El Papa ha explicado a más de sesenta mil adolescentes que “amar quiere decir dar, no sólo algo material, sino algo de uno mismo: el tiempo personal, la propia amistad, las capacidades personales”
El jubileo más juvenil: tres días intensos de oración, confesión, peregrinación a la Puerta Santa de San Pedro, pero también momentos de fiesta y diversión en el marco del Año Santo de la Misericordia. El tema del evento jubilar, reservado a chicos y chicas de 13 a 16 años (los muchachos más grandes tendrán su Jubileo a finales de julio en Cracovia con la Jornada Mundial de la Juventud) es: "Crecer Misericordiosos como el Padre".
Queridos chicos y chicas, buenas noches. Estáis reunidos para tener un momento de fiesta y de alegría. No he podido ir y lo siento. He decidido saludaros con este vídeo. Me habría gustado mucho haber ido al Estadio, pero no me ha sido posible…
Os agradezco que hayáis acogido la invitación para venir a celebrar el Jubileo aquí, en Roma. Esta mañana habéis transformado la Plaza de San Pedro en un gran confesionario y luego habéis atravesado la Puerta Santa. No olvidéis que la Puerta indica el encuentro con Cristo, que nos mete en el amor del Padre y nos pide ser misericordiosos, como Él es misericordioso.
Mañana celebraremos juntos la Misa. Era justo que hubiera también un espacio para estar juntos con alegría y escuchar algunos testimonios importantes, que os pueden ayudar a crecer en la fe y en la vida.
Sé que lleváis un pañuelo con las Obras de misericordia corporales escritas: meteos en la cabeza esas obras, porque son el estilo de vida cristiana. Como sabéis, las Obras de misericordia son gestos sencillos, que pertenecen a la vida de todos los días, permitiendo reconocer el Rostro de Jesús en el rostro de tantas personas. ¡También jóvenes! Hay jóvenes como vosotros que pasan hambre, sed; que son prófugos o forasteros o enfermos, y requieren nuestra ayuda, nuestra amistad.
Ser misericordiosos quiere decir también ser capaces de perdón. ¡Y eso no es fácil! Puede suceder que, a veces, en familia, en la escuela, en la parroquia, en el deporte o en los lugares de diversión alguno nos pueda hacer algún desaire y nos sintamos ofendidos; o en algún momento de nerviosismo podemos ser nosotros los que ofendamos a los demás. ¡No nos quedemos con rencor o deseo de venganza! No sirve para nada: es un gusano que nos corroe el alma y no nos deja ser felices. ¡Perdonemos! Perdonemos y olvidemos el desaire recibido, así podemos comprender la enseñanza de Jesús y ser sus discípulos y testigos de misericordia.
Chicos, cuántas veces me pasa que tengo que llamar por teléfono a mis amigos, pero sucede que no consigo ponerme en contacto porque no hay cobertura. Estoy seguro de que os pasa a vosotros también, que el móvil en algunos sitios no conecta... Bien, recordad que ¡si en vuestra vida no está Jesús es como si no hubiera cobertura! No se consigue hablar y nos encerramos en nosotros mismos. ¡Pongámonos siempre donde haya cobertura! La familia, la parroquia, el colegio, porque siempre tendremos algo que decir de bueno y verdadero de este mundo.
Ahora os saludo a todos, espero que viváis con alegría este momento y os espero a todos mañana en la Plaza de San Pedro. ¡Adiós!
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Las columnas de la Plaza de San Pedro acogieron la mañana del sábado 23 de abril un improvisado e inmenso "confesionario", cuando inesperadamente llegó el Papa Francisco para confesar a algunos chicos y chicas: fue así el sorpresivo recibimiento del Obispo de Roma a los miles de adolescentes que de toda Italia y del mundo siguen llegando hasta este lugar para celebrar el Jubileo dedicado a ellos y que se prolongará hasta el 25 de abril.
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Alrededor de 70.000 jóvenes participaron en la misa celebrada por el Santo Padre en el V Domingo de Pascua con motivo del Jubileo de los chicos y chicas. Las calles adyacentes a la plaza de San Pedro estaban repletas de adolescentes que desde altas horas de la madrugada hacían fila ordenadamente y con rostros de felicidad, para tener un buen sitio y poder ver al Papa de cerca.
«En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros» (Jn 13,35).
Queridos chicos y chicas, ¡qué gran responsabilidad nos confía hoy el Señor! Nos dice que la gente reconocerá a los discípulos de Jesús por cómo se aman entre sí. El amor, en otras palabras, es el carnet de identidad del cristiano, es el único “documento” válido para ser reconocidos discípulos de Jesús. El único documento válido. Si ese documento caduca y no se renueva continuamente, ya no somos testigos del Maestro. Entonces os pregunto: ¿queréis acoger la invitación de Jesús a ser sus discípulos? ¿Queréis ser sus amigos fieles? El verdadero amigo de Jesús se distingue esencialmente por el amor concreto; no el amor “en las nubes”, no, el amor concreto que brilla en su vida. El amor es siempre concreto. Quien no es concreto y habla del amor hace una telenovela. ¿Queréis vivir ese amor que Él nos da? ¿Queréis o no queréis? Pues entonces procuremos meternos en su escuela, que es una escuela de vida para aprender a amar. Y eso es una labor para todos los días: aprender a amar.
