La esperanza en el futuro constituye el estímulo más fuerte para una actividad social en servicio de la mejor libertad
Europa vive hoy una verdadera crisis cultural y social, caracterizada por una fuerte pérdida de identidad espiritual, por la renuncia a crear una sociedad solidaria, por la desesperación y violencia crecientes y por la difusión de una ética utilitarista, que sirve, preferentemente, al poderoso. Es una crisis de la verdad. Huimos de la verdad como de la peste en casi todos los ámbitos de la vida. Hay una prevalencia de la mentira sobre la verdad porque la mentira, por su propia naturaleza, es más cómoda que la verdad. Hoy avanzamos orgullosamente hacia atrás: retrocedemos. La tragedia que está viviendo Europa es que ha olvidado sus raíces, que la hicieron creadora y difusora de los derechos humanos en todo el mundo. Lo primero que se pudre del pescado es su cabeza; en las personas, también: la cultura orienta nuestro modo de actuar en política y economía.
Se nos dice que los derechos humanos no tienen su fundamento en unas exigencias naturales permanentes del ser humano, sino que son fruto del consenso que se produce en un momento histórico determinado. Se consolida así la pintoresca idea de que en la democracia nada es verdad ni mentira; incluso sugerir que algo pueda ser verdadero se convertiría en una inmediata amenaza a la democracia. La esclavitud desapareció no porque todo el mundo estuviera de acuerdo con ello, sino, porque en un momento dado, una serie de personas que estaban en minoría −los abolicionistas− lucharon para conseguir que desapareciera. Democracia significa partir de la verdad de la dignidad humana; partir de que es verdad que el hombre tiene una dignidad, que obliga a que sus relaciones políticas se organicen de tal manera que no se le impongan normas sin que él intervenga en su elaboración.
Hace unas semanas, en Santiago de Compostela, tuvo lugar una nueva reunión de la plataforma cultural europea One of us (Uno de nosotros) que tiene como objetivo impulsar una Europa basada en la defensa de la dignidad humana. Una cita que ha reunido a ciento cincuenta intelectuales de más de veinte países de la Unión Europea y a la que tuve el honor se asistir. Un lujo escuchar a los principales referentes de esta organización como Jaime Mayor Oreja o los profesores Rémi Brague e Ignacio Sánchez Cámara. O tener la oportunidad de dialogar con el catedrático de Filosofía del Derecho, Francisco José Contreras a quien, desde hace años, sigo a través de sus libros: inspiradores.
Desde el primer momento me llamó la atención que One of us se trata de una iniciativa en positivo. No va contra nada ni contra nadie sino a favor del bien y de la verdad. Valores que Europa ha ido extraviando. La defensa de los clásicos valores y principios europeos, especialmente, la dignidad de la persona y el valor de la vida. Defender aquello que creemos bueno y verdadero, aunque, en ocasiones, suponga remar a contracorriente de la opinión mayoritaria. Estoy encantado de colaborar con un observatorio europeo de la promoción y tutela de la dignidad humana. Un auténtico privilegio. Una viva preocupación por el respeto de los derechos humanos y un decidido rechazo ante sus violaciones. La esperanza en el futuro constituye el estímulo más fuerte para una actividad social en servicio de la mejor libertad. El progreso debe ser concebido como el paso de condiciones menos humanas a condiciones más humanas.
Inevitablemente las polémicas en torno a los derechos humanos reenvían a los códigos éticos que laten detrás. Los problemas jurídicos siempre encierran una valoración ética. Una Europa con rostro humano. La gran verdad de la dignidad humana nos impone hoy una exigencia ineludible: revitalizar el debate democrático con propuestas fundamentadas, que incluyan aquellos elementos éticos sin los que nuestra convivencia sólo puede seguir llamándose «humana» cerrando los ojos a buena parte de la realidad. Con un cambio de actitud: de una reactiva a una activa. Tomar protagonismo, en positivo. Sin complejos.