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El ‘Año de la Fe’ se inscribe en esta finalidad: «Dar un renovado impulso a la misión de toda la Iglesia y sacar a los hombres fuera del desierto en el que frecuentemente se encuentran, hacia el lugar de la vida, la amistad con Cristo que nos da la vida en plenitud».
El anuncio de un Año de la Fe, coincidiendo con el 50 aniversario del Concilio Vaticano II, es una noticia de primer orden, que acaba de completarse con la publicación de la Carta apostólica Porta fidei.
El Año de la fe
El Año de la Fe «será un momento de gracia y de compromiso para una cada vez más plena conversión a Dios, para reforzar nuestra fe en Él y para anunciarlo con alegría al hombre de nuestro tiempo» (Homilía tras un encuentro sobre la Nueva Evangelización, 16-X-2011).
Transcurridos cincuenta años desde la apertura del Concilio, entiende el Papa que será oportuno «recordar la belleza y la centralidad de la fe, la exigencia de reforzarla y profundizarla a nivel personal y comunitario, y hacerlo en perspectiva no tanto celebrativa, sino más bien misionera; en la perspectiva, precisamente, de la misión ‘ad gentes’ y de la nueva evangelización» (Angelus, 16-X-2011). Al fin y al cabo, añade, la tarea propiamente misionera (“ad gentes”) y la nueva evangelización son aspectos de la única misión de la Iglesia.
(Todo ello es bien coherente, porque la fe cristiana antes de ser celebrada requiere ser anunciada. Al mismo tiempo, anunciar la fe y confirmarla, en los que ya han recibido ese anuncio, para que la vivan en plenitud, pertenece esencialmente al ministerio del sucesor de Pedro. Además el Papa está promoviendo diversos encuentros para preparar el próximo Sínodo, en octubre de 2012, sobre la nueva evangelización).
En el mensaje para la Jornada Mundial Misionera (23-X-2011), dice Benedicto XVI que extender el Evangelio —llevar a otros la alegría de descubrir a Cristo, el Hijo de Dios que se entregó en la Cruz por cada persona— es, en efecto, el mejor servicio que se puede hacer a quienes buscan «las razones profundas para vivir en plenitud su propia existencia». Es de subrayar esa expresión: “plenitud de la existencia” o vida plena, como sentido de la vida que todos buscan; una clave interpretativa de las enseñanzas del Papa.
El Concilio Vaticano II y la Nueva evangelización
Respecto al Concilio Vaticano II, ha observado en su homilía del 16 de octubre: «Después de la época nefasta de los imperios totalitarios del siglo XX, los hombres de nuestro tiempo necesitan encontrar una mirada de conjunto al mundo y al tiempo, una mirada verdaderamente libre, pacífica, aquella mirada que el Concilio Vaticano II ha transmitido en sus documentos». Una mirada de conjunto a la historia en la perspectiva de la fe (lo que suele denominarse “teología de la historia”) es, según Benedicto XVI, un aspecto esencial de la Nueva Evangelización.
Y con referencia a la primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses, el Papa ha señalado algunas características que ha de tener el anuncio de la fe, es decir, la evangelización.
Primero, que «no se evangeliza de forma aislada» (San Pablo tenía junto a sí a Silvano, Timoteo y muchos otros colaboradores). Y así es, porque quien anuncia la fe y la transmite es siempre ante todo la Iglesia, comunidad de los “fieles” (es decir, de los que profesan la fe cristiana); y en ella, cada uno se sabe un miembro de ese “Cuerpo”, y colabora en el anuncio de la fe de acuerdo con sus propios dones y capacidades.
Segundo, que «el anuncio de la fe debe ser siempre precedido, acompañado y seguido de la oración».
Tercero, es Dios quien, por medio de su Palabra (en último término, Cristo) y el Espíritu Santo, elige a los cristianos y les encarga difundir la fe con la plena certeza de que dará eficacia a la evangelización.
Cuarto, el anuncio de la fe es anuncio de Jesucristo, camino, verdad y vida (cf. Jn 14, 6); camino que conduce a la verdad y la vida (San Agustín). «Los nuevos evangelizadores están llamados a caminar los primeros por este Camino que es Cristo, para que los otros puedan conocer la belleza del Evangelio que da la vida. Y por este Camino —insiste Benedicto XVI— no se va solo sino en compañía: una experiencia de comunión y de fraternidad que se ofrece a cuantos encontramos, para que participen en nuestra experiencia de Cristo y de su Iglesia».
En la moneda que le enseñaron los fariseos a Jesús estaba inscrita la imagen del César. Benedicto XVI evoca la enseñanza de los Padres de la Iglesia sobre la imagen de Dios que está en cada hombre, para reflejar su gloria. Y, según San Agustín, Cristo habita en el alma del cristiano, como iluminándola con el rostro divino.
Concluía diciendo que, a ejemplo de Cristo (cf. Mt 22, 21), la Iglesia no se limita a distinguir el orden político del religioso. «La misión de la Iglesia, como la de Cristo, es esencialmente hablar de Dios, hacer memoria de su soberanía, recordar a todos, especialmente a los cristianos que han perdido la propia identidad, el derecho de Dios sobre lo que le pertenece, es decir, nuestra vida».
La "vida en plenitud"
El Año de la Fe se inscribe en esta finalidad: «Dar un renovado impulso a la misión de toda la Iglesia y sacar a los hombres fuera del desierto en el que frecuentemente se encuentran, hacia el lugar de la vida, la amistad con Cristo que nos da la vida en plenitud».
Aquí encontramos de nuevo esa expresión que hemos subrayado antes, con la que el Papa se refiere a la finalidad o al sentido de la vida humana. No suele hablar sin más de la “felicidad”, quizá porque ésta se confunde muchas veces con el mero bienestar. Lo que todos buscamos es «sencillamente vida en toda su plenitud» (enc. Spe salvi, n. 27): la “vida plena” que sólo se encuentra en unión con Cristo.
Lo mismo les dijo a los jóvenes que le acogieron en la plaza de La Cibeles, durante la JMJ de Madrid-2011: «La vida en plenitud ya se ha aposentado dentro de vuestro ser (…). Hacedla crecer con la gracia divina» (18-VIII-2011). A los voluntarios les exhortaba a entregarse como voluntarios al servicio de Cristo que ha venido a servir: así «vuestra vida alcanzará una plenitud insospechada» (Discurso en el Ifema, 21-VIII-2011). Y así hasta su despedida: «Con vuestra cercanía y testimonio, ayudad a vuestros amigos y compañeros a descubrir que amar a Cristo es vivir en plenitud» (Discurso en el aeropuerto de Barajas, 21-VIII-2011).
Comienza, pues, la preparación para el Año de la Fe, en el contexto de la nueva evangelización. El anuncio y la transmisión de la fe, como tendremos ocasión de considerar en los próximos meses, consiste, básicamente, en proponer a todos esta vida en plenitud.
Ramiro Pellitero. Universidad de Navarra
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