Repasamos algunos de los lugares que el peregrino podrá recorrer en esos días
El 26 de julio comienza en Cracovia la Jornada Mundial de la Juventud. Miles de jóvenes de todo el mundo compartirán unos días de oración y celebración de la fe cristiana junto al Papa Francisco. Repasamos algunos de los lugares que el peregrino podrá recorrer en esos días.
Es bueno que el joven peregrino que quiera participar en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se celebrará en Cracovia en julio tenga una idea básica de lo que es la JMJ: una experiencia conjunta de oración, encuentro personal con Cristo, explosión de fiesta y alegría en la comunicación de la fe cristiana en unión con el sucesor de Pedro que tiene como misión confirmarnos en nuestra fe. El peregrino encontrará en la JMJ la ocasión para conocer el país y profundizar en su fe.
La JMJ no es un espectáculo de fuegos de artificio, sino que busca profundizar en la responsabilidad del bautismo. Por este motivo no es casualidad que se encuadre en la celebración del 1050 aniversario del bautismo de Polonia en la persona de su primer rey, Mieszko I, en el año 966.
La JMJ da comienzo el lunes 26 de julio con una misa solemne celebrada por el cardenal Stanisław Dziwisz en las Błonia (campo) de Cracovia, una gran explanada en el centro de la ciudad donde san Juan Pablo II celebró la Santa Misa en casi todos los viajes apostólicos a su patria. También allí tendrá lugar el primer saludo al Papa Francisco y el Via Crucis en la tarde noche del viernes 29. Los jóvenes se trasladarán desde las Błonia hasta la localidad de Brzeg, en los contornos de Cracovia, muy cerca de Wieliczka. Allí, el sábado por la tarde y noche, se tendrá la vela con el Papa, y el domingo la santa Misa de clausura de la JMJ.
Más de cien mil peregrinos inscritos en la JMJ han expresado su deseo de visitar el santuario de Jasna Góra en Częstochowa, a 150 kilómetros de Cracovia. Sin lugar a dudas la Czarna Madonna (Virgen Negra) de Częstochowa, con su imagen icono de la Señora de ojos misericordiosos, fue el lugar más visitado por Karol Wojtyła. Allí está el corazón y el centro de la espiritualidad polaca. Es un lugar casi obligatorio para el peregrino mariano de la JMJ. Además de Częstochowa, hay otros lugares de interés en relación con el Papa polaco.
Łagiewniki es un distrito de Cracovia situado al sur de la ciudad. Es un lugar obligado para todos lo que vayan a la JMJ porque allí está situado el Santuario de la Divina Misericordia, donde vivió y murió santa Faustina Kowalska. En el año de la misericordia parece especialmente indicada la visita de este lugar. El diario de Faustina Kowalska fue un texto especialmente querido por Karol Wojtyła. Siguiendo una indicación precisa escrita en ese diario, estableció Juan Pablo II el domingo de la Misericordia.
Durante la segunda guerra mundial, el joven Karol Wojtyła trabajó en la fábrica de productos químicos Solvay, en el barrio de Borek Fałęcki, muy cerca de Łagiewniki. Como sacerdote y obispo estuvo muchas veces en Łagiewniki. Como Papa, san Juan Pablo II visitó dos veces el santuario de la Divina Misericordia. La primera vez fue el 7 de junio de 1997, durante su sexto viaje a Polonia. Entonces dijo que venía a este santuario movido por una imperiosa necesidad de su corazón: “Desde este lugar salió el anuncio de la misericordia de Dios que el mismo Jesucristo quiso entregar a nuestra generación a través de la beata Faustina. Es un mensaje claro e inteligible para todos. Cada hombre puede venir aquí, mirar al cuadro de Cristo misericordioso, a su Corazón que irradia gracias, y escuchar lo que oyó Faustina: ‘No tengas miedo de nada, Yo estoy siempre contigo’ (Diario, 613)”.
