Durante los últimos treinta años el Catecismo de la Iglesia Católica ha sido en instrumento inspirador de los fieles para reconocer la identidad cristiana. Este Catecismo es el navegador actual para los caminos de la fe sin perderse en las encrucijadas de unos tiempos líquidos
La identidad de la fe vivida
Desde las enseñanzas de los apóstoles recogidas en el Símbolo apostólico, que proclamamos los domingos hasta este Catecismo, -o en otras palabras desde el primer concilio de Jerusalén hasta el Vaticano II- , el Evangelio ha iluminado la fe y se ha hecho cultura en el espacio y en el tiempo. Hoy creemos lo mismo que los primeros cristianos y nos sabemos llamados a la santidad de vida para que Jesucristo esté presente en todas las nobles actividades humanas.
Durante los años de preparación y redacción del actual Catecismo se consultó a expertos de todo el mundo, tanto de la teología como de la pastoral. En el magisterio del Catecismo está presente el dinamismo entre novedad y continuidad que proclamaba el Vaticano II, al afirmar que bajo la superficie de lo cambiante hay muchas cosas permanentes, que tienen su último fundamento en Cristo, quien existe ayer, hoy y siempre.
Además del Catecismo, Benedicto XVI quiso que se publicara el Compendio, un resumen breve y completo, con preguntas y respuestas, y un buen índice sistemático y analítico. Una joya que todos deberíamos conocer, tenerlo en la biblioteca y consultar con los medios electrónicos. Sigue siendo muy útil para consultar sobre algunos puntos de la fe, de los sacramentos y de la vida moral de los cristianos.
Con estos instrumentos de la fe los obispos pueden enseñar la doctrina genuina de Jesucristo, los teólogos pueden investigar, los catequistas pueden mover a la fe, y las familias pueden transmitir la fe cristiana.
La unidad de la fe
La estructura del Catecismo muestra la unidad de la fe en sus principales facetas como compartida, celebrada, vivida y orante, todo bien armonizado. Se reconoce la unidad del pensamiento sobre el hombre en el mundo, para superar la fragmentación del saber, que desorienta a muchos científicos y aún más a la gente común. Por ello es como un remedio para el agnosticismo, esa enfermedad del pensamiento moderno, que lo mantiene en la desconfianza de nuestra capacidad para hallar la verdad y vivir conforme a sus exigencias.
No es una elaboración de los hombres para los hombres sino la verdad revelada de Dios sobre Sí mismo, sobre Jesucristo y la historia como Salvación, la presencia ominosa del mal, sobre el hombre, la libertad responsable y constructiva, el amor como sentido de la vida y de la muerte, y un largo etcétera. Unas certezas que superan los desconciertos de los hombres.
Esta fe objetiva revelada y la respuesta personal como virtud recibida y correspondida, enseña verdades bien determinadas contenidas en el Credo; mediante los sacramentos ofrece la gracia eficazmente vivir por Cristo, con Él y en Él; y solicita nuestra libertad reforzándola para cumplir fielmente los mandamientos de Dios que se Jesucristo ha resumido en el amor a Dios y el amor al prójimo.
Servicio a la fe y a la cultura
En el tiempo desconcertado de la posverdad hay que agradecer al Catecismo que ofrezca asideros firmes para que los católicos sepamos orientar la vida, el trabajo y nuestra misión en la sociedad. No es sólo una defensa de las verdades de la fe hacia dentro sino una ayuda a la cultura actual que ha perdido en varios aspectos el lenguaje común para poder dialogar con las otras personas y culturas. En efecto, el Catecismo utiliza el lenguaje natural que llama a las cosas sencillamente por su nombre: Dios, naturaleza humana, alma, ley natural, felicidad, matrimonio, bien común, virtud, fidelidad, oración, etcétera.
Responde de este modo a los interrogantes de todas las personas, incluso las que todavía no conocen a Jesucristo. Por ejemplo: ¿Dios es todopoderoso también contra el mal?; ¿dónde está el origen del hombre?, ¿qué hay más allá de la muerte?, ¿es posible la resurrección?, ¿para qué sirve la Iglesia?, ¿la democracia admite el relativismo?, ¿el matrimonio puede ser para siempre?, ¿el embrión es un ser humano?, o también ¿escucha Dios nuestras peticiones? Y tantas otras.
Por todo ello, este aniversario es una buena ocasión para comprobar si tenemos en casa el Catecismo y el Compendio, o si lo consultamos, a fin de tener mayor claridad sobre Dios y sus misterios, sobre la persona humana y su misión en el mundo actual, y sobre la rectitud moral con una conciencia bien formada.
Jesús Ortiz López en religionenlibertad.com
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