VaticanInsider.LaStampa.it (Entrevista de Guido Horst)
Las reformas externas que no tengan su fundamento en la fe y que no estén sostenidas en un entusiasmo por la fe son un ‘accionismo’ ciego e histérico, carente de sentido y a la deriva
Entrevista al cardenal Walter Kasper —desde el 2001 y hasta el 2010 presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos—, quien formó parte de la delegación vaticana que acompañó a Benedicto XVI en su viaje por Alemania.
En la entrevista, el cardenal esboza un balance sobre la visita del Pontífice que, a su parecer, ha llevado al Papa no solo a la tierra de Martín Lutero, sino al centro de las problemáticas más cruciales de la Iglesia universal
Probablemente deberán pasar decenios y decenios, si no siglos, antes de que un papa alemán visite su patria, Alemania. Lo que sucedió en Berlín, Erfurt y Friburgo, ¿fue un acontecimiento de envergadura histórica?
Determinar si la visita de un pontífice oriundo de Alemania a su tierra natal alemana será la última por mucho tiempo se lo dejaría francamente al curso de la historia. A posteriori, la visita de Benedicto XVI ha sido un acontecimiento histórico. He vivido lo suficiente como para conservar bien vívidas en la memoria las imágenes del Reichstag alemán en la época en que los nazis pisoteaban con satisfacción el derecho y la justicia y sancionaban leyes antisemitas, o incluso las imágenes del Estadio Olímpico de Berlín en 1936 cuando otro personaje muy distinto ingresó para hacerse vitorear.
Si ahora, luego de tres cuartos de siglo, en el mismo edificio, hoy sede de un Parlamento democrático, un papa alemán pronuncia un discurso en el que afirma que el derecho y la justicia son el fundamento y el presupuesto de las decisiones mayoritarias de cualquier asamblea que represente al pueblo; si hoy él se reúne con delegados de la comunidad hebrea y expresa su satisfacción por el hecho de que la vida de los hebreos en Alemania haya retomado su curso; si se dirige al Estado Olímpico atestado de gente para celebrar una liturgia en la que también han tenido una participación emblemática exponentes de diferente proveniencia (para expresarlo en la jerga nazi, "no arios") de la comunidad católica de Berlín, todo esto no puede más que ser definido como un acontecimiento histórico. Cuando, luego, en Erfurt y en Eischfeld, visitando a los nuevos Länder federales, el Papa agradece a la gente por haber resistido, animada por el coraje y una fe vigorosa, a dos regímenes totalitarios, todo da esperanza y muestra cuánto la historia cambia y puede cambiar también para bien. Debemos ser gratos por todo esto.
Vayamos ahora a los puntos cardinales de la visita del Papa. Benedicto XVI dejó en Alemania, aunque seguramente no solo allí, un lema singular: "Entweltlichung der Kirche" (separación de la Iglesia del mundo). En alemán se trata de una palabra acuñada, no recogida en el diccionario. ¿Qué significa?
El concepto de Entwltlichung (precisamente, "separación del mundo") introducido en el discurso del Papa me ha sorprendido incluso a mí; deriva de la teología de Rudolf Bultmann, que precisamente en este tema no coincidía en los más mínimo con la doctrina católica. Pero el Papa aclaró inequívocamente lo que quería decir con ese concepto, que lo entendía en el sentido del Evangelio según san Juan, que dice que nosotros los cristianos vivimos "en este mundo", ciertamente, pero no somos "de este mundo"; "en este mundo" significa que la Iglesia no es una jauja, sino que tiene un misión propia "en este mundo" y significa también que el cumplimiento de su misión está subordinado a medios terrenos.
Por lo tanto, no se pretende en absoluto aludir a un retiro, a tomar distancia del mundo. Pero, al mismo tiempo, la Iglesia no es "de este mundo", y entonces no debe adecuarse a cualquier coste, y los medios y las instituciones del mundo no deben elevarse a fines supremos que todo lo determinan y lo condicionan. Sabiendo que la Iglesia en Alemania está más estructurada, institucionalizada y establecida que otras Iglesias locales, el Pontífice señaló que sería oportuno verificar si en ciertos aspectos no se encuentra demasiado asimilada a las instituciones terrenas, si no ha acogido demasiado la lógica, si las estructuras se encuentran aún subordinadas a su misión originaria o si, en cambio, se han convertido en una especie de obstáculo para escuchar y actuar lo que hoy nos dice el Espíritu Santo. Son cuestiones extremadamente actuales para Alemania, y también un poco para toda la Iglesia universal.
¿No es que la Iglesia católica en Alemania tiene demasiado dinero?