Ante todo, amar es hermoso, es la vía para ser felices. Pero no es fácil, es comprometido, cuesta trabajo. Pensemos, por ejemplo, cuando recibimos un regalo: nos pone felices, pero para preparar ese regalo, personas generosas han dedicado tiempo y esfuerzo, y así, regalándonos algo, nos han dado también un poco de sí mismas, algo de lo que han sabido privarse. Pensemos también en el don que vuestros padres y animadores os han hecho, permitiéndoos venir a Roma a este Jubileo dedicado a vosotros. Lo han planeado, organizado y preparado todo para vosotros, y eso les da alegría, aunque quizá hayan renunciado a un viaje para ellos. Ese es el amor en concreto. Amar quiere decir dar, no solo algo material, sino algo de sí mismo: el propio tiempo, la propia amistad, las propias capacidades.
Miremos al Señor, que es invencible en generosidad. Recibimos de Él tantos dones, y cada día deberíamos agradecérselo... Yo quisiera preguntaros: ¿vosotros dais gracias al Señor cada día? Aunque nos olvidemos, Él nunca se olvida de darnos cada día un don especial. No es un regalo para tener materialmente entre las manos y para usar, sino un don más grande, para la vida. ¿Qué nos da el Señor? Nos da su amistad fiel, que no nos quitará nunca. Es el amigo para siempre, el Señor. Aunque tú lo defraudes y te alejes de Él, Jesús continua queriéndote y estando a tu lado, creyendo en ti más de cuanto tú creas en ti mismo. Ese es el amor concreto que nos enseña Jesús. ¡Y eso es muy importante! Porque la amenaza principal, que impide crecer bien, es cuando no le importas a nadie −es triste esto−, cuando sientes que te dejan de lado. El Señor en cambio está siempre contigo y está contento de estar contigo. Como hizo con sus jóvenes discípulos, te mira a los ojos y te llama a seguirlo, a “ir mar a dentro” y “echar las redes” fiándote de su palabra, es decir, a poner en juego tus talentos en esta vida, junto a Él, sin miedo. Jesús te espera pacientemente, espera una respuesta, espera tu “sí”.
Queridos jóvenes, a vuestra edad surge en vosotros de modo nuevo también el deseo de comprometerme y de recibir cariño. El Señor, si vais a su escuela, os enseñará a hacer más hermosos también el cariño y la ternura. Os pondrá en el corazón una intención buena, la de querer sin poseer, de amar a las personas sin quererlas como propias, sino dejándolas libres. ¡Porque el amor es libre! ¡No hay verdadero amor que no sea libre! Esa libertad que el Señor nos deja cuando nos ama. Él está siempre cerca de nosotros. Porque siempre está la tentación de contaminar el cariño con la pretensión instintiva de tomar, de “tener” lo que gusta; y eso es egoísmo. Y también la cultura del consumismo refuerza esa tendencia. Pero cualquier cosa, si se le aprieta demasiado, se arruga, se estropea: y luego nos deja desilusionados, con un vacío dentro. El Señor, si escucháis su voz, os revelará el secreto de la ternura: cuidar a la otra persona, que quiere decir respetarla, protegerla y esperarla. Y eso es lo concreto de la ternura y del amor.
En estos años de juventud también notáis un gran deseo de libertad. Muchos os dirán que ser libres significa hacer lo que se quiera. Pero aquí hay que saber decir que no. Si tú no sabes decir que no, no eres libre. Libre es el que sabe decir que sí y sabe decir que no. La libertad no es poder hacer siempre lo que me da la gana: eso nos hace encerrados, distantes, impide ser amigos abiertos y sinceros; no es verdad que cuando estoy bien todo va bien. No, no es verdad. La libertad, en cambio, es el don de poder elegir el bien: eso es libertad. Es libre quien elige el bien, quien busca lo que la gusta a Dios, aunque sea trabajoso, no es fácil.
Pero yo creo que a vosotros jóvenes no os da miedo el esfuerzo, ¡sois valientes! Solo con decisiones valientes y fuertes se realizan los sueños más grandes, esos por los que vale la pena gastar la vida. Decisiones valientes y fuertes. No os contentéis con la mediocridad, “ir tirando” estando cómodos y sentados; no os fieis de quien os distrae de la verdadera riqueza, que sois vosotros, diciéndoos que la vida es bella solo si se tienen muchas cosas; desconfiad de quien quiere haceros creer que valéis cuando os disfrazáis de fuertes, como los héroes de las películas, o cuando vestís a la última moda. Vuestra felicidad no tiene precio y no se comercia; no es una “app” que se descarga en el móvil: ni la versión más actualizada podrá ayudaros a ser libres y grandes en el amor. La libertad es otra cosa.
