ZENIT.org (Entrevista de Inma Álvarez)
"Hay que confiar en la providencia: al final, todo tiene sentido. El secreto de una fiesta está en la calidad de sus invitados, y en la JMJ se ha puesto en evidencia"
En la organización de la JMJ de Madrid hubo fallos e imprevistos, pero las incidencias (menos de un 1%, según los organizadores) han sido muy pequeñas para un evento de semejante magnitud.
Lo subraya a ZENIT en esta entrevista el responsable de la organización, Yago de la Cierva, una de las personas que más cerca estuvo del Papa en estos cuatro días memorables.
De la Cierva explica cuáles fueron los mayores desafíos que tuvo que enfrentar la JMJ, especialmente en el aeródromo de Cuatro Vientos debido a las elevadas temperaturas y a la importante afluencia de peregrinos de última hora.
Otro de los momentos difíciles de los que habla fue la violenta tormenta imprevista que se abatió sobre el aeródromo durante la Vigilia, que provocó que, por motivos de seguridad, no se pudiese distribuir la comunión en la Misa del domingo en la explanada.
A pesar de los incidentes, por los que la organización pide disculpas a los afectados, el balance de Yago de la Cierva es muy positivo: “El secreto de una fiesta está en la calidad de sus invitados, y en la JMJ se ha puesto en evidencia”, afirma.
¿Cuál es su valoración general de esta 26 Jornada Mundial de la Juventud?
Una maravilla de la gracia. Madrid ha cambiado, España ha cambiado, y sobre todo miles de jóvenes se han acercado a Jesucristo gracias al magisterio del Papa. Si tuviera que destacar algo, fue el elevadísimo número de jóvenes que supo estar centrado en lo esencial, y dedicaron tiempo a la adoración eucarística, se confesaron y participaron en los actos con una devoción palpable.
¿Cuáles han sido los principales problemas que han debido afrontar?
La Jornada Mundial es un evento de jóvenes para jóvenes, organizado por instituciones eclesiales de todo el mundo, que trabajan con metodologías muy distintas y culturas casi opuestas. No es lo mismo un grupo italiano, con mucha experiencia y flexibilidad, que otro más rígido; un grupo pequeño que compra tarjetas telefónicas españolas que un grupo enorme con poca comunicación entre ellos; personas de culturas donde la puntualidad es un valor y basta decir las cosas un par de veces, y otras donde el tiempo es flexible y una valla es una invitación a saltar... En ese sentido, la JMJ es esencialmente un caos organizado. Pero los resultados han sido fabulosos, precisamente porque la gente sabía a qué venía: a una peregrinación.
En segundo término están las dificultades relativas a organizar un evento de estas dimensiones con equipos de voluntarios y presupuesto limitado. Nos llena de satisfacción que casi todo haya salido bien, y nos duele —y pedimos disculpas— lo que ha salido mal: grupos mal asignados a los alojamientos, algunos errores en la distribución de la comida en Cuatro Vientos, escasez de agua durante dos horas en algunas zonas (debidas a que las reservas de agua se empleaban no para beber sino para ducharse, cosa comprensible con el calor pero que trastocó nuestros planes, etc. etc. Pero esas incidencias no llegan al 1% en ninguno de los casos. Nos duele porque tocan a personas, pero los expertos en grandes eventos (y la experiencia en otras JMJ lo certifica) nos dicen que esos errores por desgracia son inevitables. Pero no por eso le damos poca importancia, y pedimos disculpas a quienes les afectaron.
Respecto a las manifestaciones contrarias a la JMJ en la Puerta del Sol y a las imágenes que han dado la vuelta al mundo, de peregrinos insultados y zarandeados, ¿qué valoración hace? ¿Ha temido la organización en algún momento un boicot de los actos?
La situación política y social española no es sencilla, y por eso no es extraño que muchos periodistas llegados a Madrid para cubrir el evento no entendieran del todo qué estaba pasando. Sólo hubo una manifestación en contra de la visita del Papa, que el gobierno tuvo que aprobar porque en la solicitud oficial no constaba su verdadera naturaleza. Las protestas del 15-M no iban contra la JMJ. Por otra parte, algunos de los alborotadores no estaban en Madrid por casualidad, sino que podría calificárseles de "profesionales de la provocación". De hecho, los arrestados por la policía tenían todos antecedentes penales; y muchos de ellos no eran españoles. Aprovecho para agradecer y elogiar el trabajo de la policía española, que supo mantener el orden salvo escasísimas excepciones debidas precisamente a los violentos.
Mi valoración de estos hechos es que se han tratado de las sombras de todo cuadro, que no hacen más que destacar las luces y las figuras. Ha quedado mucho más claro la diferencia entre los que difunden el amor y los que viven del odio; los que quieren ayudar a los jóvenes a que miren al futuro con responsabilidad y esperanza, y los que se encierran en sí mismos; los que dieron ejemplo de convivencia y los que son intolerantes con los que no piensan como ellos, y emplean la violencia verbal, gráfica o física... Pero ahora es más fácil apreciar la labor de la Iglesia con los jóvenes en todo el mundo.
Quizá uno de los momentos más delicados fue la vigilia de oración del sábado, cuando la tormenta repentina hizo que el Papa tuviera que detenerse y varias carpas fueron dañadas o cayeron. ¿Temieron en algún momento que el acto tuviera que suspenderse?
