El Papa ha explicado en la audiencia general de hoy la parábola del buen pastor, que deja a 99 ovejas en el desierto para ir en busca de otra oveja descarriada
Queridos hermanos y hermanas:
Delante de los fariseos que se escandalizaban de su relación con los pecadores, Jesús les propone esta paradoja: «¿Quién de vosotros, si se le pierde una oveja, sería capaz de dejar a las 99 en el desierto para ir a buscarla? Fíjense que no dice que las deja en el redil, en un lugar seguro, sino en el desierto, sin agua, sin comida, a merced de las fieras y ladrones. No parece sensato, y sin embargo así hace el buen Pastor. No se preocupa de poner a salvo primero al resto del rebaño, sino que va de inmediato en busca de la oveja perdida y la lleva a casa sobre sus hombros.
Muchas veces también nosotros nos escandalizamos de esta actitud aparentemente inconsciente del Señor, pero hay una razón para este modo de actuar. No podemos exigir al Señor que permanezca con nosotros, olvidándose del otro; nadie puede sujetarle, frenar su amor por todos.
Si queremos "tenerle”, debemos seguirlo, seguirlo allí donde se encuentra la oveja descarriada, si nos movemos con él, también nosotros haremos fiesta al encontrarla y volver juntos a casa.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a la peregrinación interdiocesana de Mérida-Badajoz y Coria-Cáceres acompañados de sus Obispos Mons. Celso Morga y Francisco Cerro, así como a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Cada uno de nosotros es esa oveja que el Señor lleno de misericordia ha querido cargar sobre sus hombros para llevarla a casa y, al mismo tiempo, cada uno hemos sido llamados a recoger junto al Buen Pastor a toda la grey, para participar todos de su alegría. Que Dios los bendiga.
Conocemos todos la imagen del Buen Pastor que carga sobre sus hombros la oveja perdida. Desde siempre esta imagen representa la solicitud de Jesús con los pecadores y la misericordia deDios que no se resigna a perder ninguno.
La parábola la cuenta Jesús para dar a entender que su cercanía a los pecadores no debe escandalizar, sino al contrario provocar en todos una seria reflexión sobre cómo vivimos nuestra fe. En el relato están, por una parte, los pecadores que se acercan a Jesús para escucharle y, por otra parte,los doctores de la ley, los escribas sospechosos que se alejan de él por ese comportamiento suyo. Se alejanporque Jesús se acerca a los pecadores. Estos eran orgullosos, eran soberbios, se creían justos.
Nuestra parábola se desarrolla en torno a tres personajes: el pastor, la oveja perdida y el resto del rebaño. Pero el que actúa es solo el pastor, no las ovejas.Así pues, el pastor es el único protagonista y todo depende de él. Una pregunta introduce la parábola: ¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una, no deja a las noventa y nueve en el desierto y sale en busca de la perdida hasta encontrarla (v. 4). Se trata de una paradoja que hace dudar del obrar del pastor: ¿Es prudente abandonar a las noventa y nueve por una sola oveja? ¿Y, además, no en la seguridad de un redil sino en el desierto?
Según la tradición bíblica,el desierto es lugar de muerte, donde es difícil encontrar comida y agua, sin resguardo y a merced de las fieras y ladrones.¿Qué pueden hacer noventa y nueve ovejas indefensas? La paradoja continúa diciendo que el pastor, encontrada la oveja, la carga sobre sus hombros, va a casa, llama a los amigos y vecinos y les dice: Alegraos conmigo(v. 6). ¡Parece que el pastor no vuelva al desierto a recuperar todo el rebaño! Preocupado por aquella única oveja, parece olvidar a las otras noventa y nueve.
Pero en realidad no es así. La enseñanza que Jesús quiere darnos es más bien que ninguna oveja puede perderse. El Señor no puede resignarse a que una sola persona pueda perderse. El obrar de Dios es el que va en busca de los hijos perdidos para luego celebrarlo y alegrarse con todos por su hallazgo. Se trata de un deseo irrefrenable: ni siquiera noventa y nueve ovejas pueden retener al pastor y tenerlo encerrado en el redil.Podría razonar:Bueno, si hacemos balance, tengo noventa y nueve, y he perdido una; no es una gran pérdida. Pero no, va a buscar aquella, porque cada una de ellas es muy importante para él, y aquella es la más necesitada, la más abandonada, la más descartada; y va allí a buscarla.
Todos estamos avisados: la misericordia con los pecadores es el estilo con el que actúa Dios y Él es absolutamente fiel a esa misericordia: nada ni nadie podrá distraerlo de su voluntad de salvación. Dios no conoce nuestra actual cultura del descarte; para Dios eso no cuenta. Dios no descarta a ningunapersona; Dios ama a todos, busca a todos... ¡A todos! Uno a uno. Él no conoceesa palabra: descartar a la gente, porque es todo amor y todo misericordia.
El rebaño del Señor está siempre en camino: no posee al Señor, ni puede engañarse con encerrarlo en nuestros esquemas y en nuestras estrategias. Encontraremos al pastor donde esté la oveja perdida. Así pues, al Señor hay que buscarlo donde él nos quiere encontrar, no donde nosotros pretendemos encontrarlo. De ningún otro modo se podrá recomponer el rebaño si no siguiendo el camino trazado por la misericordia del pastor. Mientras busca la oveja perdida, provoca a las noventa y nueve a que participen en la reunificación del rebaño. Así que no solo la oveja cargada a los hombros sino que todo el rebaño seguirá al pastor a su casa para celebrarlo con amigos y vecinos.
Debemos reflexionar más a menudo sobre esta parábola porque en la comunidad cristiana siempre hay alguno que falta y se ha ido dejando el sitio vacío. A veces es desalentadory nos lleva a creer que es una pérdida inevitable, una enfermedadsin remedio. Es entonces cuando corremos el peligro de encerrarnos dentro del redil, donde no habrá olor a oveja, sino ¡peste a cerrado! Y los cristianos no debemos estar encerrados porque apestaríamos a cosas cerradas. ¡Nunca! Tenemos que salir y ese encerrarse en sí mismo, en las pequeñas comunidades, en la parroquia, allá... −pues nosotros, los justos... Esto sucede cuando falta el celo misionero que nos lleva a encontrar a los demás. En la visión de Jesús no hay ovejas definitivamente perdidas, esto tenemos que entenderlo bien: para Dios ninguno está definitivamente perdido. ¡Jamás! Hasta el último momento, Dios nos busca. Pensad en el buen ladrón; solo en la visión de Jesús nadie está definitivamente perdido sino solo ovejas que hay que encontrar.
La perspectiva por tanto es toda dinámica, abierta, estimulante y creativa. Nos lleva a salir a buscar, para emprender un camino de fraternidad. Ninguna distancia puede tener alejado al pastor; y ningún rebaño puede renunciar a un hermano. Encontrar a quien se ha perdido es la alegría del pastor y de Dios, ¡pero es también la alegría de todo el rebaño! Todos somos ovejas encontradas y reunidas por la misericordia del Señor, llamados a reunirnos con él y con todo el rebaño. Gracias.
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
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