Se requieren acciones más comprometidas de la comunidad internacional para asegurar libertades y derechos consagrados en los "grandes textos"
ReligionConfidencial.com
Desde hace tiempo, la Agencia Fides publica al final de año los nombres de los llamados "agentes de pastoral" que perdieron la vida de forma violenta en los últimos doce meses
A pesar de las noticias luctuosas de Nigeria, América ocupa el primer lugar en el balance, por tercer año consecutivo: murieron trece sacerdotes y dos laicos. Sigue África, con dos sacerdotes, tres religiosas y un laico. Después, Asia, con dos sacerdotes, una religiosa, y un seglar. Por último, en Europa, donde también fue asesinado un sacerdote, aunque éste no por razones de odio religioso, sino en virtud de un delito común.
Lógicamente, este balance anual no incluye el "común de mártires": ese número ingente de cristianos que sufren la opresión, en tantos casos hasta perder la vida. Basta pensar en la situación de Iraq, Irán, Siria, Sudán, Egipto o Nigeria. Así como en la deriva de la primavera árabe hacia la promulgación de la sharía, la ley islámica, en algunos países. Massimo Introvigne, delegado italiano en la OSCE para la lucha frente al racismo, la xenofobia y la intolerancia y discriminación contra los cristianos, afirmó en Budapest a mediados de 2011 que muere un cristiano en el mundo cada cinco minutos. Por si parecía exagerado, lo explicó con detalle en labussolaquotidiana.it, del 8-6-2011.
Este año terminó con un grave incremento de la incomprensión hacia los cristianos, con demasiadas acciones violentas. Han merecido la repulsa de los foros internacionales, desde el Parlamento Europeo, hasta la propia ONU, por ejemplo, a raíz de los atentados en Navidad contra iglesias de Nigeria.
No es necesario repetir el denominador común de esa violencia en el mundo. Responde al "absolutismo", como en otros momentos de la historia del cristianismo, desde las iniciales persecuciones en Palestina y en el imperio de Roma. Los poderes que se consideran poseedores de toda la verdad, no pueden aceptar a los disidentes, especialmente por la coherencia en la práctica de sus convicciones.
Los dos grandes "absolutos" del siglo XX fueron el nazismo y el comunismo. La terrible magnitud de la Shoah ha hecho olvidar a algunos que Hitler tampoco perdonó a cristianos comprometidos, algunos de origen judío, como Edith Stein, arrancada de su Carmelo para morir en Auschwitz.
Con la caída de la URSS y del Muro de Berlín, desaparecía el otro gran absoluto contemporáneo, y se abría la esperanza de libertad y de fe a millones de personas. Se ha recordado justamente hace unos días en las exequias de Vaclav Havel en la catedral de Praga.
Se comenzó a advertir entonces un "absoluto" inadvertido: la inflexible intolerancia islamista, vigente políticamente en muchos rincones del mundo, aunque en Occidente fuera sólo objeto de debates más bien académicos, si se exceptúa Francia, donde Jacques Chirac comenzó un periodo de recuperación de conceptos básicos sobre laicidad: no contra la Iglesia, como en 1905, sino más bien frente a la creciente manifestación pública de conductas basadas en doctrinas de Mahoma.
En algunos países occidentales se ha ido consolidando más bien cierta cristianofobia, amparada en el principio de laicidad y en supuestas exigencias radicales de las libertades democráticas. Aparece de modos diversos, también como consecuencia del encogimiento de los creyentes; en España, por exceso de fideísmo: las frecuentes intervenciones públicas de la Jerarquía contrastan con la incapacidad real de los fieles de «dar razón de su esperanza», siempre «con mansedumbre y respeto, y teniendo limpia la conciencia, para que quienes calumnian vuestra buena conducta en Cristo, queden confundidos en aquello que os critican» (primera carta de Pedro, 3, 15-16).
De España, me preocupa sobre todo la exigua formación intelectual de los creyentes, origen de tantos complejos de inferioridad. No es soberbia la falta de gallardía, ni humildad la renuncia a derechos que son deberes. Pero en el mundo hay combates culturales y políticos de magnitud, que requieren acciones más comprometidas de la comunidad internacional para asegurar libertades y derechos consagrados en los "grandes textos". Ojalá en 2012 crezca la libertad religiosa y mengüen los fanatismos e intolerancias.