Viví esos momentos muy cerca del Papa y la verdad, lo único que nos preocupó es que no sabíamos cómo proteger al Papa de la lluvia, porque llegaba horizontal... De hecho, se le preguntó al Papa si quería retirarse, y en dos ocasiones dijo que no, que quería continuar. Por lo que se redujo el acto, ya que no se sabe nunca cuánto puede durar una tormenta, y se dejó la parte central: la adoración eucarística. El mismo Papa comentó luego que se había alegrado, porque así quedaba más claro lo esencial: la presencia de Jesús Sacramentado entre nosotros, y la adoración personal en silencio. Y me atrevo a añadir que también quedó más clara la personalidad del Papa y de los jóvenes: nadie se fue, sino que afrontaron esa lluvia con alegría y capacidad de sacrificio. No habían venido a pasar un buen rato, y esa molestia era claramente prevista por Dios, por lo que la asumieron con gusto.
El fuerte viento inutilizó una de las 17 tiendas eucarísticas y causó daños en otras dos. Para evitar males mayores, la policía decidió rasgar todas las que estaban bien, para evitar el efecto vela, y clausurarlas, para que no hubiera más heridos; y por ese motivo no fue posible dar la comunión la mañana siguiente, ya que se iba a distribuir desde las carpas eucarísticas. Ese es quizá el elemento más doloroso de la Misa: que tantos jóvenes no pudieran recibir sacramentalmente al Señor en Cuatro Vientos, sino que tuvieran que hacer una comunión espiritual y luego acudir a una iglesia por la tarde para recibir al Señor sacramentado. Pero entiendo bien las razones de la Policía: en un momento de duda, hay que optar por la seguridad física de los presentes, teniendo en cuenta la incertidumbre del tiempo y la oscuridad reinante.
Otro de los problemas ha sido que muchos peregrinos no pudieron acceder al recinto de Cuatro Vientos por falta de espacio. ¿Puede explicarnos qué sucedió y por qué?
Cuatro Vientos tenía dos zonas: una para los inscritos, y otra para los no inscritos. En la primera cabían 100.000 personas más que los inscritos, y sin embargo muchos jóvenes (y lo entiendo: cuando yo tenía la edad, hice exactamente lo mismo) no respetaron los accesos ni las zonas asignadas, y ocuparon sitios que no les correspondían. Cuando llegaron las personas que legítimamente deberían estar allí, al ver que los sitios estaban ocupados no quisieron ir hacia atrás sino que ocuparon parte de los viales de comunicación. En esas circunstancias, no era seguro para los jóvenes que siguiera entrando más gente, porque no podrían pasar ambulancias, vehículos con agua, etc.; y nosotros, de acuerdo con la policía, decidimos cerrar los accesos: mejor fuera que poner en peligro a los jóvenes.
Quedaron por tanto fuera unos 18.000 peregrinos, porque muchos de ellos prefirieron esperar en los accesos más cercanos al escenario que ir a la parte sur, como se les indicó. Es un número notable, y de veras que lo sentimos mucho por ellos; pero equivale a un 1% de los que asistieron a la Vigilia. Tengo que añadir que a primera hora pedimos a los jóvenes que abandonaran los viales y recogieran sus sacos y tiendas de dormir, cosa que hicieron inmediatamente y por eso pudieron abrirse las puertas y dejar pasar a todos los que estaban fuera, y a muchos otros que participaban sólo en la Misa.
Calor, lluvia, problemas de seguridad... ¿ha sido la JMJ más “accidentada”?
Pues no lo sé: todas las JMJ han tenido sus problemas, y nosotros quizá el hecho de que este día fuera el más caluroso del verano, y que Cuatro Vientos fuera el lugar más caluroso de la Comunidad de Madrid ese día. Pero hay que confiar en la providencia: al final, todo tiene sentido. El secreto de una fiesta está en la calidad de sus invitados, y en la JMJ se ha puesto en evidencia.
¿Personalmente, ¿qué pensó usted en el momento en el que el viento zarandeaba al papa, el escenario y los jóvenes?
En el coraje del Papa y en el magnífico ejemplo que dieron los jóvenes.
¿Qué datos de participación final tiene la organización?
Los datos de participación no los damos nosotros, que no tenemos instrumentos técnicos para una medición seria, sino las autoridades y los expertos. Sabemos sólo que hubo muchas inscripciones de última hora, y alcanzamos casi los 475.000; las compañías telefónicas nos hablan de casi millón y medio de teléfonos operativos en Cuatro Vientos; la Cámara de Comercio de Madrid ha indicado que el retorno económico inmediato de la JMJ para la economía madrileña ha sido de 160 millones de Euros; la asociación de restauradores ha multiplicado por tres sus cifras de negocio; el seguimiento de la JMJ a través de redes sociales ha sido altísimo; el sistema de salud de Madrid señala que ha sido el evento más numeroso y largo que ha atendido jamás, y está sorprendido de que los índices de atención han sido excepcionalmente bajos... Y como nota curiosa, no salen de su asombro que en el país del "botellón", más de un millón de jóvenes no haya provocado ninguna intoxicación etílica. Se ve que no habían participado nunca en una JMJ.
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