está bien ejecutada, algo chirría por culpa de estereotipos y personajes grotescos. Le pierde al cineasta su gusto por los excesos delirantes, hay momentos bastante pasados de rosca, sobre todo los relativos a los amoríos y lances sexuales de Toby –un Adam Driver que no acaba de hacerse con su personaje, que sería una especie de Sancho Panza sin serlo del todo. (Almudí JD). Decine21: AQUÍ