El Santo Padre comienza un ciclo de catequesis sobre la Eucaristía, un tema en el que profundizará durante las próximas semanas
Queridos hermanos:
Comenzamos hoy una serie de catequesis sobre la Eucaristía. Intentaremos comprender mejor su importancia y su significado, y cómo el amor de Dios se refleja en este misterio de fe.
Inspirándose en las palabras de Cristo: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna», cristianos de todas las épocas no han dudado en entregar su vida por amor a la Eucaristía. El testimonio de los mártires nos cuestiona también a nosotros: ¿Qué importancia le damos al sacrificio de la Misa y a la comunión en la mesa del Señor? ¿Buscamos de verdad esa fuente de “agua viva”, que transforma nuestra vida en un sacrificio espiritual de alabanza y acción de gracias?
La Eucaristía significa “acción de gracias”: acción de gracias a la Trinidad, que nos introduce en su comunión de amor.
El Concilio Vaticano II alentó la formación litúrgica de los fieles, porque la Iglesia vive siempre de la Liturgia y se renueva gracias a ella. Por eso, intentemos conocer mejor este gran don que Dios nos ha dado con la Eucaristía, en la que Cristo se hace presente para que participemos de su pasión y muerte redentora.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días. Iniciamos hoy una nueva serie de catequesis, que dirigirá la mirada al “corazón” de la Iglesia, es decir, la Eucaristía. Es fundamental para los cristianos comprender bien el valor y el significado de la Santa Misa, para vivir cada vez más plenamente nuestro trato con Dios.
No podemos olvidar el gran número de cristianos que, en el mundo entero, en dos mil años de historia, han resistido hasta la muerte por defender la Eucaristía; y cuántos, todavía hoy, arriesgan su vida por participar en la Misa dominical. En el año 304, durante las persecuciones de Diocleciano, un grupo de cristianos del norte de África fue sorprendido mientras celebraban la Misa en una casa y fueron arrestados. El procónsul romano, en el interrogatorio, les preguntó por qué lo habían hecho, sabiendo que estaba absolutamente prohibido. Y respondieron: «Sin el domingo no podemos vivir», que quería decir: si no podemos celebrar la Eucaristía, no podemos vivir, nuestra vida cristiana moriría. En efecto, Jesús dijo a sus discípulos: «Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo lo resucitaré en el último día» (Jn 6,53-54).
Aquellos cristianos del norte de África fueron asesinados porque celebraban la Eucaristía. Han dejado el testimonio de que se puede renunciar a la vida terrena por la Eucaristía, porque esta nos da la vida eterna, haciéndonos partícipes de la victoria de Cristo sobre la muerte. Un testimonio que nos interpela a todos y pide una respuesta sobre qué significa para cada uno de nosotros participar en el Sacrificio de la Misa y acercarnos a la Mesa del Señor. ¿Estamos buscando esa fuente que “mana agua viva” para la vida eterna, que hace de nuestra vida un sacrificio espiritual de alabanza y de agradecimiento y hace de nosotros un solo cuerpo con Cristo? Ese es el sentido más profundo de la sagrada Eucaristía, que significa “acción de gracias”: agradecimiento a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo que nos implica y nos transforma en su comunión de amor.
En las próximas catequesis quisiera dar respuesta a algunas preguntas importantes sobre la Eucaristía y la Misa, para redescubrir, o descubrir, cómo a través de este misterio de la fe brilla el amor de Dios.
El Concilio Vaticano II estuvo fuertemente animado por el deseo de llevar a los cristianos a comprender la grandeza de la fe y la belleza del encuentro con Cristo. Por ese motivo, era necesario ante todo llevar a cabo, con la guía del Espíritu Santo, una adecuada renovación de la Liturgia, porque la Iglesia continuamente vive de ella y se renueva gracias a ella.
Un tema central que los Padres conciliares subrayaron fue la formación litúrgica de los fieles, indispensable para una verdadera renovación. Y ese es precisamente también el fin de este ciclo de catequesis que hoy iniciamos: crecer en el conocimiento del gran don que Dios nos ha dado en la Eucaristía.