El dinero no es malo en sí mismo, el problema es que constituye una tentación para el hombre. Depende de la relación que se tenga con él y el fin para el que se lo utilice. La Iglesia en Alemania hace mucho y hace el bien, si se piensa en las mucha instituciones asistenciales y de beneficencia o en las escuelas, todos entes que no pueden subsistir sin financiaciones. Además, la Iglesia alemana hace mucho por los más pobres de los países en dificultad, y percibe gratitud y reconocimiento a nivel mundial. Pero no podemos negar que el dinero se ha convertido en una tentación también dentro de la Iglesia, y que incluso en este ámbito a veces logra hacer mella.
Si el servicio eclesiástico se equipara a una especie de aparato burocrático, se puede generar confusión y ofuscación, induciendo a cultivar una mentalidad de esperas y pretensiones egoístas que exceden completamente el sentido del estilo de vida apostólico simple, como aquel que el Concilio exigió del clero precisamente por una cuestión de credibilidad. Si la Iglesia dispone de medios financieros, ciertamente no los posee para mantenerse y mucho menos para sacar provecho de ellos, sino para donarlos a los pobres y a los necesitados. Sobre este punto sería necesario reflexionar seriamente
Usted lleva claros dentro de sí los contenidos de la fe católica. Pero para muchos católicos en Alemania, incluso entre los practicantes, en lugar de una sólida conciencia de la fe hay un sentimiento religioso, a menudo más bien débil, que tiende a exteriorizarse en los actos de culto de la Iglesia. ¿Qué se debe hacer si los vehículos de transmisión de una fe clara en sus contenidos vacilan peligrosamente?
Y aquí llegamos justamente a la cuestión central de la visita del Pontífice a Alemania. Lo que más le urgía y le urge es la renovación y la profundización de la fe. Estos objetivos frente a la ruptura con la tradición, a un quiebre aterrador así como a la solidez de la fe y a la disminución de la fe hacia un sentimiento a menudo vago e indefinido son el gran desafío. He tenido la sensación de que el Papa quería, sobre todo, despertar la conciencia de esto y devolver la justa posición a estos criterios. Las reformas externas que no tengan su fundamento en la fe y que no estén sostenidas en un entusiasmo por la fe son un accionismo ciego e histérico, carente de sentido y a la deriva.
Vayamos a la ‘Ecúmene’, un punto saliente de la estadía de Benedicto XVI en Erfurt. No ha habido concesiones ni obsequios de cortesía, ni "progresos" concretos... Usted, en cuanto ex "ministro de la Ecúmene" del Vaticano, ¿se sintió desilusionado por esta etapa de la visita del Papa?
Uno puede sentirse desilusionado solo si tenía expectativas equivocadas o completamente irreales. Ninguna persona dotada de raciocinio podría haberse esperado que el Papa, con ocasión de su visita, renunciara a posiciones fundamentales para la Iglesia católica en lo que hace a la comprensión de la fe solo por ofrecer un "obsequio, un acto de cortesía", o que dijera: "A partir de mañana cambia todo". Tales expectativas se instilan solo para preparar el terreno a la desilusión y generar malhumor hacia el Papa y la Iglesia católica.
De este modo, se perdió de vista el verdadero obsequio del Papa a Erfurt: su visita al ex-convento agustino en el que Martín Lutero vivió de joven, allí donde Lutero, alejado de la antigua polémica católica y de la teología de la controversia, obró como cristiano que tenía como prioridad a Dios y su Gracia; además, el Pontífice se expresó con gratitud por los resultados del diálogo y, por último, junto con los altos exponentes de la Iglesia protestante, celebró una Liturgia de la Palabra, plenamente válida también de acuerdo con la comprensión evangélica, todas cosas que hasta hace pocos decenios eran completamente inimaginables. Sobre todo este último acontecimiento supera el encuentro de Juan Pablo II con los representantes del Consejo de la Iglesia evangélica en Magonza en 1980. Todo esto pone en evidencia, confirma e impulsa el progreso ecuménico.
Con ocasión de la reunión del Papa con los exponentes de la Iglesia evangélica en Alemania, se volvió varias veces sobre el tema del 500º aniversario de la Reforma en el 2017. También la Iglesia católica desea expresarse al respecto, lo ha dicho el Papa mismo. ¿De qué modo?
El 2017 no será un momento importante solo para los cristianos evangélicos, sino también para los católicos. Si, de hecho, no celebramos la Reforma, sí podemos conmemorarla, teniendo en cuenta que ésta ha representado una pausa histórica y fatal para las dos Iglesias y para nuestro país, que incide aún hoy en la vida en común. Tanto en Alemania como a nivel internacional, los expertos desde hace años trabajan para la predisposición de una declaración común de intención. En ella, sin pretender enmascarar las diferencias existentes, podremos afirmar que en el siglo XVI ha habido culpa de ambas partes, pero que estamos complacidos de que haya habido un acercamiento concreto, que estamos decididos a continuar el camino ecuménico y que rezamos para que se dispense generosamente la gracia de la unión. Y, personalmente, siento que estamos en un buen punto en esa dirección.
