Siempre, en cualquier situación, la luz de la conciencia de ser unos ‘chisgarabís’, que están llevando a cabo una “obra” querida por Dios, y que, por tanto, Dios mismo se empeña en sacarla adelante
Algunas personas, periodistas y no periodistas, se han hecho esa pregunta ante los cambios en el gobierno de esta institución de la Iglesia, que han tenido lugar recientemente, y que suponen que el gobierno lo llevarán personas que no han colaborado directamente con el Fundador.
Fernando Ocáriz, el nuevo Prelado del Opus Dei, en respuesta a una pregunta semejante, sobre si esta situación supondría un “salto, un desafío especial”, responde:
“Novedad es; lo del salto no lo diría, porque ha habido una continuidad notable, también por lo que han hecho los sucesores de san Josemaría de transmitir todo lo que es el espíritu, el carisma de la Obra, y Echevarría ha dejado las cosas muy claras. El desafío existe, el desafío es la fidelidad al carisma, dado lo cambiante de los tiempos, las circunstancias de las personas; es un desafío constante”.
¿Cómo se es fiel al carisma?
La Iglesia siempre se encontrará en una encrucijada. Tiene que recorrer todos los caminos de la tierra, y tiene que llenar de la Luz de Cristo todas las oscuridades del mundo. Y para esta labor, no bastan las condiciones privilegiadas de un Papa, de un Obispo, de un grupo más o menos eficaz, humanamente hablando, de sacerdotes, de hombres y de mujeres de primera línea.
Cuenta, ciertamente, con ellas, pero sabe que como su tarea no es fundamentalmente humana, cultural, asistencial, etc., necesita la acción de Dios en el corazón de los santos; la acción del Espíritu Santo en las almas; la acción del amor de Cristo en el corazón de los padres, de las madres de familia, para no perder el rumbo en la hora de la dificultad, de la prueba, de la contradicción que siempre se presentará −Satanás sabe bastante de esto−, de una forma o de otra.
Al Opus Dei, como parte de la Iglesia que es, le sucede lo mismo.
San Josemaría Escrivá, en la última predicación que dirigió a las pocas personas que convivían con él, les dijo unas palabras que seguramente todas las generaciones de fieles de la Prelatura recordarán de vez en cuando, y tratarán de grabar a fuego en su memoria, en su corazón; y que sin duda han tenido en cuenta los electores del nuevo Prelado:
“Un cántico de acción tiene que ser la vida de cada uno, porque ¿cómo se ha hecho el Opus Dei? Lo has hecho Tú, Señor, con cuatro chisgarabís...”. Lo necio del mundo, lo débil del mundo, lo que no es” (cfr. I Cor. 26-27). Toda la doctrina de san Pablo se ha cumplido: has buscado medios completamente ilógicos, nada aptos, y has extendido la labor por el mundo entero. Te dan gracias en toda Europa, y en puntos de Asia y África, y en toda América, y en Oceanía. En todos los sitios te dan gracias” (San Josemaría. Por las sendas de la fe. Ed. Cristiandad).
“Chisgarabis”, persona de poco valor, mequetrefe. Y de todas las partes del mundo, como se ha podido ver en los Congresistas que han participado en la elección del Prelado. Hombres de una tribu del corazón de Kenya; sirios huidos de su país y acogidos con los brazos abiertos en Canadá; hombres de las montañas de Australia y de los recónditos barrios de Singapur; que compartían vida con gente de la India, de Rusia, de España, de Colombia, etc. etc. Chisgarabís, bien convencidos de que estaban llevando a cabo una Obra de Dios.
A lo largo de estos cerca de 89 años de la historia del Opus Dei, se han hecho muchas afirmaciones gratuitas, y en no pocas ocasiones falsas, sobre los medios de que disponía para la expansión de sus obras apostólicas; de las influencias que movía aquí y allá, para conseguir esto y lo otro. No cabe duda de que en medio de aciertos ha habido no pocos errores y equivocaciones, un continuo volver a empezar, tanto en la vida del Fundador como en las de hasta ahora sus dos primeros sucesores. Y siempre, en cualquier situación, la luz de la conciencia de ser unos chisgarabís, que están llevando a cabo una “obra” querida por Dios, y que, por tanto, Dios mismo se empeña en sacarla adelante.
El “chisgarabís”, consciente de su poquedad, se afirma en la Fe, en la Oración. ¿Qué le exige Dios para sostenerlo en esa Fe?
Fidelidad al espíritu recibido. “La fidelidad es la esencia −recuerda Fernando Ocariz−, pero las circunstancias cambian, los tiempos, los problemas que se plantean. Gracias a Dios, cuento con muchos colaboradores, y con bastante descentralización”.
Llamada universal a la santidad; conciencia de la filiación divina; todo es camino para la santidad, la vida ordinaria, el trabajo ordinario, las circunstancias familiares, en todo hay ocasión de unión con Dios.
Ese es el mensaje, ese es el carisma, que Josemaría Escrivá recibe de Dios, y transmite íntegro, sin añadir ni cambiar nada: eso sí, defendiéndolo en toda su integridad, con su vida y con su muerte, de quienes han pretendido desvirtuarlo.
Ese carisma es “un tesoro para embellecer el mundo”, en frase poética de Isabel Sánchez, secretaria central de la Asesoría, órgano de gobierno formado por mujeres, que ayuda al Prelado en el gobierno de la Prelatura.
El mundo seguirá tal cual. Las mismas desgracias, las mismas maldades; las mismas guerras, los mismos odios entre los humanos. Y, a la vez, la Iglesia, el Opus Dei, cristianos de cualquier condición, civilización, cultura, seguiremos anunciando la Luz de Cristo, la Verdad, que es Cristo, bien conscientes de que apenas somos unos chisgarabís, que tenemos toda nuestra alegría en dejar hacer a Dios su “Obra”, de creación, de redención, de santificación del mundo. Siendo nosotros simples sembradores de alegría y de paz. Y así, hasta un poquito se embellecerá este mundo, con la perenne novedad de Cristo, Hijo de Dios hecho hombre.
Ernesto Juliá, en religionconfidencial.com.
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