El Papa recordó a los jóvenes que amar es bello, “es el camino para ser felices”, pero no es fácil, es desafiante y supone un esfuerzo diario
Alrededor de 70.000 adolescentes participaron en la misa celebrada por el Papa Francisco en el V Domingo de Pascua con motivo del Jubileo de los adolescentes. En su homilía el Santo Padre dio a los jóvenes consejos para tener “una alegría plena en su vida”. Les recordó que amar es bello, “es el camino para ser felices”, pero no es fácil, es desafiante y supone un esfuerzo diario.
Queridos chicos y chicas, ¡qué gran responsabilidad nos confía hoy el Señor! Nos dice que la gente reconocerá a los discípulos de Jesús por cómo se aman entre sí. El amor, en otras palabras, es el carnet de identidad del cristiano, es el único “documento” válido para ser reconocidos discípulos de Jesús. El único documento válido. Si ese documento caduca y no se renueva continuamente, ya no somos testigos del Maestro.
Entonces os pregunto: ¿queréis acoger la invitación de Jesús a ser sus discípulos? ¿Queréis ser sus amigos fieles? El verdadero amigo de Jesús se distingue esencialmente por el amor concreto; no el amor “en las nubes”, no, el amor concreto que brilla en su vida. El amor es siempre concreto. Quien no es concreto y habla del amor hace una telenovela. ¿Queréis vivir ese amor que Él nos da? ¿Queréis o no queréis? Pues entonces procuremos meternos en su escuela, que es una escuela de vida para aprender a amar. Y eso es una labor para todos los días: aprender a amar.
Ante todo, amar es hermoso, es la vía para ser felices. Pero no es fácil, es comprometido, cuesta trabajo. Pensemos, por ejemplo, cuando recibimos un regalo: nos pone felices, pero para preparar ese regalo, personas generosas han dedicado tiempo y esfuerzo, y así, regalándonos algo, nos han dado también un poco de sí mismas, algo de lo que han sabido privarse. Pensemos también en el don que vuestros padres y animadores os han hecho, permitiéndoos venir a Roma a este Jubileo dedicado a vosotros. Lo han planeado, organizado y preparado todo para vosotros, y eso les da alegría, aunque quizá hayan renunciado a un viaje para ellos. Ese es el amor en concreto. Amar quiere decir dar, no solo algo material, sino algo de sí mismo: el propio tiempo, la propia amistad, las propias capacidades.
Miremos al Señor, que es invencible en generosidad. Recibimos de Él tantos dones, y cada día deberíamos agradecérselo... Yo quisiera preguntaros: ¿vosotros dais gracias al Señor cada día? Aunque nos olvidemos, Él nunca se olvida de darnos cada día un don especial. No es un regalo para tener materialmente entre las manos y para usar, sino un don más grande, para la vida. ¿Qué nos da el Señor? Nos da su amistad fiel, que no nos quitará nunca. Es el amigo para siempre, el Señor. Aunque tú lo defraudes y te alejes de Él, Jesús continua queriéndote y estando a tu lado, creyendo en ti más de cuanto tú creas en ti mismo. Ese es el amor concreto que nos enseña Jesús. ¡Y eso es muy importante!
Porque la amenaza principal, que impide crecer bien, es cuando no le importas a nadie −es triste esto−, cuando sientes que te dejan de lado. El Señor en cambio está siempre contigo y está contento de estar contigo. Como hizo con sus jóvenes discípulos, te mira a los ojos y te llama a seguirlo, a “ir mar a dentro” y “echar las redes” fiándote de su palabra, es decir, a poner en juego tus talentos en esta vida, junto a Él, sin miedo. Jesús te espera pacientemente, espera una respuesta, espera tu “sí”.
Queridos jóvenes, a vuestra edad surge en vosotros de modo nuevo también el deseo de comprometerme y de recibir cariño. El Señor, si vais a su escuela, os enseñará a hacer más hermosos también el cariño y la ternura.
Os pondrá en el corazón una intención buena, la de querer sin poseer, de amar a las personas sin quererlas como propias, sino dejándolas libres. ¡Porque el amor es libre! ¡No hay verdadero amor que no sea libre! Esa libertad que el Señor nos deja cuando nos ama. Él está siempre cerca de nosotros.
Porque siempre está la tentación de contaminar el cariño con la pretensión instintiva de tomar, de “tener” lo que gusta; y eso es egoísmo. Y también la cultura del consumismo refuerza esa tendencia. Pero cualquier cosa, si se le aprieta demasiado, se arruga, se estropea: y luego nos deja desilusionados, con un vacío dentro. El Señor, si escucháis su voz, os revelará el secreto de la ternura: cuidar a la otra persona, que quiere decir respetarla, protegerla y esperarla. Y eso es lo concreto de la ternura y del amor.