En su última peregrinación a Polonia, en agosto de 2002, consagró el nuevo templo de la Misericordia erigido en basílica menor. Las dimensiones de la nueva edificación permiten la acogida de miles de peregrinos. La antigua iglesia, o capilla, aunque de capacidad reducida, sigue siendo el centro del Santuario: allí se encuentra el cuadro original de Jesús Misericordioso, pintado según las indicaciones de santa Faustina, y las reliquias de ésta. Desde este lugar, el Papa Juan Pablo consagró el mundo a la Divina Misericordia el 19 de agosto de 2002.
Desde el Santuario de la Divina Misericordia se puede acceder andando, en diez minutos, al santuario de Juan Pablo II, dentro del Centro Juan Pablo II “No tengáis miedo”. Es un complejo de parques y edificios que tienen como finalidad el estudio de la vida y obras del Papa polaco, junto con la difusión de su devoción. Todos los edificios construidos son un ejemplo de que la arquitectura polaca religiosa puede ser hermosa.
La iglesia santuario posee con una cripta en cuyo altar se encuentra un relicario con sangre del santo y una serie de capillas de gran interés. Por ejemplo, en la capilla sacerdotal tenemos una réplica de la capilla de san Leonardo, donde Karol Wojtyła celebró su primera misa solemne, y también se encuentra la losa original que cubrió la tumba de Juan Pablo II en las grutas vaticanas antes de que fuera proclamado beato y depositaran sus reliquias en la basílica de San Pedro.
La iglesia principal está decorada con grandes mosaicos, llenos de luz y color, de innegable valor artístico y simbólico. Son obra del padre Marko Ivan Rupnik SJ, autor que ha realizado otras obras importantes, como la decoración de la cripta de san Giovanni Rotondo. En una de las capillas, la de la Virgen de Fátima, podemos ver la sotana que llevaba Juan Pablo II el día en que sufrió un atentado, el 13 de mayo de 1981, cuando presidía la audiencia general de los miércoles en la plaza de San Pedro. Las manchas de sangre impregnan el tejido blanco en muchas zonas.
Kalwaria Zebrzydowska es un santuario mariano fundado a comienzos del siglo XVII por el noble Mikolaj Zebrzydowski, según el modelo de la iglesia de la Crucifixión, en Jerusalén. Su fundador quiso recordar el misterio de la pasión y muerte de Cristo junto a los misterios dolorosos de María, por lo que las diferentes capillas están como entrelazadas uniendo la pasión de Cristo a la de su Madre. Está regido por los padres bernardinos, y todo el complejo pertenece al Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Quien haya visto la película “De un país lejano” (dirigida en 1981 por el polaco Krzysztof Zanussi), en la que se relata la vida de Karol Wojtyła desde el año 1926 hasta su nombramiento como Papa, recordará cómo empieza. Karol Wojtyła de niño participa en el Vía Crucis durante la Semana Santa en Kalwaria Zebrzydowska, a 15 kilómetros de Wadowice. Al acabar, va con su padre a comer en la posada del peregrino, donde ven al joven actor que escenificaba al Señor que está bebiendo una cerveza. Eso se le quedó muy grabado. Lo mismo que las palabras de su padre al morir su madre. Le señaló a la Virgen Kalwariska y le dijo: “desde ahora Ella será tu Madre”.
El 18 de agosto del 2002, Juan Pablo II se despidió de María en este Santuario con una conmovedora oración en silencio. Fue el único viaje apostólico en el que no estuvo en Częstochowa. Después de más de una hora de activo silencio tomó la palabra: “Vengo hoy a este santuario como peregrino, como venía cuando era niño y en edad juvenil. ¡Cuántas veces he experimentado que la Madre del Hijo de Dios dirige sus ojos misericordiosos a las preocupaciones del hombre afligido y le obtiene la gracia de resolver problemas difíciles, y él, pobre de fuerzas, se asombra por la fuerza y la sabiduría de la Providencia divina! Cuando visité este santuario en 1979, os pedí que orarais por mí mientras viva y después de mi muerte. Hoy os doy las gracias a vosotros y a todos los peregrinos de Kalwaria por estas oraciones, por el apoyo espiritual que recibo continuamente. Y sigo pidiéndoos: no dejéis de orar −lo repito una vez más− mientras viva y después de mi muerte. Y yo, como siempre, os pagaré vuestra benevolencia encomendándoos a todos a Cristo misericordioso y a su Madre”.
