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Un asunto de fondo, implícito ahora en la elección de candidato y luego en las elecciones presidenciales: la religión
Acaba de comenzar en Estados Unidos el maratón electoral que concluirá el 6 de noviembre de este año 2012 con la designación de un nuevo presidente. Así como el partido demócrata tiene ya como candidato a Obama, el partido republicano tiene que recorrer un largo camino hasta agosto, que elegirá en la convención de Tampa Bay (Florida) el candidato que se enfrentará al presidente electo.
Este itinerario comprende una serie de estaciones intermedias que son las llamadas primarias: votaciones estado por estado que jalonan el largo recorrido. La primera de ellas acaba de tener lugar en el estado de Iowa. Los vencedores —prácticamente empatados— entre los siete candidatos han sido Mitt Romney, un mormón de 61 años y Rick Santorum, católico de 53 años. La siguiente votación es hoy martes día 10, en New Hampshire.
Los vencedores de Iowa
Miremos de cerca a los contendientes. Acabo de decir que Rick Santorum es un católico, ex senador por Pensilvania. Tiene siete hijos y, como católico coherente con sus convicciones, es pro-vida, defensor del matrimonio heterosexual y preocupado por la educación. A su alrededor se han congregado los protestantes evangélicos y, en general, los votantes defensores de los valores cristianos. Su contrincante, Romney, ha tenido que superar algunas dificultades por su religión mormona. Sin embargo, en una reciente encuesta del Pew Research Center, el 91% de los evangélicos blancos —los votantes republicanos más propensos a rechazar la religión del candidato— apoyarían a Romney si éste fuera designado como el candidato republicano para medirse con el presidente Obama.
Y es que un factor que está jugando fuerte es la religión. Incluso un conocido profesor de la Universidad de Notre Dame hace unos días titulaba así su análisis de las elecciones en marcha: «Es la religión, estúpido, no la economía», poniéndola a la cabeza de las motivaciones de los electores. No diría yo tanto, ya que los problemas económicos (paro y déficit público) están muy presentes en el actual contexto electoral. Sin embargo, la religión también cuenta, de acuerdo con la historia de Estados Unidos.
Incluso un presidente no especialmente fervoroso como Obama, tomó posesión en una ceremonia en la que dos pastores protestantes hicieron consideraciones religiosas (uno haciendo la invocación a Dios y otro impartiendo la bendición final), parte de la multitud asistente rezó el Padre Nuestro, el nuevo presidente juró sobre una Biblia (concretamente la usada por Lincoln en idéntica ceremonia) y aludió en el texto de su discurso hasta cuatro veces a Dios, incluidas dos invocaciones a la ayuda divina al terminar.
El sentido de la separación Iglesia/Estado
Lo cual no es excepcional ya que obedece a una vieja tradición estadounidense que, con uno u otro matiz, viene repitiéndose desde que George Washington lo hiciera en 1789. El hecho objetivo que manifiesta esa simbología es el significado de la religión en la vida pública americana. Téngase en cuenta que el propósito de la separación entre las Iglesias y el Estado en Estados Unidos no fue —por decirlo en palabras de William McLoughlin— «el de hacernos a los americanos libres de la religión, sino más bien el de hacernos oficialmente libres para la práctica de la misma».
Quiere decirse con esto que el trasfondo histórico que enmarcó el tratamiento jurídico del factor religioso en Estados Unidos fue distinto del europeo. En Estados Unidos, el poder político se limitó a abolir la religión de Estado, poniendo a todas las Iglesias en pie de igualdad, en absoluta posesión de sus bienes y libres para organizar su vida interior. Era una separación amistosa con benévola neutralidad hacia todas las Iglesias. Algo bastante distinto de la intencionalidad de la Revolución Francesa, que marca el principio del separatismo continental. Aquí el poder no perseguía una separación benévola, sino una subordinación de la Iglesia al Estado.
Se entiende así que, según estadísticas recientes, más del 90% de los encuestados norteamericanos afirma que votarían a un afroamericano, a un judío o a una mujer, y un 59% se muestran dispuestos a votar a un homosexual. Sólo un 49%, sin embargo, están dispuestos a votar a un candidato presidencial ateo.