En estos años de juventud también notáis un gran deseo de libertad. Muchos os dirán que ser libres significa hacer lo que se quiera. Pero aquí hay que saber decir que no. Si tú no sabes decir que no, no eres libre. Libre es el que sabe decir que sí y sabe decir que no. La libertad no es poder hacer siempre lo que me da la gana: eso nos hace encerrados, distantes, impide ser amigos abiertos y sinceros; no es verdad que cuando estoy bien todo va bien. No, no es verdad. La libertad, en cambio, es el don de poder elegir el bien: eso es libertad. Es libre quien elige el bien, quien busca lo que la gusta a Dios, aunque sea trabajoso, no es fácil.
Pero yo creo que a vosotros jóvenes no os da miedo el esfuerzo, ¡sois valientes! Solo con decisiones valientes y fuertes se realizan los sueños más grandes, esos por los que vale la pena gastar la vida. Decisiones valientes y fuertes. No os contentéis con la mediocridad, “ir tirando” estando cómodos y sentados; no os fieis de quien os distrae de la verdadera riqueza, que sois vosotros, diciéndoos que la vida es bella solo si se tienen muchas cosas; desconfiad de quien quiere haceros creer que valéis cuando os disfrazáis de fuertes, como los héroes de las películas, o cuando vestís a la última moda.
Vuestra felicidad no tiene precio y no se comercia; no es una “app” que se descarga en el móvil: ni la versión más actualizada podrá ayudaros a ser libres y grandes en el amor. La libertad es otra cosa.
Porque el amor es el don libre de quien tiene el corazón abierto; el amor es una responsabilidad, pero una responsabilidad hermosa, que dura toda la vida; ¡es el compromiso diario de quien sabe realizar grandes sueños! ¡Ay de los jóvenes que no saben soñar, que no osan soñar! Si un joven, a vuestra edad, no es capaz de soñar, ya se ha jubilado, no sirve.
El amor se nutre de confianza, de respeto, de perdón. El amor no se realiza porque lo hablemos, sino cuando lo vivimos: no es una dulce poesía para estudiar de memoria, ¡sino una elección de vida para poner en práctica!
¿Cómo podemos crecer en el amor? El secreto está también en el Señor: Jesús se nos da a sí mismo en la Misa, nos ofrece el perdón y la paz en la Confesión. Allí aprendemos a acoger su Amor, a hacerlo nuestro, a volverlo a poner en circulación en el mundo. Y cuando amar parece pesado, cuando es difícil decir que no a aquello que está equivocado, mirad la cruz de Jesús, abrazadla y no soltéis su mano, que os conduce a lo alto y os levanta cuando caéis.
En la vida siempre se cae, porque somos pecadores, somos débiles. Pero está la mano de Jesús que nos sostiene, que nos levanta. ¡Jesús nos quiere de pie! Esas bonitas palabras que Jesús decía a los paralíticos: “¡Levantaos!” Dios nos ha creado para estar de pie. Hay una bonita canción que cantan los alpinistas cuando sube allá arriba. La canción dice así: “¡En el arte de subir, lo importante no es no caer, sino no permanecer caído!” Tener el valor de levantarse, de dejarse alzar de la mano de Jesús. Y esa mano tantas veces viene de la mano de un amigo, de la mano de los padres, de la mano de los que nos acompañan en la vida. También Jesús mismo está ahí. ¡Levantaos! ¡Dios os quiere de pie, siempre de pie!
Sé que sois capaces de gestos de gran amistad y bondad. Estáis llamados a construir así el futuro: junto a los demás y para los demás, ¡nunca contra nadie! No se construye “contra”: eso se llama destrucción.
Haréis cosas maravillosas si os preparáis bien ya desde ahora, viviendo plenamente vuestra edad tan rica de dones, y sin tener miedo del esfuerzo. Haced como los deportistas campeones, que consiguen altas metas entrenándose con humildad y duramente cada día.
Que vuestro programa diario sean las obras de misericordia: entrenaos con entusiasmo en ellas para ser ¡campeones de vida, campeones de amor! Así seréis reconocidos como discípulos de Jesús. Así tendréis el carnet de identidad de los cristianos. Y os lo aseguro: vuestra alegría será plena.
Fuente: romereports.com / vatican.va.
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