«Desde el primer momento de mi elección como sucesor de San Pedro, me he sentido siempre sostenido por la oración de la Iglesia, por vuestra oración, sobre todo en los momentos más difíciles. Doy gracias de corazón». Así lo ha afirmado Benedicto XVI durante la catequesis de la audiencia general de hoy, añadiendo que «la oración constante y unánime es un precioso instrumento para superar cualquier prueba que pueda surgir en el camino de la vida, porque estar profundamente unidos a Dios nos permite estar también profundamente unidos a los demás».
Dentro del ciclo dedicado a la oración en la Iglesia primitiva, esta mañana el Santo Padre ha centrado su catequesis en el último episodio de la vida de San Pedro narrado en los Hechos de los Apóstoles, cuando fue encarcelado por Herodes Agripa y liberado por un ángel del Señor.
El Papa ha recordado a los diez mil fieles presentes en la plaza de San Pedro que, mientras el Apóstol estaba en la cárcel, la Iglesia rezaba constantemente por él. Así, ha explicado el Papa, «la fuerza de la oración incesante de la Iglesia llega a Dios, y el Señor escucha y efectúa una liberación impensable e inesperada enviando a su ángel».
El Pontífice ha subrayado la actitud de Pedro mientras permanecía en la prisión: estaba durmiendo cuando aparece el ángel. En una situación tan crítica, esto puede parecer extraño, «y sin embargo denota tranquilidad y confianza: se fía de Dios, sabe que está rodeado de la solidaridad y la oración de los suyos, y se abandona totalmente en las manos del Señor. Así debe ser nuestra oración: asidua, solidaria con los demás, confiando plenamente en Dios que nos conoce en lo más íntimo y nos cuida».
Una vez liberado, Pedro se dirige a casa de la madre de Marco, donde muchos discípulos están reunidos en oración. Como en otros episodios recogidos en los Hechos de los Apóstoles, también en esta ocasión «la respuesta de la comunidad frente a las dificultades y los peligros es encomendarse a Dios, intensificar la relación con Él». Benedicto XVI se ha referido a uno de estos momentos de crisis, narrado por el apóstol Santiago y motivado por celos y disputas dentro de la comunidad. Para Santiago, los motivos de la crisis son dos: el dejarse dominar por las propias pasiones, especialmente por el egoísmo; y la falta de oración. El apóstol afirma que la situación cambiaría si toda la comunidad rezara unida, de modo asiduo y unánime. Esta recomendación, ha dicho el Papa, es «un llamamiento importante también para nosotros y nuestras comunidades, desde las pequeñas, como la familia, hasta las más grandes, como la parroquia, la diócesis, la Iglesia entera».
El episodio de la liberación de Pedro, ha concluido Benedicto XVI, «nos dice que la Iglesia, cada uno de nosotros, atraviesa la noche de la prueba, pero la vigilancia incesante de la oración nos sostiene. (…) Mediante la oración constante y confiada, el Señor nos libera de las cadenas, nos guía, (…) nos da serenidad de corazón para afrontar las dificultades de la vida, incluso el rechazo, la oposición, la persecución. (…) El Apóstol, a pesar de estar encadenado, se siente tranquilo, con la certeza de no estar nunca solo: la comunidad está rezando por él, el Señor está a su lado; es más, sabe que la fuerza de Cristo se manifiesta plenamente en la debilidad».