Wadowice, es el pueblo natal del Papa polaco. También es lugar obligado de visita para seguir sus pasos. Conocer a una persona es ir a sus raíces, conocer el ambiente donde nació y donde vivió su infancia. El 16 de junio del año 1999 tuvo un encuentro con un grupo de fieles en la plaza de la iglesia, y allí abrió su corazón, refiriéndose a sus recuerdos, sin leer ningún texto escrito, al hilo de su gran memoria.
La muy cuidada iglesia parroquial de la Presentación de Santa María está renovada, pero tiene el aire de los años jóvenes de Wojtyła. En ella podemos ver la pila bautismal donde el pequeño Karol fue bautizado, así como el acta de bautismo. También se puede visitar una capilla dedicada a Juan Pablo II y el renovado museo de la casa donde vivió la familia Wojtyła. Desde la ventana de la cocina de la Casa-museo se puede ver un reloj de sol en la pared de la iglesia que Lolek veía cada día al salir de su casa, y que lleva una expresión en polaco: “Czas ucieka wieczność czeka” (el tiempo pasa, la eternidad espera).
En los confines de Nowa Huta se encuentra la localidad de Mogiła, con el monasterio cisterciense de la Santa Cruz, erigido en el siglo XIII. El Cristo crucificado de Mogiła goza desde hace siglos de una gran devoción popular. Allí acudió muchas veces Karol Wojtyła atraído por su gran amor a la Cruz. En este santuario pronunció su última homilía como ordinario de Cracovia el 17 de septiembre de 1978 con ocasión de la solemnidad de la exaltación de la Santa Cruz. Decía: “De modo particular vengo a este lugar para encomendar a Nuestro Señor y a su santa Madre al nuevo Papa, elegido hace unas semanas, el sucesor de Pedro, el Papa Juan Pablo I”.
Ya como Papa regresó a este santuario de la Cruz el 9 de junio de 1979, y en aquella ocasión utilizó por primera vez la expresión “nueva evangelización”: “Nuestro padres en épocas pasadas elevaban la cruz en diferentes lugares de la tierra polaca como signo de que había llegado allí el Evangelio, que se empezaba la evangelización, que continuaba sin pausa. Con esta idea se levantó también la primera cruz en Mogiła [...]. Ahora, en los umbrales del nuevo milenio, hemos recibido una nueva señal: para unos tiempos nuevos y unas nuevas circunstancias viene de nuevo el Evangelio. Ha comenzado una nueva evangelización, una segunda, que es la misma que la primera”.
La cruz de la JMJ que transportan los jóvenes entre sus manos de un país a otro es el signo de la transmisión de la fe cristiana. La cruz girando alrededor del orbe da sentido a la historia de los días.
Este campo de concentración y de exterminio nazi me parece también un lugar de visita obligada. Me he encontrado con muchos polacos que nunca han estado en este lugar, ni piensan hacerlo. Lo entiendo. Pero en mi opinión todos deberíamos conocerlo, ya que no tenemos ningún vestigio tan dramático y tan espeluznante de la locura y del horror de las guerras del siglo XX como Auschwitz.