La Eucaristía es un acontecimiento maravilloso en el que Jesucristo, nuestra vida, se hace presente. Participar en la Misa «es vivir otra vez la pasión y la muerte redentora del Señor. Es una teofanía: el Señor se hace presente en el altar para ser ofrecido al Padre por la salvación del mundo» (Homilía en Santa Marta, 10-II-2014). El Señor está ahí con nosotros, presente. Tantas veces vamos allí, miramos las cosas, chismorreamos entre nosotros mientras el sacerdote celebra la Eucaristía…, y no celebramos cerca de Él. ¡Pero es el Señor! Si hoy viniese aquí el Presidente de la República o alguna persona muy importante del mundo, es seguro que todos estaríamos cerca de él, que nos gustaría saludarlo. Pues piensa: cuando vas a Misa, ¡allí está el Señor! Y tú estás distraído. ¡Es el Señor! Debemos pensar en esto. “Padre, es que las misas son aburridas” −“Pero qué dices, ¿el Señor es aburrido?” −“No, no, la Misa no, los curas” −“Ah, pues que se conviertan los curas, ¡pero es el Señor el que está ahí!”. ¿Entendido? No lo olvidéis. «Participar en la Misa es vivir otra vez la pasión y la muerte redentora del Señor».
Probemos ahora a plantearnos algunas preguntas sencillas. Por ejemplo, ¿por qué se hace la señal de la cruz y el acto penitencial al inicio de la Misa? Y aquí quisiera hacer un paréntesis. ¿Habéis visto cómo los niños hacen la señal de la cruz? No sabes lo que hacen, si es la señal de la cruz o un garabato. Hacen así [hace un gesto confuso]. Hay que enseñar a los niños a hacer bien la señal de la cruz. Así comienza la Misa, así comienza la vida, así comienza la jornada. Eso quiere decir que somos redimidos con la cruz del Señor. Mirad a los niños y enseñadles a hacer bien la señal de la cruz. Y las Lecturas, en la Misa, ¿por qué están ahí? ¿Por qué se leen el domingo tres Lecturas y los demás días dos? ¿Por qué están ahí, qué significa la Lectura de la Misa? ¿Por qué se leen y qué pintan ahí? O bien, ¿por qué en determinado momento el sacerdote que preside la celebración dice: “Levantemos el corazón?”. No dice: “¡Levantemos los móviles para hacer una foto!” ¡No, eso sería feo! Y os digo que a mí me da mucha tristeza cuando celebro aquí en la Plaza o en la Basílica y veo tantos móviles levantados, no solo de los fieles, también de algunos curas e incluso obispos. ¡Por favor! La Misa no es un espectáculo: es ir a encontrar la pasión y la resurrección del Señor. Por eso el sacerdote dice: “Levantemos el corazón”. ¿Qué quiere decir eso? Acordaos: ¡nada de móviles!
Es muy importante volver a los fundamentos, redescubrir lo que es esencial, a través de lo que se toca y se ve en la celebración de los Sacramentos. La petición del apóstol santo Tomás (cfr. Jn 20,25), de poder ver y tocar las heridas de los clavos en el cuerpo de Jesús, es el deseo de poder de algún modo “tocar” a Dios para creer en Él. Lo que santo Tomás pide al Señor es lo que todos necesitamos: verlo, tocarlo para poderlo reconocer. Los Sacramentos salen al encuentro de esta exigencia humana. Los Sacramentos, y la celebración eucarística de modo particular, son las señales del amor de Dios, las vías privilegiadas para encontrarnos con Él.
Así, a través de estas catequesis que hoy comienzan, quisiera redescubrir junto a vosotros la belleza que se esconde en la celebración eucarística, y que, una vez desvelada, da sentido pleno a la vida de cada uno. Que la Virgen nos acompañe en este nuevo tramo de camino. Gracias.
