La familia es el primer lugar donde aprendemos a comunicar de modo más auténtico y humano
El mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de las Comunicaciones sociales de 2015 lleva por título: Comunicar la familia: ambiente privilegiado del encuentro en la gratuidad del amor (23-I-2015).
Con ese título se propone que la familia cristiana sea −en su existencia, en su autenticidad y en la belleza de su proyecto hecho realidad− escuela de comunicación y sujeto de comunicación. Más aún, que la familia sea el mensaje mismo de su propuesta ante el mundo; de esa comunicación que es el “hacer familia” dentro y fuera del hogar. «La familia −señala− es el primer lugar donde aprendemos a comunicar», a comunicar de modo más auténtico y humano.
1. El Papa construye su mensaje −que podemos estructurar en 10 pasos− sobre el trasfondo de la visita de María a su prima Isabel (cf. Lc 1,39-56). Al saludo de María responde el hijo de Isabel desde su seno, seguido de la exclamación de Isabel bendiciendo a María por el fruto de su vientre, y luego viene el canto gozoso del Magnificat por parte de María. En esa escena, observa Francisco, se muestra a la comunicación como «un diálogo que se entrelaza con el lenguaje del cuerpo».
Y explica: «Exultar por la alegría del encuentro es, en cierto sentido, el arquetipo y el símbolo de cualquier otra comunicación que aprendemos incluso antes de venir al mundo». Por ello «el seno materno que nos acoge es la primera “escuela” de comunicación, hecha de escucha y de contacto corpóreo, donde comenzamos a familiarizarnos con el mundo externo en un ambiente protegido y con el sonido tranquilizador del palpitar del corazón de la mamá». De tal manera que «este encuentro entre dos seres a la vez tan íntimos, aunque todavía tan extraños uno de otro, es un encuentro lleno de promesas, es nuestra primera experiencia de comunicación. Y es una experiencia que nos acomuna a todos, porque todos nosotros hemos nacido de una madre».
2. En segundo lugar, después del nacimiento permanecemos en la familia como «seno hecho de personas diversas en relación». Y, por tanto, como «lugar donde se aprende a convivir en la diferencia» (EG, 66). En la familia existen «diferencias de géneros y de generaciones, que comunican antes que nada porque se acogen mutuamente, porque entre ellos existe un vínculo. Y cuanto más amplio es el abanico de estas relaciones y más diversas son las edades, más rico es nuestro ambiente de vida».
3. A partir del vínculo familiar y en el seno de la familia −prosigue Francisco− aprendemos a hablar la “lengua materna”, la lengua de nuestros antepasados. Y podemos dar a otros lo que nosotros mismos hemos recibido, incluida la capacidad de generar vida y hacer cosas buenas y bellas. «Podemos dar porque hemos recibido, y este círculo virtuoso está en el corazón de la capacidad de la familia de comunicarse y de comunicar; y, más en general, es el paradigma de toda comunicación».
4. Cuarto paso, en la familia se transmite esa «forma fundamental de comunicación que es la oración». Los padres rezan por los niños recién nacidos. Luego los niños van aprendiendo las oraciones sencillas que les sirven también para rezar por otras personas, por los abuelos y otros familiares, los enfermos, los más necesitados. «Así −señala el Papa− la mayor parte de nosotros ha aprendido en la familia la dimensión religiosa de la comunicación, que en el cristianismo está impregnada de amor, el amor de Dios que se nos da y que nosotros ofrecemos a los demás».
5. Quinto, en la familia aprendemos a salir de nosotros mismos hacia otros y hacia otras familias. Aquí se manifiesta la «comunicación como descubrimiento y construcción de proximidad»; es decir, «es la capacidad de abrazarse, sostenerse, acompañarse, descifrar las miradas y los silencios, reír y llorar juntos, entre personas que no se han elegido y que, sin embargo, son tan importantes las unas para las otras».
Así se llega a «reducir las distancias, saliendo los unos al encuentro de los otros y acogiéndose, es motivo de gratitud y alegría», observa volviendo explícitamente sobre la escena de la visitación de María a Isabel. «También la familia está viva si respira abriéndose más allá de sí misma, y las familias que hacen esto pueden comunicar su mensaje de vida y de comunión, pueden dar consuelo y esperanza a las familias más heridas, y hacer crecer la Iglesia misma, que es familia de familias». El Papa habla de ese “hacer familia” que se contagia también desde las familias a otras familias y hace crecer a la Iglesia; a su vez, este crecimiento de la Iglesia apoya y hace crecer a las familias.
