El apostolado personal es el tema central de la Carta pastoral de Mons. Javier Echevarría en este mes de junio, por lo que comienza citando las últimas palabras del Señor en la tierra: id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura, para lo que todos contamos con lo que previamente había prometido: el Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todo y os recordará todas las cosas que os he dicho. Y cumplió su promesa, asegura el Prelado. Nos toca a nosotros, que somos discípulos suyos, llevar por todo el mundo, con nuestra palabra y nuestro ejemplo, el mensaje de salvación que ha confiado a los cristianos.
El mandato de Cristo ─continúa─ encontró en el corazón de nuestro Padre, por la bondad divina, una acogida pronta y alegre. Y nuestro Fundador nos ha transmitido, con garbo, ese empuje apostólico que no conoce fronteras, manifestando que San Josemaría nos enseñó siempre que, entre las pasiones dominantes que han de dirigir nuestra conducta, figura la de difundir las enseñanzas de Jesucristo. La actividad principal del Opus Dei −afirmaba− consiste en dar a sus miembros, y a las personas que lo deseen, los medios espirituales necesarios para vivir como buenos cristianos en medio del mundo. Les hace conocer la doctrina de Cristo, las enseñanzas de la Iglesia; les proporciona un espíritu que mueve a trabajar bien por amor de Dios y en servicio de todos los hombres. Se trata, en una palabra, de comportarse como cristianos: conviviendo con todos, respetando la legítima libertad de todos y haciendo que este mundo nuestro sea más justo.
Se refiere a que esta ‘pasión dominante’ tiene especial actualidad en este Jubileo extraordinario de la misericordia, asegurando que hay muchos modos de comunicar el contenido de la fe. San Josemaría insistía en el apostolado personal, de tú a tú, mediante una conversación amistosa que no pretende dar lecciones a nadie, sino manifestar sencillamente lo que nos llena el alma y es fuente de perenne alegría, y afirmando que el trato personal con Jesucristo en la oración es la fuente de la que se nutre nuestro entusiasmo por comunicar a todos la belleza de la fe, por dar luz donde los hombres viven a oscuras. Es la cercanía a Dios la que permite iluminar el mundo. Y formula algunas preguntas que sugiere hacerse: ¿estoy contento de que Dios me haya llamado a darle a conocer a los demás? ¿Es mi apostolado una siembra de paz y de alegría? ¿Tengo iniciativa en mi formación doctrinal, para dar más profundidad y vibración a mi vida interior?
Después de referirse al don de lenguas, de manera que todos entiendan el mensaje del Evangelio, independientemente de su nivel cultural o de su formación religiosa, afirma que es una gracia del Espíritu Santo, que cuenta también con nuestra iniciativa. El estudio y el repaso de la teología, realizado con responsabilidad e ilusión apostólica, nos permite saborear las verdades de la fe y descubrir modos de presentarlas en todo su atractivo, por lo que comunicar la fe no es discutir para vencer, sino dialogar para convencer, pues,con palabras de San Juan Pablo II, «las ideas no se imponen, sino que se proponen». Dialogar lleva a mostrar mejor una Verdad que ilumina decisivamente nuestras vidas. Dialogar lleva a mostrar mejor una Verdad que ilumina decisivamente nuestras vidas. Toda la vida de Jesús ─afirmaba San Josemaría─ no es más que un maravilloso diálogo, hijos míos, una estupenda conversación con los hombres. Si aprendemos a vivir así, ayudaremos y nos ayudarán en nuestra vida cotidiana y humilde, a que el Evangelio sea, para todos, luz del mundo.
Me ilusiona recordaros ─afirma para concluir su Carta─ que el día 23, en las vísperas de la fiesta de san Josemaría ─solemnidad en la Prelatura─, se cumplen setenta años de la llegada de nuestro Padre a Roma. Acuden a mi memoria los recuerdos ─se los oí contar muchas veces─ de sus primeros días en la Ciudad Eterna… (…) Me imagino bien la fe y el amor con que rezaría, en aquellas semanas, la jaculatoria con la que ─desde el comienzo de la Obra─ resumía los anhelos de su alma: Omnes, cum Petro, ad Iesum per Mariam!; todos, con Pedro, a Jesús por María. Os invito a repetirla a menudo, uniéndoos a mi oración por el Papa Francisco, por sus colaboradores, por la Iglesia entera. Especialmente en este mes de junio, que se cierra con la solemnidad de los Apóstoles Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia y patronos de la Obra.