La libertad religiosa
Sin embargo, este planteamiento, que permite hoy a un católico como Santorum o a un mormón como Romney encabezar la candidatura republicana ha necesitado un largo camino hasta el triunfo definitivo de la libertad religiosa. Un ejemplo: cuando J. F. Kennedy empezó el 2 de enero de 1960 su carrera hacia la Casa Blanca, el hecho de que un católico se presentara a la presidencia produjo resistencias. Tan es así que las referencias a su condición de católico fueron tan constantes —sobre todo en las primarias— que hubo de salir al paso con cierta reiteración. Hasta que un día estalló: «Nadie me preguntó si era católico cuando me enrolé en la Marina de Estados Unidos. Nadie preguntó si mi hermano era católico o protestante antes de que subiera al bombardero norteamericano en que voló su última misión». El 20 de enero de 1961, como primer presidente católico de la historia, se sentaba en el Despacho Oval.
Hoy es absolutamente normal que los católicos accedan a cargos públicos sin especiales problemas. Por ejemplo, de un total de 435 congresistas estadounidenses hay actualmente 135 católicos (31,03%). Y el esfuerzo de las organizaciones católicas en temas sociales es especialmente valorado. No se olvide que, cada año, las organizaciones católicas invierten cerca de 30.000 millones de dólares en servicios sociales y educativos.
De las elecciones de 2004 a las de 2012
Se entiende así, que las elecciones de 2004 enfrentaran a un católico (Kerry) contra un protestante (Bush), pero sin reproducir las tensiones entre protestantes y católicos que existieron en la contienda Nixon/Kennedy. Se habló de aborto, pena de muerte, células madre, matrimonio entre homosexuales, pedofilia entre el clero, etc., pero no de “relaciones de obediencia de los católicos romanos con su Iglesia”. La división se produjo esta vez entre votantes “devotos” (protestantes o católicos) y los llamados cristianos “self service” (católicos o protestantes), que practican más o menos, pero no suelen seguir las indicaciones de sus Iglesias sobre temas controvertidos. Algo parecido pasó en las elecciones de 2008: seis precandidatos católicos iniciaron la carrera electoral y fue nombrado vicepresidente otro católico: J. Biden, aunque no del todo ortodoxo en sus opiniones sobre temas morales.
Los católicos históricamente han tendido tradicionalmente al voto demócrata. Los republicanos representaban al votante blanco y protestante. La tendencia cambió con Reagan. Como ha explicado Michael Novak, Reagan comprendió que una de las claves del voto de los católicos era y es la familia. La insistencia en la familia le ganó un apoyo importante del voto de los católicos, que luego volvió a los demócratas, con Clinton, y ahora está —me refiero a los católicos activos— con aquellos candidatos que apoyan los valores cristianos. El Religion News Service subraya que, durante el último cuarto de siglo, los católicos activos y los evangélicos blancos cada vez votaron más a los republicanos, convirtiendo la oposición al aborto y al matrimonio entre personas del mismo sexo en temas políticos importantes.
Tal vez por eso, uno de los factores que está jugando un papel importante en las actuales elecciones son las últimas políticas sociales de Obama en relación con el aborto, los matrimonios entre personas del mismo sexo y la política exterior de apoyo al control de población a través de esterilizaciones y anticonceptivos. Por ejemplo, la administración de Obama acaba de retirar las subvenciones públicas al Office of Migrations and Refugee Services, el organismo no gubernamental de atención a emigrantes y refugiados más importante de los Estados Unidos. Impulsado por los obispos estadounidenses desde 2006, atiende al 26% del total de inmigrantes llegados a la Unión Americana, cubriendo un campo al que el Estado no llega, en aspectos como el combate de la prostitución de mujeres inmigrantes y el comercio de órganos. La verdadera razón era que este organismo se negaba a financiar abortos. Los obispos han protestado enérgicamente declarando que «parece que existe una nueva regla no escrita del Departamento de Salud. Es la regla del ‘abc’: “Anybody But Catholics” (Todos, excepto los católicos)». Esto también tendrá consecuencias electorales.
Rafael Navarro-Valls
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