Porque el amor es el don libre de quien tiene el corazón abierto; el amor es una responsabilidad, pero una responsabilidad hermosa, que dura toda la vida; ¡es el compromiso diario de quien sabe realizar grandes sueños! ¡Ay de los jóvenes que no saben soñar, que no osan soñar! Si un joven, a vuestra edad, no es capaz de soñar, ya se ha jubilado, no sirve. El amor se nutre de confianza, de respeto, de perdón. El amor no se realiza porque lo hablemos, sino cuando lo vivimos: no es una dulce poesía para estudiar de memoria, ¡sino una elección de vida para poner en práctica! ¿Cómo podemos crecer en el amor? El secreto está también en el Señor: Jesús se nos da a sí mismo en la Misa, nos ofrece el perdón y la paz en la Confesión. Allí aprendemos a acoger su Amor, a hacerlo nuestro, a volverlo a poner en circulación en el mundo.
Y cuando amar parece pesado, cuando es difícil decir que no a aquello que está equivocado, mirad la cruz de Jesús, abrazadla y no soltéis su mano, que os conduce a lo alto y os levanta cuando caéis. En la vida siempre se cae, porque somos pecadores, somos débiles. Pero está la mano de Jesús que nos sostiene, que nos levanta. ¡Jesús nos quiere de pie! Esas bonitas palabras que Jesús decía a los paralíticos: “¡Levantaos!” Dios nos ha creado para estar de pie. Hay una bonita canción que cantan los alpinistas cuando sube allá arriba. La canción dice así: “¡En el arte de subir, lo importante no es no caer, sino no permanecer caído!” Tener el valor de levantarse, de dejarse alzar de la mano de Jesús. Y esa mano tantas veces viene de la mano de un amigo, de la mano de los padres, de la mano de los que nos acompañan en la vida. También Jesús mismo está ahí. ¡Levantaos! ¡Dios os quiere de pie, siempre de pie!
Sé que sois capaces de gestos de gran amistad y bondad. Estáis llamados a construir así el futuro: junto a los demás y para los demás, ¡nunca contra nadie! No se construye “contra”: eso se llama destrucción. Haréis cosas maravillosas si os preparáis bien ya desde ahora, viviendo plenamente vuestra edad tan rica de dones, y sin tener miedo del esfuerzo. Haced como los deportistas campeones, que consiguen altas metas entrenándose con humildad y duramente cada día. Que vuestro programa diario sean las obras de misericordia: entrenaos con entusiasmo en ellas para ser ¡campeones de vida, campeones de amor! Así seréis reconocidos como discípulos de Jesús. Así tendréis el carnet de identidad de los cristianos. Y os lo aseguro: vuestra alegría será plena.
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Después de celebrar la Santa Misa en el Jubileo de los adolescentes en una plaza de san Pedro repleta de chicos y chicas, religiosos, religiosas y enseñantes llegados de diversas partes del mundo, el Santo Padre animó a los jóvenes, una vez más, a ir "adelante con coraje", y encomendó las aspiraciones y esperanzas de cada uno a la intercesión de María, Madre de Misericordia.
Al término de esta celebración jubilar, mi pensamiento se dirige de modo particular a vosotros, queridos chicos y chicas. Habéis venido desde Italia y de diversas partes del mundo para vivir momentos de fe y de fraterna convivencia. Gracias por vuestro alegre y ruidoso testimonio. ¡Seguid adelante con valentía!
Ayer, en Burgos (España), fueron proclamados Beatos el sacerdote Valentín Palencia Marquina y cuatro de sus compañeros mártires, jóvenes, asesinados por su fe durante la guerra civil española. Alabemos al Señor por estos valientes testigos suyos, y por su intercesión les suplicamos que liberen el mundo de toda violencia.
Siempre está viva en mí la preocupación por los hermanos obispos, sacerdotes y religiosos, católicos y ortodoxos, secuestrados desde hace mucho tiempo en Siria. Dios Misericordioso toque el corazón de los secuestradores y conceda cuanto antes a esos hermanos nuestros que sean liberados y puedan volver a sus comunidades. Por eso os invito a todos a rezar, sin olvidar a las demás personas secuestradas en el mundo.
Confiamos todas nuestras aspiraciones y nuestras esperanzas a la intercesión de María, Madre de Misericordia.
Queridos jóvenes, habéis celebrado el Jubileo: ahora volved a casa con la alegría de vuestra identidad cristiana. ¡De pie, con la cabeza alta, y con vuestro carnet de identidad en vuestras manos y en vuestro corazón! Que el Señor os acompañe. Y, por favor, rezad también por mí. Gracias.
Fuente: vatican.va / news.va.
Traducción de Luis Montoya.
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