El Santo Padre envió un video mensaje a la Iglesia en Cuba con ocasión del encuentro de la juventud que se realiza en La Habana del 28 al 31 de julio
Este encuentro de la juventud cubana a la que participan alrededor de 1.400 jóvenes fue organizado en comunión a la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia. El programa prevé catequesis, rezo del Vía crucis, paso de la Puerta Santa y momentos comunes.
Queridos jóvenes reunidos en La Habana,
Con mucha esperanza me uno a ustedes en este momento en que se ponen en sintonía con la Iglesia universal que tendrá su corazón joven en Cracovia. Confío en que estos días serán, para todos, una especial ocasión para el fomento de la cultura del encuentro, la cultura del respeto, la cultura de la compresión y del perdón recíproco. Eso es “armar lío”; eso es soñar. Y los jóvenes tienen que “armar lío”.
Les sugiero que vivan la experiencia de escuchar con detenimiento el Evangelio y luego poder hacerlo vivo en sus propias vidas de ustedes, en las de su familia, sus amigos. Ustedes saben, el Evangelio transforma el corazón: déjense transformar por sus palabras que «son espíritu y vida»; esas palabras que son concretas, concretas como la vida, porque ya a la edad de ustedes se habrán dado cuenta que la vida es concreta, no son sueños, la vida es concreta, o la tomás como viene, concreta, o fracasás.
Cuando recen el Vía Crucis recuerden que no podemos amar a Dios si no amamos a los hermanos, y esto simplemente porque la Cruz es la certeza del amor fiel de Dios por nosotros. Es decir, la Cruz es un amor concreto para una vida concreta, un amor tan grande que hasta es capaz de entrar en nuestro pecado, en nuestra miseria, perdonar el pecado, curar la miseria. La Cruz es un amor que entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerza para sobrellevarlo; y entra también en la muerte para vencerla y salvarnos.
Cuando atraviesen la Puerta Santa, déjense contagiar por este amor − si me escucha un médico me va a retar− enférmense, enférmense de amor, así aprenderán a mirar siempre a los demás con misericordia, con cercanía, con ternura, sobre todo a quien sufre y a quienes tienen necesidad de ayuda.
Estarán ante Jesús Sacramentado: acompáñenlo, porque en él, y solo en él van a encontrar la fuerza para seguir el proyecto de felicidad más hermoso y constructivo de nuestras vidas; porque, ¿saben?, el amor es constructivo, el amor no destruye ni al enemigo, el amor siempre construye. Y, cuando sean enviados por los obispos como Testigos de la Misericordia, recuerden que el deseo más hermoso del Maestro es que no le tengan miedo a nada. Chicos y chicas, no le tengan miedo a nada, sean libres de las ataduras de este mundo y anuncien a todos, a los enfermos, a los ancianos, a los tristes, que la Iglesia está llorando junto a ellos, y que Jesús es capaz de darles nueva vida, de resucitarlos.
Quizás les pueda ayudar lo que nos legara el Venerable Padre Félix Varela: ustedes «son la dulce esperanza de la patria». ¡Arriesgado el padrecito! Pero se lo dice a ustedes, no me lo dice a mí, ustedes son «la dulce esperanza de la patria». Para ser portadores de la esperanza, será necesario que no pierdan esa capacidad de soñar. Recuerden que en la objetividad de la vida tiene que entrar esa capacidad soñadora, y que quien no tiene la capacidad de soñar está clausurado en sí mismo (cfr. Saludo a los jóvenes del Centro Cultural “Padre Félix Varela”, La Habana, 20 de Septiembre de 2015). Yo añadiría algo más: quien no tiene la capacidad soñadora, ya se jubiló. Los jóvenes que no tienen esta capacidad de soñar y andar adelante ya se jubilaron y no sirven ni para papel picado en fiesta de carnaval.
Jóvenes cubanos: ¡Ábranse a cosas grandes! No tengan miedo, no sean tiquismiquis ¡Sueñen que el mundo con ustedes puede ser distinto! ¡Sueñen que Cuba con ustedes puede ser distinta y cada día mejor! ¡No se rindan! En este empeño, es importante, es preciso abrir el corazón y la mente a la esperanza que da Jesús.
Y nunca olviden que esa esperanza es sufrida; la esperanza sabe sufrir para llevar a cabo un proyecto, pero tampoco olviden que ella da vida, es fecunda. Y con esa esperanza no serán estériles, sino que darán vida a los demás, harán patria, harán Iglesia, harán cosas grandes. ¿Por qué? Porque la esperanza es convocadora para construir “la amistad social”, aunque se piense diferente. No es necesario que todos piensen igual, no, no, todos tienen que unirse en la “amistad social”, aunque uno piense de otra manera o tenga otra convicción; pero todos tienen algo común: ese deseo de soñar y ese amor a la patria.
Lo importante, iguales y diferentes, es construir la “amistad social” con todos; tender puentes, trabajar mancomunados. ¡Tender puentes! Alguno de ustedes me podrá decir: ¿Y cómo puedo yo tender un puente, si no soy ni carpintero, ni ingeniero? Todos podemos tender puentes, con la palabra, con el deseo, con el corazón. Pero ahora los invito a ser constructores de un puente humano, del primer puente que se tendió en la historia: dense la mano, estiren el brazo y dense la mano. ¡Háganlo! Y así, ya, todos juntos, con la mano tendida, estamos dando testimonio de que queremos tender puentes y trabajar mancomunados.
Muchachos y muchachas, reunidos en La Habana, pero con el corazón puesto en Cracovia: ¡no se desencuentren! ¡Vayan juntos! Tiendan puentes, siempre con la mano tendida.
En ese caminar, los anima la Virgen María de la Caridad. Ella desde hace más de 400 años acompaña la fe, la esperanza y el encuentro entre todos los cubanos. Pongo a sus pies, todo lo hermoso que su Hijo les regalará en estos días. Y recuerden las palabras de Ella en Caná: “Hagan lo que él les diga” (Jn 2,5).
Les aseguro mi cercanía y mi oración por ustedes y por todo el amado pueblo cubano, a la vez que, con particular afecto, los bendigo. Y como siempre les pido: recen por mí. Un abrazo y un puente.
Fuente: news.va.
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