Tanto en la vigilia como durante la visita del Pontífice hubo algunos "temas candentes" que han tenido su peso. Entre estos, por ejemplo, la escasez de sacerdotes en Alemania por un lado y la confirmación del celibato de los sacerdotes por el otro. Los llamados ‘viri probati’ (hombres probados), ¿serían verdaderamente una solución al problema del déficit de las comunidades sacerdotales?
La falta de vocaciones para emprender la vida religiosa o sacerdotal es obviamente un problema pastoral serio que no incumbe solo a Alemania, sino, con las oportunas diferencias, a casi todos los países del mundo occidental. Las causas son múltiples y sería superficial postular el problema solo con relación prevalente a la cuestión del celibato. Hay menos niños y menos jóvenes, y de estos solo una pequeña parte está comprometida en el ámbito de la Iglesia; hay también menos familias con un sólido compromiso cristiano y eran precisamente éstas las que constituían en el pasado el primer y más prolífico "seminario sacerdotal". Los ‘viri probati’ en una situación de este tipo son solo una solución aparente, que ofuscaría la realidad de los hechos de que precisamente en el contexto actual necesitamos sacerdotes que estén tan "locamente enamorados" de Dios y de la Iglesia que sean capaces de sacrificarlo todo por ellos.
Se oye siempre que en la praxis se es extremamente generoso cuando se trata de dispensar la Comunión a los divorciados vueltos a casar. ¿Hasta qué punto un sacerdote puede complacer el deseo de estas personas de recibir la Comunión?
Que el problema existe y que no existe solo en Alemania es un hecho que ha emergido en las últimas semanas en una serie de encuentros, incluso casuales, que he tenido con párrocos y sacerdotes romanos, que han advertido la exigencia de hablar del tema, confirmando y renovando lo que yo sabía al respecto. La cuestión es compleja, también porque tiene que ver con situaciones muy diferentes entre sí, que no pueden enmarcarse en categorías definidas. Por esta razón, es necesario excluir una solución generalizada y aproximada. No es posible agotar el argumento en modo responsable y satisfactorio y aclarar en qué excepciones o casos es posible encontrar soluciones en el poco tiempo y espacio de una entrevista. En mi opinión, lo que cuenta es que acompañemos en el plano pastoral con comprensión y participación a aquellos que se encuentran en una determinada situación y sufren, sin desmentir la palabra de Jesús sobre la indisolubilidad del matrimonio y sin quitarle importancia a la Eucaristía equiparándola a algo de poca monta, a una mercancía de bajo coste.
Ante la presencia de los representantes del Comité Central de Católicos alemanes, el Papa habló de «exceso de las estructuras con respecto al Espíritu», refiriéndose concretamente también a la Iglesia en Alemania, y exhortó a tomar «nuevos caminos de evangelización». ¿Cuáles, por ejemplo?
La neoevangelización en nuestra situación actual es un punto de partida fundamental a nivel pastoral. En este contexto, solo puedo esbozar a grandes rasgos algunas observaciones. No debemos depositar tanta confianza en los acontecimientos especiales que luego, en su mayoría, se traducen en entusiasmo pasajero. La nueva evangelización comienza por cada cristiano, que debe salir al descubierto y profesarse en su entorno social, donde debe dar testimonio y decir que es feliz de ser cristiano y por qué lo es. Y no debe decirlo solo en palabras, sino demostrar con su vida y su comportamiento que ser cristianos es un don magnífico y fascinante. La tarea de la Iglesia es la de dar a los jóvenes y adultos cristianos los instrumentos informativos, argumentativos y de oratoria necesarios.
Entonces, debemos reflexionar sobre cómo reorganizar hoy la puesta en marcha de la fe y la tramitación formativa de la fe (desde siempre tareas fundamentales de la Iglesia) con los medios actualmente disponibles. Evidentemente, la hora de religión en la escuela o la catequesis en la parroquia para el acceso a los Sacramentos ya no es suficiente. Es importantísimo revalorizar la prédica, gracias a la cual de domingo en domingo tenemos la posibilidad de dirigirnos a miles de personas. ¿Qué otra institución tiene una oportunidad semejante? Deberíamos optimizar la prédica.
Aunque sean pocos aquellos que se dejan "contagiar" por el amor divino a nivel más íntimo e interior, el efecto se produce y es de todos modos el de un "contagio" expansivo. En síntesis: la nueva evangelización no es una tarea más que se agrega a tantas otras obligaciones, ni es una tarea extraordinaria, sino un impulso que debe expresarse en la vida cotidiana de los cristianos y de la comunidad. Espero que la visita del Papa haya sido un importante estímulo en este sentido. El año próximo, el Sínodo Mundial de los Obispos constituirá un primer intercambio de experiencias sobre este tema y proporcionará nuevos impulsos.
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