Santa Misa y procesión eucarística en la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, en Roma
La tarde del jueves 26 de mayo, Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, el Papa presidió la Celebración Eucarística en la Basílica de San Juan de Letrán.
Luego de la Celebración Eucarística en San Juan de Letrán se llevó a cabo la tradicional Procesión Eucarística que llega hasta la no muy lejana Basílica de Santa María la Mayor.
Texto de la homilía del Santo Padre
Haced esto en conmemoración mía (1Co 11, 24.25). El apóstol Pablo, escribiendo a la comunidad de Corinto, refiere por dos veces este mandato de Cristo en el relato de la institución de la Eucaristía. Es el testimonio más antiguo de las palabras de Cristo en la Última Cena.
Haced esto. Es decir, tomad el pan, dad gracias y partidlo; tomad el cáliz, dad gracias y distribuidlo. Jesús manda repetir el gesto con el que instituyó el memorial de su Pascua, por el que nos dio su Cuerpo y su Sangre. Y ese gesto ha llegado hasta nosotros: es el hacer la Eucaristía, que tiene siempre a Jesús como protagonista, pero que se realiza a través de nuestras pobres manos ungidas de Espíritu Santo.
Haced esto. Ya en otras ocasiones, Jesús había pedido a sus discípulos que «hicieran» lo que él tenía claro en su espíritu, en obediencia a la voluntad del Padre. Lo acabamos de escuchar en el Evangelio. Ante una multitud cansada y hambrienta, Jesús dice a sus discípulos: Dadles vosotros de comer (Lc 9,13). En realidad, Jesús es el que bendice y parte los panes, con el fin de satisfacer a todas esas personas, pero los cinco panes y los dos peces fueron aportados por los discípulos, y Jesús quería precisamente eso: que, en lugar de despedir a la multitud, ofrecieran lo poco que tenían.
Hay además otro gesto: los trozos de pan, partidos por las manos sagradas y venerables del Señor, pasan a las pobres manos de los discípulos para que los distribuyan a la gente. También esto es hacer con Jesús, es dar de comer con él. Es evidente que este milagro no va destinado sólo a saciar el hambre de un día, sino que es un signo de lo que Cristo está dispuesto a hacer para la salvación de toda la humanidad ofreciendo su carne y su sangre (cf. Jn 6,48-58). Y, sin embargo, hay que pasar siempre a través de esos dos pequeños gestos: ofrecer los pocos panes y peces que tenemos; recibir de manos de Jesús el pan partido y distribuirlo a todos.
Partir: esta es la otra palabra que explica el significado del haced esto en conmemoración mía. Jesús se ha dejado partir, se parte por nosotros. Y pide que nos demos, que nos dejemos partir por los demás. Precisamente ese partir el pan se ha convertido en el icono, en el signo de identidad de Cristo y de los cristianos. Recordemos Emaús: lo reconocieron al partir el pan (Lc 24,35). Recordemos la primera comunidad de Jerusalén: Perseveraban [...] en la fracción del pan (Hch 2,42). Se trata de la Eucaristía, que desde el comienzo ha sido el centro y la forma de la vida de la Iglesia. Pero recordemos también a todos los santos y santas −famosos o anónimos−, que se han dejado partir a sí mismos, sus propias vidas, para alimentar a los hermanos.
Cuántas madres, cuántos padres, junto con el pan de cada día, cortado en la mesa de casa, se parten el pecho para criar a sus hijos, y criarlos bien. Cuántos cristianos, en cuanto ciudadanos responsables, se han desvivido para defender la dignidad de todos, especialmente de los más pobres, marginados y discriminados. ¿Dónde encuentran la fuerza para hacer todo eso? Precisamente en la Eucaristía: en el poder del amor del Señor resucitado, que también hoy parte el pan para nosotros y repite: Haced esto en conmemoración mía.
Que el gesto de la procesión eucarística, que dentro de poco vamos a hacer, responda también a este mandato de Jesús. Un gesto para hacer memoria de él; un gesto para dar de comer a la muchedumbre actual; un gesto para partir nuestra fe y nuestra vida como signo del amor de Cristo por esta ciudad y por el mundo entero.
La procesión del Corpus Christi cruzó las calles de Roma
Después de la misa presidida por el Papa en la basílica de San Juan de Letrán, la procesión del Corpus Christi recorrió las calles de Roma.