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Un repaso a las diversas dimensiones, desde lo más material a lo más espiritual, de la beatificación de Juan Pablo II
«Es una invitación, un estímulo para todos nosotros hacia una vida cristiana más profunda y plena». Así ha definido la Congregación para las Causas de los Santos el gran acontecimiento eclesial de 2011, junto con la Jornada Mundial de la Juventud.
Hablamos de la beatificación del papa Juan Pablo II que tendrá lugar el próximo domingo 1 de mayo en Roma; un hecho histórico, por la relevancia del pontífice en la historia reciente de la Iglesia y también porque es la primera vez que un papa, Benedicto XVI, beatifica a su más inmediato predecesor.
Fue también el Papa actual quien decidió que el pontífice sólo presidirá las canonizaciones, no las beatificaciones. Pues esta será la segunda vez que Ratzinger hace una excepción a esta norma, tras la beatificación en septiembre de 2010 del cardenal John Henry Newman en Birmingham.
Repasemos ahora las diversas dimensiones, desde lo más material a lo más espiritual de esta beatificación.
Colapso: se esperan 2,5 millones de peregrinos
En una primera aproximación material al acontecimiento, la palabra más adecuada es la de "colapso": Roma vivirá un acto grandioso que no se repetía desde las celebraciones del Jubileo 2000. Fuentes de la Santa Sede esperan que ese día se acerquen unos 2 millones y medio de peregrinos hasta el Vaticano para vivir en directo este momento histórico.
Además, el colapso se multiplica al coincidir la fecha con la conmemoración del Día del Trabajo, que tiene mucha tradición en la capital italiana. Normalmente el primero de mayo atrae a las calles de Roma alrededor de un millón de personas para participar en el tradicional concierto de la plaza de San Giovanni.
La movilización es impresionante; casi todas las diócesis españolas organizan peregrinaciones a Roma. Sólo 24 horas después del anuncio de la beatificación, todos los hoteles de los alrededores del Vaticano quedaron sin habitaciones libres para esa fecha.
El aumento de precios de los billetes de avión para estos días y de las habitaciones de hotel señala la magnitud del acto: en estos momentos, destaca Iñaki Díez de TVE, se está pagando hasta 330 euros por habitación y noche en un hotel de dos estrellas, y las reservas mínimas son de cuatro noches. Los alojamientos alternativos en residencias y casas de religiosos también se quedaron enseguida sin plazas. Ahora muchas personas buscan un lugar en las poblaciones cercanas a Roma.
La Prefectura de la Casa Pontificia se vio desbordada desde el primer momento debido a las peticiones de entradas, para acceder a la beatificación, procedentes de todo el mundo, que como es sabido siempre son gratuitas. La reacción fue decidir que no harán falta entradas, aunque habrá los habituales controles de seguridad para acceder a la plaza de San Pedro y en las zonas adyacentes y recordar que "las entradas concedidas por la Prefectura de la Casa Pontificia, con ocasión de las ceremonias pontificias o de audiencias generales, son siempre gratuitas, y ninguna persona física o entidad puede pretender ningún pago". Este recordatorio viene dado porque se han detectado por internet ofertas de venta de entradas.
Las únicas entradas emitidas serán para las autoridades civiles, que ocuparán lugares reservados, pero incluso para ellas habrá restricciones. Como se prevé una gran afluencia de delegaciones provenientes de todo el mundo, a las embajadas ante la Santa Sede se les ha comunicado algunas indicaciones taxativas: en el caso de que quien presida la delegación sea un jefe de Estado o de gobierno no se le asignarán cuatro puestos complementarios, sino sólo dos.
Principales momentos de la beatificación
El sábado día 30 de abril habrá una vigilia de preparación en el Circo Máximo de Roma. La preparación de la vela será hacia las 8 de la tarde, y la celebración será desde las 9 hasta las 10 y media de la noche. Esta vela está organizada por la diócesis de Roma, de la que el difunto papa polaco fue obispo, y la presidirá el cardenal Agostino Vallini, vicario general del Papa para la diócesis de Roma. El Papa Benedicto XVI se unirá a la celebración a través de una conexión por vídeo.
El día siguiente, a las 10 de la mañana, tendrá lugar la beatificación en la Plaza de San Pedro, presidida por Benedicto XVI. Esta celebración tendrá las características de toda beatificación: se leerá una breve síntesis de la vida de Juan Pablo II, y a continuación, Benedicto XVI proclamará solemnemente al nuevo beato y será desvelada su imagen que colgará de la fachada de la basílica; serán, sin duda, los momentos más especiales. Después se venerará una reliquia del nuevo beato.