En Auschwitz, nombre alemán de la ciudad polaca Oświęcim (ninguna de las dos palabras son fáciles de pronunciar para el hispanoparlante), había tres campos de concentración. Se han conservado los dos primeros. “Auschwitz 1” es un museo donde se visitan los cuarteles construidos en ladrillo de buena factura y de fabricación austríaca de finales del siglo XIX (cabe recordar que esa parte de Polonia, la Galitzia, pertenecía en aquella época al imperio Austro-Húngaro). El segundo campo es Auschwitz-Birkenau. Edificado durante la guerra, se encuentra a cuatro kilómetros de distancia del primero. A uno y otro hay que ir. En uno y otro estuvieron san Juan Pablo II (el 7 de junio de 1979) y Benedicto XVI (el 28 de mayo de 2006). Ambos Papas pasaron también por la puerta con la inscripción: Arbeit macht frei, que suena a burla blasfema sobre la dignidad del hombre y del trabajo.
Los dos Papas –uno polaco y otro alemán– valoraron su visita a Auschwitz casi con las mismas palabras: “No podía no venir a este lugar”. Unas palabras que expresan la obligación de hacer justicia a la memoria de las víctimas del exterminio nazi. Los dos Papas rezaron en la celda en donde murió mártir san Maximiliano Kolbe. En numerosas ocasiones me he acercado desde Cracovia a Auschwitz-Birkenau para pasear al atardecer por las grandes explanadas del campo, atravesadas por raíles, y hacer la oración con los textos de la homilía que Juan Pablo II pronunció en aquel mismo lugar: “‘Ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe’ (1 Jn 5, 4). En este lugar del terrible estrago, que supuso la muerte para cuatro millones de hombres de diversas naciones, el padre Maximiliano, ofreciéndose voluntariamente a sí mismo a la muerte, en el búnker del hambre, por un hermano, consiguió una victoria espiritual similar a la del mismo Cristo. Este hermano vive todavía hoy en esta tierra polaca. Pero el padre Maximiliano Kolbe, ¿fue el único? Ciertamente, él consiguió una victoria que tuvo repercusión inmediata sobre sus compañeros de prisión y que tiene repercusión aún hoy en la Iglesia y en el mundo. Pero seguramente se consiguieron otras muchas victorias. Pienso, por ejemplo, en la muerte, en el horno crematorio del campo de concentración, de la carmelita sor Benedicta de la Cruz (conocida en el mundo como Edith Stein) alumna ilustre de Husserl que se ha convertido en honra de la filosofía alemana contemporánea y que descendía de una familia hebrea habitante en Wroclaw”.
Y el Papa Benedicto XVI, en el mismo escenario que su predecesor pero 27 años más tarde, gritó dramáticamente: “En un lugar como este se queda uno sin palabras. En el fondo sólo se puede guardar un silencio de estupor, un silencio que es un grito interior dirigido a Dios: ¿Por qué, Señor, callaste? ¿Por qué toleraste todo esto?” Justo después de que Benedicto XVI pronunciara esas palabras, un arco iris lleno de color se dibujó en el cielo. Todos lo pudimos ver. Era como una respuesta divina, visible, clara, silenciosa…
A algunos peregrinos se les puede hacer algo pesado la omnipresencia de Juan Pablo II en muchos ámbitos de la vida religiosa y social de Polonia. Esa gran presencia es algo natural, sí. Pero también es cierto que lo bueno hay que darlo en pequeñas dosis, ya que repetido de forma rutinaria cansa y molesta. Por eso hay que recordar que en Cracovia, lo mismo que en todo el país, hay una gran variedad de lugares y espacios dignos de visitar que no están en relación estrecha con el Papa polaco. Hay otros muchos santos relacionados con esta ciudad que es obligado citar, empezando por el obispo mártir san Estanislao y terminando por santa Faustina y su mensaje de la Misericordia: las reinas Kinga y Jadwiga Andegaweńska, los frailes Alberto Chmielowski, Simon de Lipnicy o a Rafael Kalinowski; los profesores de la Universidad Jaguelónica Juan Kanty y Mons. José Sebastian Pelchar; y la sirvienta Aniela Salawa. Sin embargo, debido a lo que Juan Pablo II ha significado para Polonia y para la historia reciente de la Iglesia, los lugares vinculados a su biografía son los que más destacan.
