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Reseña:
Año de producción: 2007
Dirección: Paolo Barzman
Intérpretes: Gabriel Byrne, Roy Dupuis, Dakota Goyo, Christopher Plummer, Susan Sarandon, Max Von Sydow.
Guión: Jefferson Lewis
Música: Normand Corbeil
Fotografía: Luc Montpellier
Distribuye en Cine: Golem
Duración: 99 min.
Género: Drama
Recuerdos del holocausto
El holocausto y sus consecuencias han dado pie casi a todo un subgénero cinematográfico. A él pertenece esta película canadiense de Paolo Barzman, un director bregado sobre todo en televisión, en series como Cazatesoros y La zona muerta.
Aquí adapta una novela de Matt Cohen, donde Melanie, una mujer judía que vive en una granja en el campo con su marido, profesor universitario jubilado, recibe una noticia inesperada. Jakob, el hombre que la salvó a ella y a Christopher en 1945, cuando ambos eran niños, en el campo de paso de Darcy, en Francia, está vivo. No acabó en Auschwitz, pero sí en el gulag soviético. Conmovida, Melanie acoge en su casa al ahora anciano Jakob, a quien acompaña, por sorpresa, Christopher.
Estamos ante una de esas historias de tipos traumatizados, que se sostiene gracias a un reparto excepcional (Susan Sarandon, Christopher Plummer, Gabriel Byrne, Max von Sydow), que ayuda a hacer creíble lo que resulta bastante inverosímil. No hay mucha habilidad en la introducción de breves flash-backs en blanco y negro de la época del campo; tampoco se entiende esa especie de historia de amor frustrado entre Melanie y Christopher, y los elementos de locura -se quiere presentar cómo el dolor ha afectado a los personajes- tienen un punto disparatado que no está bien hilado en la trama.
Suenan pretenciosas las palabras, repetidas en dos ocasiones -"Si me preguntas si creo en Dios, debo preguntarte '¿Cree Dios en mí?'"-, y a las que dan ganas de apostillar, "¿debería?". Quizá lo más sugerente es el momento en que se descorre levemente el velo de cinismo del marido, para señalar el sufrimiento de las personas que parecen no tener derecho a sufrir, al compararse con las que han sufrido horrores del calibre del holocausto y el gulag.
La película está bien narrada. La presentación previa de los personajes lenta. La cinta penetra bien en los traumas de los personajes que han sufrido los horrores de un campo de concentración cuando eran niños.
El mensaje del film es éste: vale la pena olvidar para vivir y no obsesionarse con los recuerdos. El ritmo es muy lento con una fotografía extaordinaria. Diálogos cuidados. Música cuidada. Película que se sigue bien. Sin sobresaltos ni lagunas. Para un público cultivado y maduro. (Decine21)
Por su argumento, la película es bastante triste. Y su ritmo, ralentizado por el excesivo ensimismamiento de los personajes, resulta particularmente lento. No parece, por tanto, una película destinada al gran público. Cuenta con buenos actores, pero es poco entretenida. Todo discurre en el reducido espacio de una finca y al hilo de las distintas conversaciones que se suscitan entre los personajes.
Como a estas alturas es difícil contar algo original del holocausto judío, la película trata de adentrarse -sin demasiado éxito- en los efectos emocionales de aquella tragedia. En 1945, Jakob Bronski, un joven disidente encarcelado en el campo de concentración nazi de Drancy, decide proteger a dos niños, Melanie y Christopher.
Cuarenta años después, Melanie descubre que Jacob sigue vivo, cuando lo consideraba muerto en Auschwitz y le invita a vivir en su granja familiar, en Canadá. Pero Jakob no llega solo; trae a Christopher. Aquel fuerte vínculo que los unió en el pasado explotará en el presente y aflorarán de nuevo las emociones de antaño.
La moraleja de la película sugiere que tanto empeño por conservar los recuerdos de aquel horror acaban por amargar el presente real e impide apreciar el amor y el sacrificio de quienes se tiene ahora más cerca: el marido, el hijo y el nieto. El ritmo es muy lento con una fotografía extaordinaria. Diálogos y música cuidados. Película que se sigue bien. Sin sobresaltos ni lagunas.(Decine21 / Almudí ECM-J.B.P y JJ-JFC)