Me alegra saludar a los peregrinos franceses de Bélgica, Suiza, Líbano, Francia y sobre todo a los jóvenes del Collège Fénelon-Sainte-Marie de París. A través de este nuevo ciclo de catequesis, el Señor puede ayudarnos a redescubrir el valor y el significado de la Santa Misa, a vivir más plenamente nuestro trato con Él. ¡Dios os bendiga!
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en esta Audiencia, especialmente a los provenientes de Nueva Zelanda, Filipinas, Corea, Canadá y Estados Unidos de América. Sobre todos vosotros y vuestras familias invoco la alegría y la paz de nuestro Señor Jesucristo.
Me alegra recibir a los hermanos y hermanas proveniente de los países de lengua alemana. Saludo en particular al grupo de los Limburger Domsingknaben y les agradezco su canto. La Eucaristía es la fuente de la vida de todo cristiano. Dejémonos transformar por esta presencia del amor del Señor. De corazón bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en modo particular a los grupos provenientes de España y América Latina. Saludo a la delegación sindical argentina. Pidamos a la Virgen María que interceda por nosotros para que sintamos el deseo de conocer y amar más el misterio de la Eucaristía, sacramento del Cuerpo y la Sangre de su Hijo Jesús. Que el Señor los bendiga a todos. Muchas gracias.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua portuguesa, en particular a los fieles de la diócesis de Santo Angelo, deseando que crezcan cada vez más en el amor y en la adoración de la Eucaristía, para que este Sacramento pueda continuar plasmando vuestras comunidades en la caridad y en la comunión, según el corazón del Padre. Con gusto os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los provenientes de Medio Oriente. Queridos hermanos y hermanas, la Eucaristía es Jesús mismo que se da enteramente a nosotros. Alimentarnos de Él y vivir en Él mediante la Comunión eucarística, transforma nuestra vida en un don a Dios y a los hermanos. Entremos en ese dinamismo de amor y seremos, con el ejemplo de Jesús, personas de paz, de perdón y de reconciliación. ¡El Señor os bendiga!
Saludo cordialmente a todos los polacos. El próximo domingo, por iniciativa de la Conferencia Episcopal Polaca y de la Asociación Ayuda a la Iglesia que Sufre, celebraréis la novena Jornada de Solidaridad con la Iglesia Perseguida, ayudando espiritual y materialmente s los hermanos y hermanas de Medio Oriente. Que vuestras oraciones y vuestros ofrecimientos sean una ayudo concreta y un signo del vínculo con todos los que sufren en el mundo en nombre de Cristo. A vosotros aquí presentes, y a vuestros familiares, de modo particular a la Redacción y a los oyentes de Radio Katowice, en el 90° aniversario de su actividad, de corazón imparto mi bendición.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. Me alegra recibir a los participantes en los Congresos Internacionales de los Oblatos Benedictinos y de las Escuelas Carmelitas; a los Hermanos de las Escuelas Cristianas, con ocasión del curso de Formación, y a los Misioneros Verbitas, en su curso de Renovación. Deseo a cada uno que este encuentro reavive la comunión con el ministerio universal del Sucesor de Pedro. Saludo a las parroquias, en particular a la del Sagrado Corazón de Jesús de Andria y de San Miguel de Minervino Murge; a la Asociación AVIS de Pianezza; al grupo de oración Pro Fátima y Lourdes de Afragola; a la Comunidad terapéutica Fanelli de Castellamare di Stabia y al Grupo Trabajadores precoces.
Saludo finalmente a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. La memoria de hoy de los Santos Mártires, cuyas reliquias están aquí en la Basílica de San Pedro, aumente en vosotros, queridos jóvenes, la atención al testimonio cristiano también en contextos difíciles; que os ayude a vosotros, queridos enfermos a ofrecer vuestros sufrimientos para sostener a tantos cristianos perseguidos; os animo a vosotros, queridos recién casados, a confiar en la ayuda de Dios y no solo en vuestras capacidades.
Fuente: romereports.com / vatican.va.
Traducción de Luis Montoya.
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