**** CONTENIDOS: VSX Dirección: Alejandro González Iñárritu Guión: Guillermo Arriaga Fotografía: Rodrigo Prieto Montaje: Stephen Mirrione Música: Gustavo Santaolalla Intérpretes: Brad Pitt, Cate Blanchett, Gael García Bernal, Elle Fanning, Kôji Yakusho, Rinko Kikuchi, Adriana Barraza Distribuidora: UIP Duración: 143 minutos Público Adecuado: Jóvenes-Adultos Falleció el pasado 20 de noviembre, a sus 81 años, Robert Altman, uno de los realizadores más personales de la intrincada maquinaria hollywoodiense, que tuvo que esperar a marzo de 2005 para ver reconocido su talento por la Academia de Cine con el Oscar honorífico por el conjunto de su obra. Alargada ha sido la sombra de alguna de sus muchas películas, entre ellas Vidas cruzadas, rodada en 1993 y nominada a un Oscar que, una vez más, no ganó. Caleidoscopio de realidades engarzadas por un minucioso ejercicio de guión, que reflejaban metafóricamente la acuciante falta de valores en las que se encuentran sumergidas nuestras modernas sociedades contemporáneas. La fórmula ha sido reutilizada en numerosas ocasiones -Paul Thomas Anderson la aplicó en Magnolia (1999), Steven Soderbergh en Traffic (2001) y Paul Haggis en Crash (2004)- y se ha mostrado eficaz en casi todas ellas, también en los tres largometrajes de González Iñárritu, que se adaptan a dicha estructura como guante a la mano de este genial cineasta mejicano. Amores perros y 21 gramosBabel cierra la trilogía que empezara en 1999 con Amores perros y continuara en 2003 con 21 gramos. Como en las anteriores, la estructura es episódica: una pareja californiana de vacaciones en Marruecos, una chica japonesa sordomuda, dos chicos marroquíes y una niñera mejicana acabarán cruzando sus destinos a consecuencia de los ecos de un rifle disparado en el desierto. Y es que los desiertos juegan un papel fundamental en la cinta de Iñárritu, en la que cada uno de sus protagonistas vaga personalmente por las áridas tierras de la incomunicación y la incomprensión. Ya sean las arenas del Magreb, las de la frontera entre Méjico y los EE.UU., o las de las grandes urbes del otro lado del Pacífico, todas ellas crean enormes distancias entre los seres humanos que pueblan este particular universo salido de la pluma de Guillermo Arriaga. Tiene Arriaga una parte importante de responsabilidad en el potente resultado de las películas de Iñárritu. Los desconcertantes inicios plagados de personajes todavía desconocidos, de acciones que se adelantan para luego retroceder, van dejando paso a un virtuoso engarce de situaciones que acaban conformando un monumental edificio de coherencia narrativa. Babel es, de la tres, la que presenta una construcción más cerrada, lo que fuerza su desarrollo y simplifica en parte todas las realidades que se escapan del engranaje necesario para poner en marcha la maquinaria del filme. Reflexión acerca de la soledad. En cualquier caso, la brillantez argumental corre pareja de la visual, y es aquí donde Iñárritu apuesta sobre seguro y vuelve a rodearse del equipo que ya le había proporcionado impresionantes resultados en sus dos filmes anteriores. El realizador apoya así el concepto en las imágenes conformando una detallada reflexión sobre la soledad, y fusionando dos de las influencias de las que se hace eco el cineasta: el pesimismo del danés Von Trier, y la imaginería recargada del chino Wong Kar-Wai. Cada una de las cuatro historias daría por sí sola para un único filme. Al interrelacionarlas, Iñárritu consigue una película mucho más ambiciosa, más sociológica y menos psicologicista -a excepción del episodio japonés- que las anteriores. Relatos intensos y dramáticos, dolorosos, todos ellos favorecidos por la brillante dirección de actores, desde la siempre correcta Cate Blanchett al Brad Pitt de los comienzos (no el de Troya), pasando por el habitual Gael García Bernal y por una de nuevo entrañable Adriana Barraza. Las consecuencias del castigo bíblico que presta su nombre al filme resuenan en nuestra sociedad globalizada, donde las fronteras aparentemente diluídas se refuerzan, y las barreras del miedo al otro eliminan las posibilidades de una redención que no se deja ver no tanto por la diversidad de lenguas (cinco en la película), como por la imposibilidad de encontrar el amor en unas existencias alejadas interiormente de los más cercanos. No es extraño que el reparto de Babel se conociera en Cannes, donde el realizador mejicano obtuvo el premio al Mejor Director. Film complejo, gran parte del mérito lo constituye la ágil estructura, los saltos fluidos de uno a otro hilo narrativo, y la creación de personajes humanos con problemas, encarnados por un maravillos reparto. Los cineastas insisten en su cosmovisión fatalista, donde las cosas ocurren por caprichoso azar. Las personas son libres, parecen decir, pero sólo hasta cierto punto, algo externo las condiciona. En realidad esto es cierto en la ficción pergeñada por ellos, pues con cierto cinismo convierten a los personajes del tercer mundo –la familia marroquí, la niñera– en las víctimas principales del destino, mientras que para los saludables representantes de la sociedad opulenta dejan abierta la puerta a la esperanza.Una de las historias entrelazadas, con muchas situaciones inconvenientes, hace desaconsejable la película (Filasiete / Almudí JN-AP)