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Dirección: Jean Becker
Intérpretes: Daniel Auteuil, Jean-Pierre Darroussin, Fanny Cottençon, Alexia Barlier, Hiam Abbass, Élodie Navarre.
Guión: Jean Becker
Fotografía: Jean-Marie Dreujou
Distribuye en Cine: Golem
Duración: 109 min.
Género: Comedia, Drama
Cuando dos mundos chocan
El veterano cineasta francés Jean Becker, hijo de Jacques Becker (París, bajos fondos), adapta libremente una novela de Henri Cueco que conecta muchísimo con su película más conocida, La fortuna de vivir, pues también eleva un canto a la amistad. Se trata de un texto difícil de llevar al cine, con diálogos extensos y poca acción, en el que el autor rememora sus conversaciones con un carismático jardinero.
En la película se ha eliminado la figura del escritor y han ascendido a coprotagonista a un pintor quincuagenario cuya presencia en el libro es anecdótica. Éste es muy conocido en los círculos artísticos de París, ciudad que abandona tras separarse de su mujer, que se ha hartado de sus continuas infidelidades.
Abatido por la desintegración matrimonial, decide instalarse en un pueblecito perdido, en la casa donde pasó la niñez. Como rodea a la casa un extenso jardín, que él no sabe cuidar, inserta un anuncio en el periódico, en busca de un experto. Responde el jardinero antes citado, que resulta ser un antiguo compañero de colegio y amigo del pintor.
El film está dominado por la presencia casi constante de los dos coprotagonistas, por lo que resulta clave que Becker haya podido contar con dos actores excepcionales para interpretarlos. El sofisticado y elegante Daniel Auteuil, protagonista de filmes de culto, como Un corazón en invierno, parece nacido para interpretar al pintor.
Por su parte, Jean-Pierre Darroussin, habitual de las películas que rueda en Marsella su amigo Robert Guédiguian (Marius y Jeannette) realiza el mejor trabajo de su carrera, en una buena sustitución de Jacques Villeret, el actor para el que Becker concibió el proyecto, habitual de sus últimas películas.
Becker lanza una mirada nostálgica pero realista de la vida rural, eludiendo con inteligencia una idealización barata. Se deduce que los lugareños del pueblo donde transcurre la acción trabajan duramente, que tienen un acceso más difícil a la sanidad que los habitantes de la ciudad, etc. Y sin embargo, tienen una sana visión de la vida.
El personaje del jardinero es todo un hallazgo, un tipo campechano, con mucho sentido común, que enseña a su interlocutor a apreciar las pequeñas cosas de la vida, que le hace darse cuenta de que hace el canelo liándose con una jovencita, en lugar de intentar recuperar a su mujer, y que consigue que descubra que muchos elementos que rodean a los círculos artísticos son accesorios, superficiales o pedantes. Le enseña asímismo a burlarse de la muerte, pues aunque sabe que ésta triunfará al final, prefiere mientras tanto reírse de ella todo lo posible.
En consonancia con lo que predica, Becker echa mano de una puesta en escena clásica, pero eficaz, que recuerda al buen cine de su padre. Lo mejor es que sabe equilibrar temas trascendentes con momentos cómicos muy logrados, como el velatorio.
Salvados algunos interminables parlamentos, el veterano realizador nos vuelve a sorprender con una atractiva creación de personajes, una bellísima fotografía y un sugestivo aunque no demasiado profundo discurso sobre el valor de las cosas sencillas. La interpretación es magnífica, especialmente en el caso de Jean Pierre Darroussin, que fue el encargado de sustituir a Jacques Villeret, fallecido mientras se terminaba el guión. Darroussin encarna con una pasmosa naturalidad al personaje del jardinero sencillo y bueno que enseña a su sofisticado amigo valiosas lecciones sobre la fidelidad, la coherencia, la generosidad o el modo de afrontar el sufrimiento. Imágenes: 43' (30''). (decine21 / Aceprensa / Almudí JD-SC)