Entrevista a la filósofa valenciana que presenta su último ensayo, 'Aporafobia', elegida la palabra del año
Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Política, ha presentado en el centro cultural La Nau, de Valencia su nuevo libro, Aporofobia, el rechazo al pobre, elegida palabra del año para la Fundéu BBVA. En este ensayo expone uno de los conflictos morales más arraigados y obviados de nuestro tiempo, no sólo para darle nombre sino también para significarlo y dotar al lector de las herramientas para enfrentarse a ella porque, según narra, «hoy está más presente que nunca en la sociedad», alejándola así de la democracia, porque «no todos son tratados con la misma dignidad».
Hace más de 20 años acuñó esta palabra que definía la realidad social. Ahora, tiempo después, ¿está más presente que nunca la aporofobia?
La aporofobia es tan vieja como la humanidad. Es la tendencia que tenemos a rechazar a los pobres con lo cual, desgraciadamente, a lo largo de toda la historia humana ha estado y está presente. Pero realmente en los últimos tiempos es más inadmisible que nunca, porque en 1948 hicimos una declaración de derechos humanos y a pesar de ello sigue habiendo un desprecio por algunos, los pobres. Es chocante.
¿Las nuevas vertientes políticas acentúan la palabra?
Totalmente. En el caso de Trump o el Brexit se ve claramente cómo el rechazo no ha sido tanto a los extranjeros como a los foráneos pobres. A Trump no le molestan los que tienen mucho dinero, sino los mexicanos a los que quiere poner una valla para que no pasen. El Brexit justamente quiere cerrarse frente a inmigrantes o refugiados, al resto no. Esto está pasando en muchos países donde sube el número de afiliados a partidos nacionalistas que lo promueven.
¿Qué descubrirá el lector en este libro?
Van a comprobar que hacía falta un nombre para una realidad constante: la del desprecio a los pobres. Es necesario que las cosas y los fenómenos tengan un nombre. A los ciclones y catástrofes naturales se lo ponen, porque cuando algo lo tiene la gente lo reconoce y se previene frente a ello y ese es mi objetivo.
¿Cuál fue el detonante para dedicarse plenamente a esta causa?
Vi que se utilizaba alegremente la palabra xenofobia, rechazo al extranjero, cuando no era del todo cierto. Todos estamos muy contentos de que vengan muchísimos turistas a España. Les abrimos todos nuestros hoteles y son extranjeros, pero si traen dinero estamos contentísimos. Entonces pensé que lo que nos molesta en realidad son los pobres, los extranjeros que vienen del otro lado del estrecho, los que mueren en las pateras...
¿Somos hipócritas entonces?
Más que hipócritas es que todas las personas necesitamos ayuda de los familiares, amigos, conocidos, a los que estamos dispuestos a ayudarles con tal de que sea recíproco porque no nos valemos por nosotros mismos. Y de pronto encontramos los pobres, que nos parece que no nos pueden dar nada interesante, salvo problemas, y la gente decide rechazarlos.
¿Qué sorprenderá más al lector de todas sus reflexiones?
Se van a identificar totalmente, a pesar de que no esperaban ser así. Van a reconocer cómo somos realmente. Un choque contra una cruda realidad que seguro hará reflexionar para cambiar. La cuestión es acabar con la aporofobia. Ver cuáles son las causas y acabar con ello porque todos los seres humanos quieren dignidad y no un simple precio.
¿Cuáles son las principales vías que explica para poder superarla?
El camino más claro es la educación. Debería empezar en las familias, en las escuelas, en los medios de comunicación... es fundamental mamarla en todos los ámbitos. Y también lo es crear instituciones que sean igualitarias, que nos acostumbren a que no hay seres humanos superiores e inferiores, sino que somos todos iguales. Y por lo tanto no hay unos pobres a los que despreciar, sino que somos iguales en dignidad.
¿Se educa en qué molesta el pobre y gusta el rico?
Totalmente. Ese es el gran fallo, que ya desde pequeñitos a los niños se les acostumbra a que vayan con otros amiguitos que tengan padres ricos, con los que más les puedan favorecer y ayudar, porque el día de mañana nunca se sabe a quién vas a poder necesitar. Desde pequeños se acostumbran a admirar a los ricos y poderosos y relegar a los pobres.
¿Es más odio o miedo lo que se siente hacia la palabra pobreza?
Esto es muy importante porque hoy hay mucha cultura del odio en las redes sociales. Personas que insultan de una manera despiadada y feroz contra colectivos de otra raza o de otro sexo. La cuestión es si es más adecuada la palabra odio o fobia, que quiere sobre todo recelo y miedo. Creo que todo está junto y se une cuando nos encontramos a esos a los que vemos diferentes, extraños y decidimos alejarnos.
Hoy se habla mucho de la democracia, pero ¿esto es democrático?
Justamente el subtítulo del libro es 'un desafío para las sociedades democráticas', porque no somos una sociedad democrática si existe el odio a los pobres. No debe haber excluidos y aquí a la gente le molesta tanto los pobres económicos, como las personas peor situadas. Y la democracia debe ser inclusiva por definición. Con aporofobia no podemos llamarnos demócratas.
¿Qué opina sobre el escándalo de Oxfam?
Es lamentable que unas personas que han entrado en una organización solidaria dispuestos a ayudar aprovechen la situación para abusar de personas débiles y vulnerables. Me parece totalmente atroz. Es una lástima porque daña la imagen de muchas asociaciones que sí que hacen una buena labor y ayudan a muchas personas. Han perdido lo más difícil de conseguir, la confianza. No hay que generalizar por unos cuantos inmorales.
¿Ante los cambios sociales actuales ve necesaria la creación de otra palabra que los defina?
Hay gente que me escribe diciendo sus ideas y, aunque yo no me dedico a eso, veo que efectivamente hay que buscar nombres para muchas realidades. Hay mucho camino por delante porque están habiendo muchos cambios sociales.
Entrevista de Marta Ballester, en lasprovincias.es.
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