Homilía del Papa Francisco en Santa Marta
La Primera Lectura de hoy* (Nehemías 8,1-12), describe una gran asamblea litúrgica: es el pueblo que se reúne ante la Puerta del Agua, en Jerusalén. Era el final de una historia que había durado más de 70 años, la historia de la deportación a Babilonia y, por tanto, una historia de llanto del pueblo de Dios. Como leíamos ayer (Nehemías 2,1-8), tras la caída del imperio babilónico a mano de los persas, el rey persa Artajerjes viendo que Nehemías, su copero, estaba triste mientras le servía vino, comenzó a dialogar con él. Nehemías expresa el deseo de volver a Jerusalén y lloraba: tenía nostalgia de su ciudad. Lo mismo decía el Salmo de ayer: “Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión”. No podían cantar, “en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras”, pero tampoco querían olvidar. Pienso en la nostalgia de los inmigrantes, esos que están lejos de su Patria y quieren volver. Me acuerdo del canto del coro de Génova al final de la Misa del domingo: el canto Ma se ghe penso**, recordando a todos los inmigrantes que querían estar allí, en Misa, pero estaban lejos.
Nehemías se prepara para volver y llevar al pueblo a Jerusalén. Se trataba de un viaje difícil, porque tenía que convencer a tanta gente y llevar las cosas para reconstruir la ciudad, pero sobre todo era un viaje para recuperar las raíces del pueblo. Después de tantos años, las raíces se habían debilitado, pero no perdido. Retomar las raíces significa retomar la pertenencia a un pueblo. Sin raíces no se puede vivir: un pueblo sin raíces, o que abandona sus raíces, es un pueblo enfermo. Una persona sin raíces, que ha olvidado sus raíces, está enferma. Recuperar, volver a descubrir las raíces y sacar fuerzas para ir adelante, la fuerza para dar fruto, como dice el poeta: “la fuerza para florecer, porque lo que el árbol tiene florecido viene de lo que tiene enterrado”. Es la relación entre la raíz y el bien que podemos hacer.
Pero en ese camino hay muchas resistencias: las resistencias son de los que prefieren el exilio, y cuando no hay exilio físico, pues el exilio psicológico: el auto-exilio de la comunidad, de la sociedad, esos que prefieren ser pueblo desarraigado, sin raíces. Debemos pensar en esta enfermedad del auto-exilio psicológico: hace mucho daño. Nos quita las raíces. Nos quita la pertenencia.
El pueblo sigue adelante y llega el día en que la reconstrucción está hecha. Se reúne para recuperar sus raíces, es decir, para escuchar la Palabra de Dios, que el escriba Esdras leía. Y el pueblo lloraba, pero esta vez no era el llanto de Babilonia, era el llanto de la alegría, del encuentro con sus raíces, el encuentro con su pertenencia. Acabada la lectura, Nehemías los invita a celebrarlo. Se trata de la alegría de quien ha encontrado sus raíces. El hombre y la mujer que encuentran sus raíces, que son fieles a su pertenencia, son un hombre y una mujer alegres, y esa alegría es su fuerza. Del llanto de tristeza al llanto de alegría; del llanto de debilidad por estar lejos de sus raíces, lejos de su pueblo, al llanto de pertenencia: Estoy en casa. Estoy en casa.
Puede sernos útil a todos leer el capítulo octavo de Nehemías, y leerlo: es bellísimo ese pasaje. Puede darnos la pauta para preguntarnos: ¿Yo dejo caer el recuerdo del Señor, el recuerdo de mi pertenencia? ¿Yo soy capaz de comenzar un camino, hace camino para reencontrarme con mis raíces, con mi pertenencia? ¿O prefiero el auto-exilio, el exilio psicológico, encerrado en mí mismo? Y también para preguntarse: ¿Tengo miedo de llorar? Porque si tienes miedo de llorar, tendrás miedo de reír, porque cuando se llora de tristeza, se llorará de alegría, después. Y esa es una capacidad por la cual debemos pedir la gracia: del llanto, del llanto arrepentido, triste por nuestros pecados, pero también del llanto de la alegría porque el Señor nos ha redimido, nos ha perdonado y ha hecho en nuestra vida lo que hizo con su pueblo. Pidamos al Señor esta gracia: ponernos en camino para encontrarnos con nuestras raíces.
* Lecturas continuadas del jueves XXVI del TO. En Roma y en otros muchos países no se celebran las “Témporas de acción de gracias” (ndt).
** Ma se ghe penso (Pero sí que pienso) es un viejo canto en lengua genovesa de los inmigrantes (ndt).