Las gigantescas obras de reconstrucción de la catedral estarán terminadas en los próximos meses. Notre-Dame de París reabrirá sus puertas la tarde del 7 de diciembre para acoger de nuevo a los fieles. Tres meses antes de esta fecha, el arzobispo de París, monseñor Laurent Ulrich, ha aceptado ser nuestro guía entre los andamios y los obreros que aún trabajan en el interior de las obras
El 15 de abril de 2019, probablemente fue un cortocircuito en la estructura de madera lo que provocó el gigantesco incendio de la catedral de Notre-Dame en París. Los bomberos lucharon contra las llamas durante 15 horas. Una vez controlado el fuego, el panorama parecía grave. El desplome de la aguja perforó la bóveda. La estructura de madera estaba parcialmente carbonizada, el tejado de plomo fundido. La estabilidad de la catedral estaba amenazada.
Ya al día siguiente, la movilización era mundial. En pocos días se recaudaron ochocientos cuarenta y seis millones de euros en donaciones. Trescientos cuarenta mil donantes de ciento cincuenta países enviaron un mensaje claro: Notre-Dame de París debe reconstruirse. Desde entonces, ha comenzado una aventura humana y tecnológica. El Estado francés, propietario del edificio, se comprometió a reconstruir la catedral en cinco años. La apuesta se ha ganado. Notre-Dame volverá a abrir sus puertas a los fieles el próximo 7 de diciembre.
El «hormiguero»
Para realizar este reportaje, filmando y moviéndose en el interior de una catedral aún en construcción, se necesitaron autorizaciones específicas del organismo público «Rebâtir Notre-Dame» ─creado específicamente para la reconstrucción del edificio─ con el fin de respetar las normas de seguridad y salubridad, pero sobre todo el trabajo de los compañeros de este «hormiguero» de obreros, donde cada fase ha sido meticulosamente pensada y organizada para alcanzar el objetivo de reapertura en diciembre del 2024.
Un guía excepcional
Junto a nosotros, un guía excepcional, nada menos que monseñor Laurent Ulrich. Ataviado con un traje de trabajo y un casco de seguridad, el arzobispo de París se prestó amablemente a la visita. Junto a él, no queríamos hablar de los aspectos puramente técnicos de la reconstrucción, que sin duda fueron un reto a cada minuto, sino más bien detenernos en la aventura humana, el compromiso y también los aspectos espirituales de la reconstrucción.
«Es una aventura de inmensa cooperación, de inmensa colaboración», dijo monseñor Ulrich, impresionado por «la inmensa sonrisa general en todos los rostros de las personas que trabajan» en esta obra. Un pensamiento dirigido a las excelentes empresas seleccionadas y a la valiosa experiencia de los compañeros.
Un reto brillantemente superado
En lo alto de los andamios que envuelven el edificio, el «jefe» de la obra muestra a sus compañeros trabajando en el tejado y habla del reto lanzado por el presidente francés, que había prometido un plazo de cinco años para reconstruir Notre-Dame. «Es un reto organizativo, para poner en marcha todo, todo el mundo y todas las categorías profesionales. Y también es un reto humano. Lo que está en juego es una increíble aventura humana. Una aventura colectiva, un equipo, un conjunto de competencias», afirmó Philippe Jost.
La espera y la impaciencia de los parisinos
Monseñor Ulrich fue nombrado arzobispo de París en el 2022 por el Papa Francisco. La obra estaba en su tercer año. Además de algunas misas celebradas o concelebradas en Notre-Dame antes de su nombramiento, aún no ha tomado posesión oficial del lugar y, desde el incendio, la mayoría de las celebraciones han tenido lugar en la iglesia de San Sulpicio.
De ahí que, en su interior, el obispo de los parisinos esté animado por una sabia impaciencia, ampliamente compartida con sus feligreses: «Los invité ante todo a esperar, a esperar lo que iba a suceder para poner a todo el pueblo de Dios en la espera de algo magnífico».
En este sentido, la catedral del 7 de diciembre del 2024 será muy diferente a la catedral del 14 de abril del 2019, el día antes del incendio. «A menudo he dicho a la gente que me pedía: 'Devuélvanos la catedral tal y como la conocemos', que no lo haré. No podré hacerlo porque ha tomado colores que no tenía hasta ahora».
El contraste entre los recuerdos de muchos de una catedral oscurecida por el tiempo ─por el humo de las velas, por las numerosas visitas a lo largo de sus ocho siglos de existencia─ y los colores brillantes y resplandecientes de la piedra, las pinturas y los frescos limpios será, sin duda, muy marcado.
«No miren sólo las magníficas piedras», dijo el arzobispo a sus fieles, «no olviden que esto es un don de Dios y un don para Dios. No olviden que los hombres hicieron humildemente lo que Dios les pidió para mostrar la fe católica. Por tanto, no estamos orgullosos de lo que se ha hecho. Simplemente estamos agradecidos».
Respeto por la destreza de las empresas
Todas estas manos precisas y hábiles merecen respeto y admiración. A los más de dos mil obreros que han trabajado en esta obra, monseñor Ulrich dedicará un momento de atención en la reapertura:
«Nos dimos cuenta de que para ellos esta obra no era trivial. [...] Lo que hacen es siempre extraordinario. Trabajar con tanta precisión, con tantas técnicas diferentes para encontrar el espíritu del lugar. Aquí, creo que es algo maravilloso haberlos visto trabajar». Un acto de fe. Esta reconstrucción es «un verdadero acto de gracia», afirmó Laurent Ulrich.
Un acto de fe
Esta reconstrucción «es un verdadero acto de gracia», prosiguió el prelado. «Un acto de fe» porque «hacía falta mucha fe para decir que se haría en cinco años. Hacía falta mucha fe, al día siguiente del derrumbe de la aguja, para decir que esa aguja volvería a estar en su sitio. Hacía falta mucha fe para pensar que en tan poco tiempo volvería a estar aquí, tanto para celebrar el misterio de Cristo como para acoger a miles de peregrinos o visitantes cada día como antes, e incluso más que antes, ya que se espera que el número aumente».
Permanecerá en nuestros corazones
Que la obra tiene un carácter inolvidable para todos los que trabajaron en ella es evidente para Philippe Jost: «Para mí y para todos los artesanos y obreros que trabajaron en esta obra, es algo único que nos marcará de por vida. Y veremos esta catedral pensando en todos estos momentos que vivimos en la obra, estos momentos magníficos [...] que habremos vivido y que realmente permanecerán presentes en nuestra memoria y en nuestros corazones».
También para monseñor Ulrich la emoción es grande: «Los días de la reapertura serán días de gran alegría, pero también de gran sencillez e interioridad. Esta alegría no debe ser una alegría de fiesta pagana, de celebración excesiva. Debe ser simplemente la alegría de toda una ciudad que encuentra aquí su corazón y que sabe que Notre-Dame es el lugar donde todos pueden venir a encontrarse consigo mismos. Todo el mundo puede venir a reunirse, todo el mundo puede encontrar la fuerza para su vida».
Jean Charles Putzolu, en vaticannews.va
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