La fe está para vivirla. Ser cristiano es un modo de vivir mucho más bonito, ilusionante, provocativo. Es descubrir un nuevo caminar, una vida más elevada
Vivimos en un país de tradición cristiana, pero nos encontramos con una realidad que poco tiene que ver con las enseñanzas de Jesús. Hay una gran tensión social, vivimos tiempos de incertidumbre, de enfrentamiento. Algunos podrán decir que es por los enemigos de la fe que se han envalentonado, que quieren acabar con nuestras tradiciones y creencias. Vale, pero y dónde están los millones y millones de cristianos más o menos fervorosos. ¿Somos sal y luz? ¿Creemos de verdad en el amor, de tal modo que nos salga por los poros?
Este domingo cerramos el ciclo litúrgico con la fiesta de Cristo Rey. Celebración en la que reconocemos su realeza, esto es, su servicio como Pastor. El gran rey David, de cuya estirpe vendrá el Mesías, era pastor de ovejas. Jesús declara que es el Buen Pastor que da su vida por su rebaño. Aceptar a Cristo como soberano es seguirle en todo, imitarle, dejarse conducir por Él. Tomarle por modelo. Ponernos bajo su protección.
El título de su realeza solamente aparece escrito, en arameo, latín y griego, en la Cruz. Allí, la autoridad romana le reconoce como rey. Y resulta que, precisamente, la cruz es la señal del cristiano. Ya en el siglo II nos dice Tertuliano: "En todos nuestros viajes y movimientos, en todas nuestras salidas y llegadas, al ponernos nuestros zapatos, al tomar un baño, en la mesa, al prender nuestras velas, al acostarnos, al sentarnos, en cualquiera de las tareas en que nos ocupemos, marcamos nuestras frentes con el signo de la cruz".
Podemos recordar qué es signarse, santiguarse y persignarse. Lección elemental que muchos desconocen. Signarse es hacer el signo de la cruz tres veces sobre nuestro cuerpo con la mano, generalmente con el pulgar; una cruz sobre nuestra frente, una cruz sobre nuestra boca y una cruz sobre nuestro pecho, diciendo: Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro.
Santiguarse es hacer la señal de la cruz en la frente, en el pecho, en el hombro izquierdo y luego en el hombro derecho, diciendo: En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo. Y luego, Amén.
Persignarse consiste en signarse y santiguarse. Hay otra oración preciosa en la que el sacerdote hace la señal de la cruz en la frente, diciendo: Cristo esté en tu inteligencia; en la boca: Cristo esté en tus labios; en el corazón: Cristo esté en tu corazón; y en el pecho: Cristo esté en tus obras.
Los santos viven con Él, se hacen uno con Él, son su icono, le hacen presente. Dice Camino: “Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: este lee la vida de Jesucristo”. Y el cardenal Newman: “Haz que me miren y ya no me vean a mí, sino solamente a ti, oh Señor. Quédate conmigo y entonces comenzaré a brillar como brillas Tú; a brillar para servir de luz a los demás a través de mí”.
Si hacemos nuestros estos deseos, si nuestros pensamientos concuerdan con los suyos-vemos los acontecimientos cotidianos como él los ve-, si actuamos como él lo haría, si procuramos hacer siempre el bien y vivimos en la verdad, … Cristo estará presente en el mundo. La tierra será una antesala del cielo. Habrá justicia y paz. Los hombres serán felices.
Ser cristiano no es simplemente estar bautizado, ir de vez en cuando a la iglesia, tener fe – también el demonio sabe que Dios existe-. No es ser capillita o tener devoción a mi Virgen. Todo esto está muy bien, pero no es suficiente. La fe está para vivirla. Ser cristiano es un modo de vivir mucho más bonito, ilusionante, provocativo. Es descubrir un nuevo caminar, una vida más elevada; es acoger la verdad plena. Un encuentro con Cristo.
Es vivir en “un reino eterno y universal: el reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz”, como reza el Prefacio de la misa de hoy. Ser cristiano es mirarnos en Cristo, Dios y Hombre y ser, como Él, personas de familia, de trabajo honrado, de amigos, amantes de la verdad. Es tener la alegría de sentirse hijo de un Padre lleno de amor, todopoderoso. Es sentir gusto por el bien, por la belleza. Vivir como un enamorado. Ver gustosamente al otro como hermano.
En palabras del Papa: “La lógica mundana se apoya en la ambición, la competición, combate con las armas del miedo, del chantaje y de la manipulación de las conciencias. La lógica del Evangelio, es decir, la lógica de Jesús, en cambio, se expresa en la humildad y la gratuidad, se afirma silenciosa pero eficazmente con la fuerza de la verdad. Los reinos de este mundo a veces se construyen en la arrogancia, rivalidad, opresión; el reino de Cristo es un reino de justicia, de amor y de paz”.