Rosaria y su hijo han tenido la alegría de conocer a los miembros de una banda de rock, de la cual son fans. Todo empezó en la página web del Opus Dei...
La música siempre ha estado presente en mi vida y todavía hoy, con 56 años, me emociono profundamente al escuchar algunas frases. La alegría y el ritmo musical siempre me han acompañado, y el rock es mi gran pasión.
Un día un sacerdote me contó el testimonio de un batería de rock que se publicó en la web del Opus Dei. Su nombre es Michael Miley del grupo americano “Rival Sons”. Michael se había convertido a la Iglesia católica gracias a un amigo guitarrista de Estonia, que es de la Obra.
Después de leer el testimonio, hablé con mi hijo Gabriele, que comparte conmigo la misma pasión y además toca en un grupo musical. Vimos algunos vídeos de la banda y enseguida nos hicimos sus fans, maravillados por la energía de su música y la profundidad de sus letras.
Con gran alegría descubrimos que en una de sus giras por el mundo, vendrían a Rávena, en el norte de Italia, para tocar en un pequeño local. Lo hablé con mi marido y decidimos que él se quedaría cuidando de nuestra hija Chiara, ya que a él no le gusta este tipo de música. Acto seguido le pregunté a mi hijo: "Gabriele, ¿vamos?" En dos horas teníamos todo listo.
Mientras íbamos de viaje, rezaba al Señor por las personas que me iba encontrando durante el camino, como he aprendido de san Josemaría. Obviamente, también pedí tener la oportunidad de saludar a Michael Miley, darle gracias por su testimonio, y decirle que éramos fans suyos y que rezaba por él y por el resto de su banda.
En el vuelo desde Palermo, nuestra ciudad natal hacia Milán −desde donde iríamos a Rávena−, conocí a una chica llamada Roberta. Después de los saludos de rigor, me preguntó si iba a Milán para trabajar. Le dije que estábamos yendo a Rávena a un concierto de los Rival Sons. Y ella me contesta: “¿Rival qué?”. No la culpo, pues ni siquiera yo los conocía hasta hace poco tiempo. Le conté el testimonio del batería en la página web, y vi que Roberta se quedaba cada vez más sorprendida. Cuando terminé de hablar, ella me contó que se sentía atraída por las religiones orientales, el psicoanálisis y la autoconciencia.
Después de escucharla, le dije que lo que más me convence del catolicismo respecto a otras religiones es que en ninguna otra creencia existe un Dios que es amor y que se hace hombre y se sacrifica para salvarnos. Le hablé de la confesión y del amor de Dios por nosotros, y de otras cuestiones de la vida de la fe que he profundizado en los medios de formación cristiana del Opus Dei.
Cuando llegó el momento de despedirnos, Roberta me dijo con afecto: “Gracias a nuestro encuentro, he encontrado algunas de las respuestas que estaba buscando, y ciertas cosas no llegan por casualidad”.
Como ya he mencionado, durante los días previos a la salida y en el viaje le pedía a Dios, a través de mi ángel custodio, poder conocer personalmente a Michael Miley. Cuando llegamos al lugar del concierto nos dirigimos directamente al local donde iba a tener lugar.
Enseguida, reconocimos la furgoneta negra que utilizaba la banda en un restaurante cercano. En la terraza vi a Dave Beste, el bajista del grupo, y junto a él a Michael Miley: era ahora o nunca.
Nos acercamos con mucha emoción. Los dos integrantes del grupo estaban esperando el inicio de la cena. Michael estaba silencioso. Muy nerviosa y con una gran sonrisa me acerqué y le dije en inglés: “Hola, mi nombre es Rosaria y vengo de Palermo…”. Después de algunas palabras más en inglés −y muchas más en italiano− le enseñé un mensaje que había preparado en el teléfono en inglés: “Soy una fan tuya, soy supernumeraria y he conocido vuestro grupo gracias a la web del Opus Dei por una entrevista que hiciste en enero del año pasado”.
Cuando terminó de leerlo, Michael desplegó una enorme sonrisa y nos mostró orgulloso el tatuaje de la Virgen de Guadalupe que lleva en el antebrazo. También nos mostró su rosario y un escapulario que lleva en el cuello. Nos contó cómo había sido su viaje y yo terminé diciéndole que rezaría por él. Michael me dijo que rezara también por el resto de componentes de su banda.
Nos despedimos con gran alegría. Antes de irme le dije a Michael que le había pedido a mi ángel custodio la oportunidad de conocerle, a lo que él me contestó juntando las manos: “Entonces se ve que hoy nuestros ángeles custodios se han encontrado”.
Acto seguido me dirigí con mi hijo a la entrada del Rock Planet. Como fuimos de los primeros, pudimos disfrutar del concierto en primera fila.
También en el viaje de regreso, pedí al Señor encontrar a alguien a quien ayudar. La oportunidad llegó con rapidez. Hicimos amistad con una pareja de novios: Ania, mitad ucraniana y mitad italiana, y su novio Alan, de Hamburgo. Ambos se conocieron durante el camino de Santiago, aunque ninguno era creyente.
Le hablé a Ania del concierto, del mensaje de Jesucristo, de la Obra y de tantas otras cosas. Al principio escuchó con frialdad, pero poco a poco se interesó mucho más. Al finalizar, me dio las gracias: “Esta noche usted me ha dicho cosas que me han llegado al profundo del corazón y he obtenido respuestas que llevaba tiempo buscando”. Cuando nos despedimos, me dio un fuerte abrazo y de nuevo me agradeció lo que le había dicho.
Doy las gracias a Dios por todo lo que he visto y vivido en este viaje.
Fuente: opusdei.org
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