Inmediatamente después de la ceremonia, se procederá a la veneración de las reliquias de Juan Pablo II, que estarán colocadas en la Basílica de San Pedro, ante el Altar de la Confesión, y que durará mientras haya afluencia de fieles. El cerimonier pontifici, Guido Marini, ha declarado a Radio Vaticano que la caja que contiene los restos mortales de Juan Pablo II será «oportunamente adornada, ya que no se podrá ver el cuerpo». También añadió que «los peregrinos podrán acceder para una breve veneración. Se ha pensado exponer el féretro del nuevo beato en la basílica para favorecer un clima de recogimiento y de oración, de forma que los peregrinos puedan realizar este acto en un contexto auténticamente religioso».
El lunes 2 de mayo tendrá lugar una Misa de acción de gracias en la plaza de San Pedro, presidida por el cardenal Tarsicio Bertone, secretario de Estado. Después, sin participación de los fieles, los restos mortales de Juan Pablo II se colocarán sobre un túmulo en la basílica vaticana, en la Capilla de San Sebastián.
El contexto de la beatificación
Ya en el funeral de Juan Pablo II aparecieron entre el pueblo unas pancartas reclamando su canonización: "santo súbito"; en aquellos momentos era expresión del sentimiento de muchas personas respecto a Juan Pablo II: «conocimos un santo en vida». Una de las personas más cercanas al difunto Papa, el ex portavoz de la Santa Sede Joaquín Navarro-Valls, en una entrevista se ha unido recientemente a esta opinión: «la beatificación es la confirmación de lo que pensaba entonces, que su vida era la de una persona que estaba siendo santa, pues los santos, o lo son mientras viven, o no lo serán nunca».
Navarro-Valls no rehuye algunas de las polémicas recientes que han podido oscurecer este acontecimiento. En primer lugar la que hace referencia a la aprobación del milagro necesario para la beatificación, la curación de la enfermedad de parkinson de la religiosa francesa Marie Simon Pierre. Esta curación «ha sido analizada, estudiada y valorada con un rigor médico extraordinario».
Otra polémica es la del caso, tristemente conocido, del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel: algunas voces acusan a Juan Pablo II de haber tapado el caso. Navarro-Valls declara al respecto que «el procedimiento canónico contra Maciel se inició durante el pontificado de Juan Pablo II, aunque Maciel públicamente juraba que todo era una calumnia». Este procedimiento finalizó en los primeros meses del pontificado de Benedicto XVI.
Juan Pablo II, un santo de nuestro tiempo
Acabamos haciendo una síntesis de lo que el decreto para la beatificación ha destacado de Juan Pablo II; un documento ciertamente curioso, de la congregación para las causas de los santos, del pasado 14 de enero:
1. Su aportación al Concilio Vaticano II. El decreto afirma que el joven arzobispo de Cracovia fue uno de los padres conciliares más activos. Hizo una aportación significativa al esquema XIII que luego se convertiría en la Gaudium et Spes, y también en la Lumen Gentium. Wojtyla llevó a las aulas conciliares toda su experiencia «de evangelización y de misión de la Iglesia, en Europa occidental, y sobre todo la del ateísmo totalitario en Polonia y en otros países del bloque soviético».
2. Su confianza en la Virgen. El lema de su pontificado, 'Totus Tuus' indica que Juan Pablo II se dedicó totalmente al servicio del Señor, por intercesión de su Madre. Esta fue la razón de ser de todo su pontificado, sus viajes internacionales y también sus documentos escritos.
3. La guerra de Irak y su trabajo por la paz. Se destacan todos los esfuerzos que realizó Juan Pablo II para evitar la guerra entre Estados Unidos e Irak, en 2003. Sus encuentros con diplomáticos de primer nivel y el envío de los cardenales Echegaray y Laghi para ver a Hussein y Bush, respectivamente.
4. El Jubileo del año 2000. No fue para Juan Pablo II, dice el decreto, «un pretexto para la acción pastoral, sino una realidad histórica que recuerda la venida de Jesús de Nazaret y todo lo que este acontecimiento histórico ha traído consigo, la redención, el testimonio del amor de Dios en la Cruz y en la resurrección, la vida de la Iglesia primitiva, el camino de salvación realizado por el Salvador para el que ha introducido en su Iglesia como un signo e instrumento de unidad interna con Dios, así como de la familia humana».