6. Sexto paso, la familia es la principal escuela para «experimentar los límites propios y ajenos, los pequeños y grandes problemas de la convivencia, del ponerse de acuerdo». Como no existe la familia perfecta, no hay que tener miedo a la imperfección, a la fragilidad, ni siquiera a los conflictos; más bien hay que aprender a afrontarlos de manera constructiva. Y por ese motivo, «la familia en la que, con los propios límites y pecados, todos se quieren, se convierte en una escuela de perdón»; porque −dice Francisco− el perdón es una dinámica de comunicación: una comunicación que se desgasta, se rompe y que, mediante el arrepentimiento expresado y acogido, se puede reanudar y acrecentar.
7. Séptimo, la familia como escuela de la escucha, del respeto y del diálogo: «Un niño que aprende en la familia a escuchar a los demás, a hablar de modo respetuoso, expresando su propio punto de vista sin negar el de los demás, será un constructor de diálogo y reconciliación en la sociedad». Y en la misma línea nos enseñan mucho las familias con hijos afectados por una o más discapacidades. «El déficit en el movimiento, los sentidos o el intelecto supone siempre una tentación de encerrarse; pero puede convertirse, gracias al amor de los padres, de los hermanos y de otras personas amigas, en un estímulo para abrirse, compartir, comunicar de modo inclusivo; y puede ayudar a la escuela, la parroquia, las asociaciones, a que sean más acogedoras con todos, a que no excluyan a nadie».
8. Octavo, la familia es «escuela de comunicación como bendición», en un mundo donde tan a menudo se maldice, se habla mal, se siembra cizaña, se contamina nuestro ambiente humano con las habladurías, donde en ocasiones es como si prevaleciera inevitablemente el odio y la violencia, cuando las familias están separadas entre ellas por muros de piedra o por los muros no menos impenetrables del prejuicio y del resentimiento. Entonces −apunta el Papa− el único modo para romper la espiral del mal, para testimoniar que el bien es siempre posible, para educar a los hijos en la fraternidad, «es en realidad bendecir en lugar de maldecir, visitar en vez de rechazar, acoger en lugar de combatir».
9. Noveno, conviene plantearse el lugar de los modernos medios de comunicación en la familia, para la comunicación que es y se da en la familia. De un lado «La pueden obstaculizar si se convierten en un modo de sustraerse a la escucha, de aislarse de la presencia de los otros, de saturar cualquier momento de silencio y de espera, olvidando que “el silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido” (Benedicto XVI, Mensaje para la XLVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 24 enero 2012)». Por otro lado, «la pueden favorecer si ayudan a contar y compartir, a permanecer en contacto con quienes están lejos, a agradecer y a pedir perdón, a hacer posible una y otra vez el encuentro». Los padres también en esto deben ser los primeros educadores con la ayuda de la comunidad cristiana, para enseñar a vivir en el mundo de la comunicación según los criterios de la dignidad de la persona humana y del bien común.
10. Décimo y último −y aquí Francisco invita a seguir las mejores sugerencias de la mejor comunicación contemporánea− «el desafío que hoy se nos propone es, por tanto, volver a aprender a narrar, no simplemente a producir y consumir información». Y a la vez advierte: «La información es importante pero no basta, porque a menudo simplifica, contrapone las diferencias y las visiones distintas, invitando a ponerse de una u otra parte, en lugar de favorecer una visión de conjunto».
Concluye el Papa argentino invitando a vivir la familia no como un campo en el que se comunican opiniones, o un terreno en el que se combaten batallas ideológicas, o un modelo abstracto que hay que defender o atacar; sino como «un ambiente en el que se aprende a comunicar en la proximidad y un sujeto que comunica, una “comunidad comunicante”». En este sentido la familia sigue siendo un gran recurso de la humanidad, «espacio donde todos aprendemos lo que significa comunicar en el amor recibido y entregado». Ahí se aprende que «narrar significa más bien comprender que nuestras vidas están entrelazadas en una trama unitaria, que las voces son múltiples y que cada una es insustituible».
En efecto, la familia cristiana es escuela de comunicación porque comunica la belleza y la riqueza del plan divino, y, así, no simplemente defiende el pasado sino que trabaja por el futuro.
Ramiro Pellitero. Universidad de Navarra
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