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Que la sociedad se abra a Dios y que reconozca la libertad de religión y de educación; que los cristianos, evangelizados de acuerdo con su cultura y sensibilidad, vivan coherentemente su fe en todas sus dimensiones
Dios y la libertad, la evangelización y la coherencia cristiana han sido los grandes temas del viaje de Benedicto XVI a México, con el corazón y la mente puestos en toda América Latina.
Anunciar a Dios
Lo primero era anunciar a Dios. Hay que dejar que Dios esté presente en la vida humana y social; si no, atenerse a las consecuencias: «Debemos ver que el hombre necesita el infinito. Si Dios no está, el infinito se crea sus propios paraísos [alusión a la idolatría de la droga y del dinero], una apariencia de infinitudes que puede ser solo una mentira. Por esto es tan importante que Dios esté presente, accesible; es una gran responsabilidad ante el Dios juez que nos guía, nos atrae a la verdad y al bien, y en este sentido la Iglesia debe desenmascarar al mal, hacer presente la bondad de Dios, hacer presente su verdad, el verdadero infinito del que tenemos sed. Es el gran deber de la Iglesia. Hagamos todos juntos lo posible, cada vez más» (Encuentro con los periodistas en el vuelo a México, 24-III-2012).
Libertad de religión y de educación
El segundo gran tema es la libertad de religión y de educación. Si la Iglesia (considerada institucionalmente) cuenta con la libertad que le corresponde, a través de la educación de las conciencias contribuirá a disminuir los contrastes sociales. El Papa ve, en América Latina pero también en otras partes, un problema: «En no pocos católicos, una cierta esquizofrenia entre moral individual y pública: personalmente en la esfera individual, son católicos, creyentes, pero en la vida pública siguen otros caminos que no corresponden a los grandes valores del Evangelio, que son necesarios para la fundación de una sociedad justa».
Así que no vale una ética individualista, sino que hay que educar en la ética pública. Y esto, de modo acorde con la razón, asequible a todos; teniendo en cuenta que «la fe sirve también para liberar a la razón de los intereses falsos y de los oscurecimientos de los intereses, y así crear en la doctrina social, los modelos sustanciales para una colaboración política, sobre todo para la superación de esta división social, antisocial, que por desgracia existe. Queremos trabajar en este sentido» (Ibíd.). Y así libertad de educación, libertad de religión y libertad de conciencia van de la mano.
Nueva evangelización: corazón y razón
Un tercer tema es la nueva evangelización, que debe unir el corazón y la razón. Especialmente en América Latina, la evangelización nueva ha de mostrar a la vez al Dios grande, creador del universo regido por un orden racional, que nuestra razón reconoce y admira, y al Dios cercano a mí, interesado y pendiente de mi situación concreta. Más aún, «esta síntesis del Dios grande y majestuoso y del Dios pequeño que está cercano a mí, me orienta, me muestra los valores de mi vida es el núcleo de la evangelización». Cita las devociones de la Virgen de Guadalupe y de la Virgen del Cobre, que tocan el corazón.
Y continúa: «Pero esta intuición del corazón debe conectarse con la racionalidad de la fe y con la profundidad de la fe que va más allá de la razón. Debemos tratar de no perder el corazón, sino conectar corazón y razón, de manera que cooperen, porque sólo así el hombre está completo y puede realmente ayudar y trabajar por un futuro mejor» (Ibíd.).
Coherencia cristiana: fe, esperanza, caridad
Cómo debe ser la coherencia de los cristianos, según la fe, la esperanza y la caridad, lo explicó el Papa al aterrizar en Guanajuato.
La fe se revitaliza «con la escucha de la Palabra de Dios, los sacramentos y la coherencia de vida». Así podrán «compartirla con los demás, como misioneros entre sus hermanos, y ser fermento en la sociedad, contribuyendo a una convivencia respetuosa y pacífica, basada en la inigualable dignidad de toda persona humana, creada por Dios, y que ningún poder tiene derecho a olvidar o despreciar. Esta dignidad se expresa de manera eminente en el derecho fundamental a la libertad religiosa, en su genuino sentido y en su plena integridad» (Discurso en el Aeropuerto de Guanajuato, 23-III-2012).
Así también podrán los cristianos superar «la tentación de una fe superficial y rutinaria, a veces fragmentaria e incoherente» (Homilía en el Parque del Bicentenario, León, 25-III-2012). Y recuperarán la alegría de servir a los demás sin centrarse en su propio bienestar.
La esperanza se traduce en confianza de encontrar a Dios y recibir su gracia. Y, desde ahí, «se esfuerza en transformar también las estructuras y acontecimientos presentes poco gratos, que parecen inconmovibles e insuperables, ayudando a quien no encuentra en la vida sentido ni porvenir». La esperanza se manifiesta, por tanto, en no desfallecer «en la construcción de una sociedad cimentada en el desarrollo del bien, el triunfo del amor y la difusión de la justicia» (En el aeropuerto de Guanajuato, 23-III-2012).
Así podrá decir el domingo por la tarde, ante la Virgen de la Luz: «No hay motivos, pues, para rendirse al despotismo del mal», puesto que el mal no es capaz de frenar el plan divino de salvación. Y esto, aunque haya que sembrar el evangelio «entre espinas, unas en forma de persecución, otras de marginación o menosprecio» (Homilía en la catedral de León, México, 25-III-2012).
La caridad, elemento esencial de la misión de la Iglesia, se traduce ante todo en la atención a los más necesitados. Pero también en la oposición al utilitarismo y en la solidaridad para contribuir al bien común. «Para los católicos, esta contribución al bien común es también una exigencia de esa dimensión esencial del Evangelio que es la promoción humana, y una expresión altísima de la caridad» (Despedida en el aeropuerto de Guanajuato, 26-III-2012).
En la tierra de los cristeros que dieron su vida por Cristo, el Papa predicó la vida plena que Cristo, levantado sobre la cruz, trae a cada persona y al mundo, como dijo la Virgen de Guadalupe. Junto a Cristo Rey, situado en lo alto del cerro del Cubilete y flanqueado por una corona de soberano y otra de espinas, el Papa destacó que la realeza de Cristo es la del amor y el sacrificio. Ese es «el poder más grande que gana los corazones» (Homilía en el Parque del Bicentenario, León, 25-III-2012).
Un mensaje, en definitiva, con doble vertiente: que la sociedad se abra a Dios y que reconozca la libertad de religión y de educación; que los cristianos, evangelizados de acuerdo con su cultura y sensibilidad, vivan coherentemente su fe en todas sus dimensiones: con claridad y valentía, con la esperanza de que el sacrificio por amor siempre da fruto.
Ramiro Pellitero. Universidad de Navarra
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