Dirección: Claude Chabrol
Intérpretes: Isabelle Huppert, François Berléand, Patrick Bruel, Marilyne Canto, Robin Renucci, Thomas Chabrol.
Guión: Claude Chabrol, Odile Barski
Música: Matthieu Chabrol
Fotografía: Eduardo Serra
Distribuye en Cine: Wanda
Duración: 110 min.
Género: Drama
Su señoría
Jeanne Charmant Killman es la juez instructora de un importante caso de escándalo financiero, por el que ha ordenado el ingreso en prisión de Humeau, el presidente de un potente grupo industrial. Ella, casada y sin hijos, es una profesional rigurosa, implacable, y como un témpano de hielo.
Está deseando que su investigación permita la condena de un buen puñado de delincuentes de guante blanco, pero las ramificaciones del caso, que salpican a empresarios y políticos de altísimo nivel, pueden hacerle la tarea muy complicada.
Por otro lado su marido Philippe se siente ninguneado, ella sólo parece prestar atención a su caso, y a un suave humor irónico, que siempre le acompaña, y que entiende muy bien su sobrino Felix, un 'bon vivant' que vive temporalmente con el matrimonio.
Estamos ante un film típicamente chabroliano, con ese aire gris tan suyo, que le sirve para fustigar a la pequeña burguesía y a los poderosos. A estas alturas el veterano Claude Chabrol parece capaz de hacer cine con los ojos cerrados. Aquí maneja a la perfección los mecanismos narrativos, el pasar de los interrogatorios a los escenarios íntimos como el domicilio de la juez. Igual te planta un perfecto plano secuencia al inicio para mostrar la detención de Huneau, que juega con el campo y contracampo en los interrogatorios, o muestra a los personajes en el mismo plano en las escenas del hogar.
Acierta al abordar el tema de la corrupción política y empresarial, y sabe dosificar algunos elementos de suspense, el atentado (¿o no lo ha sido?) contra Jeanne, o las zancadillas que ella encuentra en su camino, como la asignación de una juez ayudante, que esperan le saque de sus casillas.
Como en muchos de sus títulos anteriores, Chabrol muestra sagacidad para poner el dedo en la llaga y pesimismo para no dar soluciones, y deja la historia abierta: parece que no le importan los desenlaces, sólo el planteamiento. También repite Chabrol otra de sus constantes: la visión amarga de la familia y las relaciones ambiguas entre sus miembros. Y es común al resto de su filmografía el ritmo lento de la acción y el tono frío, un tanto despegado.
En esta película, la frialdad de la jueza se traslada a la historia, y el escándalo está reflejado con tal escasez de medios unos aburridos e interminables careos filmados en despachos, que uno solo espera que ocurra algo más, que al menos maten a alguien para poder ponerse de parte de la jueza (mucho más antipática que los culpables).
Tampoco ayuda la fría planificación, mucho plano corto que desperdicia la habitualmente soberbia fotografía de Eduardo Serra, ni la simplista partitura, tan escasa como desacompasada. Probablemente solo gustará a los seguidores de Chabrol. (Aceprensa / decine21 / Filasiete / Almudí JN-AG)