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En África se ha vuelto a poner de manifiesto la opción por los sencillos, coherente con las necesidades actuales allí y otras necesidades en todo el mundo
El viaje de Benedicto XVI a África, para entregar la exhortación apostólica Africae munus, “al servicio de la reconciliación, la justicia y la paz” (19-XI-2011), se ha celebrado bajo el signo de la esperanza y la sencillez; o quizá mejor, la sencillez de la esperanza.
En el encuentro con las personalidades políticas y los representantes de las religiones (19-XI-2011), el Papa se refiere a África como continente de la esperanza, sin pretender una retórica fácil.
Sabiduría ética y fe cristiana
Más allá de las visiones reductivas e irrespetuosas respecto del continente, Benedicto XVI lo ve, efectivamente, desde la esperanza:
«Hablar de la esperanza es hablar del porvenir y, por tanto, de Dios. El futuro enlaza con el pasado y el presente. El pasado lo conocemos bien: lamentamos sus errores y reconocemos sus logros positivos. El presente, lo vivimos como podemos. Lo mejor, lo espero aún y con la ayuda de Dios». Les invita a no privar a sus pueblos de la esperanza, y para ello les aconseja: «Tened un enfoque ético valiente en vuestras responsabilidades y, si sois creyentes, rogad a Dios que os conceda sabiduría». Una sabiduría no fácil, pero que capacita para servir a todos, por encima de los intereses privados, que fácilmente ciegan el poder.
La esperanza cristiana no paraliza. Al contrario, observa el Papa, contar con Dios lleva a «una esperanza que genera energía, que estimula la inteligencia y da a la voluntad todo su dinamismo», para buscar la libertad y la justicia. Como decía el cardenal Saliège, de Tolouse, «esperar no es abandonar; es redoblar la actividad». Y concluye Benedicto XVI: «Desesperar es individualismo. La esperanza es comunión». Es la sencillez que brota de la fe cristiana.
El auténtico diálogo interreligioso arranca del amor a la verdad
En este mismo marco de esperanza, se sitúa la cooperación entre las diferentes culturas y religiones. Ninguna de ellas puede justificar el recurso a la intolerancia o a la violencia. Concretamente, «utilizar las palabras reveladas, las Sagradas Escrituras o el nombre de Dios para justificar nuestros intereses, nuestras políticas tan fácilmente complacientes o nuestras violencias, es un delito muy grave».
Les señala cómo el auténtico diálogo interreligioso debe partir de que sólo puedo conocer y amar al otro, si me conozco y amo a mí mismo. Y esto sólo puede hacerse desde el encuentro con Dios y la oración. De aquí resulta que la verdad no es excluyente del otro, ni lleva a la confusión o al sincretismo. No se dialoga por debilidad sino en el amor a la verdad, como forma de amar a Dios y al prójimo. Este diálogo, que debe enseñarse especialmente a los jóvenes, puede tener diversas formas, como es la cooperación en el ámbito social y cultural. Y todo ello se condensa bien en la imagen de la mano: compuesta de cinco dedos, se extiende para dar y recibir, cuidar y ayudar, no para matar o hacer sufrir. Gráfico y sencillo.
Servicio y oración
Al día siguiente, durante la Misa en el Estadio de la Amistad (Cotonú), les muestra la humildad de Cristo Rey: «Para Él, reinar es servir. Y lo que nos pide es seguir por este camino para servir, para estar atentos al clamor del pobre, el débil, el marginado». Esto puede comportar sacrificios, pero conduce a la verdadera libertad, felicidad y paz con nosotros mismos, con los demás y con Dios.
Un momento de especial intensidad es el encuentro con los niños de la parroquia de Santa Rita (Cotonú) y en el hogar Paz y Alegría, de las misioneras de la Caridad. En Santa Rita, el Papa se pone a su nivel, para explicarles que cuando se recibe la primera comunión, Jesús viene a habitar en el alma. Y por eso le podemos pedir que nos ayude a amarle y amar a los demás con su amor; y confiarle nuestras alegrías y penas, y nuestro futuro. Les invita a encontrar ratos de conversación con Jesús ante una Cruz o una imagen, a usar el Evangelio, a rezar el Rosario a la Virgen.
Opción por la sencillez
Todo sencillo. Como sencilla fue la llamada a los Obispos, a los sacerdotes, a los seminaristas, a los religiosos y a los laicos, para renovar la vida cristiana de acuerdo con la condición y la misión de cada uno.
A su regreso, ha dicho Benedicto XVI: «En África he visto una frescura del sí a la vida, una frescura del sentido religioso y de la esperanza, una percepción de la realidad, en su totalidad con Dios y no reducida a un positivismo que, al final, apaga la Esperanza» (Audiencia general, 23-XI-2011).
En África se ha vuelto a poner de manifiesto la opción por los sencillos, que son los más grandes, y lo sencillo. Una opción coherente con las necesidades actuales allí (léase la rueda de prensa durante el vuelo a Benin) y otras necesidades en todo el mundo. Una opción sabia y esforzada.
Ramiro Pellitero. Universidad de Navarra
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