En Cracovia es digno de admirar su casco viejo, en especial la plaza del mercado, la colina de Wawel con la catedral y el castillo, y el barrio judío de Kazimierz. Hay muchos sitios que están en relación con la vida de Karol Wojtyła: la casa de la calle Tyniecka 10, donde vivió durante su primer año de universidad y la guerra, y donde murió su padre; la iglesia parroquial de san Florián, donde empezó sus métodos juveniles pastorales y que dio como fruto su libro “Amor y responsabilidad”; o la calle de los Canónigos, donde vivió en dos de sus casas –ahora museos– desde el 1953 hasta el 1964. Destaquemos cuatro lugares que merece la pena visitar:
1) El palacio del Obispo. Se encuentra en la calle Franciszkańska 3, pues enfrente está el convento de los franciscanos. En ese palacio Karol Wotyła entró de seminarista durante la guerra. En su capilla fue ordenado sacerdote −él sólo− por el cardenal Sapieha. Ya como obispo titular de Cracovia (entre 1964 y 1978) todos los días de 9.00 a 11.00 trabajaba en ese lugar sacro mirando al Sagrario. Habló muchas veces desde la ventana central de ese palacio en las serenatas nocturnas para jóvenes organizadas durante sus viajes apostólicos a Cracovia.
2) La catedral de Wawel. Esta catedral es un resumen de la historia de Polonia. Allí se encuentran, en su altar central, las reliquias de san Estanislao. Allí también se coronaban los reyes. En sus criptas se encuentran enterrados los prohombres de la vida religiosa, política y cultural de Polonia. En la capilla más antigua, la cripta románica de San Leonardo, Karol Wojtyła celebró el 2 de noviembre del año 1946 su primera –sus tres primeras– misas solemnes. Con ocasión de sus bodas de oro sacerdotales quiso volver a celebrar la santa Misa en esa capilla. Su acción de gracias duró dos horas. Era el 9 de junio de 1997.
3) La iglesia de Santa María. Esta iglesia, situada en la plaza del mercado, ofrece la mejor obra artística y religiosa de todo el patrimonio polaco: el retablo de la Asunción de Santa María. Es obra del escultor Wit Stwosz que en 1477 se trasladó con su familia de Núremberg a Cracovia. En esta ciudad trabajó y realizó esta obra maestra. Solamente los costos (todo el presupuesto de la ciudad de un año) dan idea de la grandeza del proyecto. El retablo se articula en torno a una trilogía mariana que ayuda a rezar. En una primera escena vemos a María dormida en torno a los apóstoles. A continuación, María en cuerpo y alma es elevada al cielo. Finalmente, la Virgen es coronada por la Trinidad. Durante sus primero años de sacerdote, Juan Pablo II solía confesar en esta iglesia. Aún hoy se puede ver el confesionario. La doctora Wanda Półtawska recuerda en su libro de memorias “Diario de una amistad” la ocasión en que acudió a esta iglesia de Santa María para confesarse. Durante la confesión, el joven sacerdote Wojtyła le dijo: “¡Ven a la Santa Misa de la mañana, y ven cada día!”. Esas palabras fueron para ella como un “trallazo”: “No le pedí que fuera el director espiritual de mi alma, no le dije nada de eso. Todo salió con naturalidad cuando al final me dijo lo que antes ningún sacerdote me había dicho: ¡Ven a la Santa Misa de la mañana, y ven cada día! Más de una vez he pensado que a decir verdad cada confesor debería dar ese consejo tan sencillo”.
4) La universidad Jaguelónica. Es la universidad más antigua de Polonia. Fundada en el año 1360 por el rey Casimiro III el Grande, fue renovada e impulsada por el rey Jagellon y su esposa santa Jadwiga (Eduviges). Karol fue estudiante de esa Universidad y recibió el doctorado honoris causa en 1983.
Ignacy Soler, Cracovia
Fuente: Revista Palabra.
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