5. La juventud y las JMJ. Un hecho curioso citado por el decreto y que explica el interés de Juan Pablo II por la "gente", las personas concretas, no sólo por la "multitud que reunía". Después de la misa de Varsovia en 1991, Juan Pablo II se dio cuenta de que los jóvenes, en las zonas más alejadas del altar, iban y volvían, bebían cerveza y cocacola. «Aquí ha habido un cambio en la sociedad, no sólo debemos fijarnos en los primeros lugares. Los ‘vips’ están siempre sentados de la misma manera, pero 'los márgenes' son importantes y merecen nuestra atención».
Se destacan sus iniciativas para la formación de los laicos, con la iniciativa de las Jornadas Mundiales de la Juventud como punto fundamental. La constatación de trabajar por la juventud, que continúa Benedicto XVI, como ha expresado en su libro Luz del mundo: «una nueva generación llega, con nuevos problemas. La generación de finales de los sesenta, con sus peculiaridades, vino y se fue. Incluso la siguiente generación, más pragmática, ha envejecido. Hoy en día nos tenemos que preguntar: ¿cómo hacer frente a un mundo que se pone en peligro y en el que muchas veces el progreso mismo se convierte en un peligro?, ¿No tendríamos que empezar todo de nuevo desde Dios?».
En la entrevista antes citada, Navarro-Valls también hace referencia a la conexión que Juan Pablo II tuvo con los jóvenes: «Ven el valor de la verdad en su mensaje, aunque es muy diferente de lo que oyen en los foros convencionales», aunque a veces, señala, no tengan la fuerza para vivir el nivel ético que proponen.
El analista judío Tony Judt ha reconocido en un libro de reciente publicación que «el sorprendente poder de atracción del fallecido papa Juan Pablo II por los jóvenes, tanto católicos como no católicos, nos debería hacer pensar: los seres humanos necesitamos un lenguaje con el que expresar nuestros instintos morales».
6. La sencillez de su oración. La actividad frenética del papa sólo se sostenía por una intensa vida de oración, de unión personal con Dios. Se ponen ejemplos de desapariciones del entonces cardenal de Cracovia y después del Papa en sus viajes apostólicos, y cómo se lo encontraban en intensa oración, a veces por la noche.
7. Su testamento. Lo empezó a escribir en 1979 y lo modificaba cada año durante sus ejercicios espirituales. Juan Pablo II era consciente de que estamos viviendo momentos muy difíciles de la historia, y que el Sucesor de Pedro tiene el deber de confirmar en la fe, pero era igualmente consciente de que el aspecto más importante fue el de confiar en Dios.
8. Dios, fundamento de todos nuestros esfuerzos. Este es un aspecto esencial, según el decreto, para «entender más profundamente la personalidad del nuevo beato para la Iglesia. El fundamento de todos los esfuerzos de nuestra vida está en Dios. Estamos rodeados por el amor divino, por los resultados de la Redención y la Salvación. Pero hay que ayudar a que se arraigue profundamente en Dios mismo, tenemos que hacer todo lo posible para que se realicen actitudes personales y sociales arraigadas en la realidad de Dios. Esto requiere paciencia, tiempo y la capacidad de ver todo a través de los ojos de Dios».
9. La Divina Misericordia. En el año 2000 con la canonización de Faustina Kowalska y con su visita y consagración del nuevo santuario de Cracovia, en 2002, Juan Pablo II consagró el mundo a la Divina Misericordia afirmando: «Se necesita la misericordia para hacer que toda injusticia en el mundo acabe en el resplandor de la verdad. Por eso hoy, en este santuario, quiero consagrar solemnemente el mundo a la Misericordia Divina. Lo hago con el deseo ardiente de que el mensaje del amor misericordioso de Dios, proclamado aquí a través de santa Faustina, llegue a todos los habitantes de la tierra y llene su corazón de esperanza. Que este mensaje se difunda desde este lugar a toda nuestra querida patria y al mundo. Ojalá se cumpla la firme promesa del Señor Jesús: de aquí tiene que salir 'la chispa' que preparará al mundo para su última venida». Juan Pablo II fue testigo de esta Divina Misericordia y precisamente será beatificado el domingo dedicado a esta devoción, el domingo segundo de Pascua, de la Divina Misericordia.
Francesc Xavier Bisbal i Talló
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