Asumimos como no sorprendentes muchos acontecimientos o sucesos que habrían de removernos −más aún si cabe− las entrañas
Salvo que seas muy joven, te acordarás de “El Caso”. Me refiero a ese semanario especializado en sucesos, en crímenes y otros episodios trágicos o escandalosos, que cerró a finales de los años noventa. Iba a decir que fue víctima de la competencia desleal.
Fuera bromas, la realidad es que hoy no necesitamos un medio especializado en la materia. Te asomas a cualquier generalista y tienes ración más que suficiente. Puedes “comer” hasta que te den arcadas. Si es que no te han dado simplemente leyendo “el menú”. No necesitamos un periódico monográfico especializado en narrar el horror, el drama y el escándalo.
No debería de ser raro que la lectura de las informaciones nos alarme. Bueno está el patio. O por mejor decir, el mundo. Pero… quizás nos vamos acostumbrando, en alguna medida. Hemos hecho callo. Asumimos como no sorprendentes muchos acontecimientos o sucesos que habrían de removernos −más aún si cabe− las entrañas. Y hacernos reaccionar: pero no siempre ocurre así. Al menos no suficientemente.
Y debemos preguntarnos: ¿no somos en cierto modo responsables de algo de lo que sucede, si no por acción, al menos, por omisión?
Te cuento lo que me pasó cuando leía las noticias digitales desde el Iphone: En la ojeada del titular en cuestión vi “Soria” donde decía “Siria”. Al lado de esta palabra, miles de cadáveres de seres humanos. Como tú. Como yo. Ah, podría pensar alguien: era en Siria… ¡A muchos kilómetros de aquí! Otra gente. Otro idioma. Otro país… Las periferias. ¡Cómo las periferias! Hombres, mujeres, niños… personas.
Pensé inmediatamente cómo era posible que una tragedia humana pudiera ser valorada por algunos como horripilante o… no con resignación pero sí con una cierta “constatación” de una dramática realidad “lejana”. Y todo ello, simplemente, dependiendo de que el lugar llevase una i (Siria) y no una o (Soria).
Si pones agua hirviendo en una perola y arrojas una rana viva, la rana reacciona de inmediato: ante la sensación abrasadora salta en milésimas de segundo y sale despedida lo más lejos que puedas imaginar.
Sin embargo, si pones una rana viva en una perola con agua a temperatura normal y, poco a poco, gradualmente, la vas calentando hasta hacerla hervir, la rana se abrasa sin inmutarse… y pasa de estar viva (y acomodada al medio…) a estar muerta.
No sé −ni voy a probar− si la primera rana reaccionaría como José Fernando dice (doy por bueno lo que me cuenta) pero no me cabe duda de que la segunda rana −eso seguro− pasó de estar bien, cómoda… a estar abrasada.
● La primera es del filósofo francés Gabriel Marcel: El que no vive como piensa acaba pensando como vive. El medio te “recuece” y te “transforma”… hasta que dejas morir aquello que inicialmente eras. Has ido perdiendo toda sensibilidad y… tu “vida”.
Y ya que te hablo de sensibilidad, la otra frase va dedicada a los que ante la realidad de otros parecen decir algo así como: “constato no me afecta”. O “esto no va conmigo”. O… a lo sumo tienen un vago sentimiento de “pesar” que no les lleva a preguntarse en qué medida pueden −deben− actuar. Porque la culpa es “colectiva”, de “la sociedad”.
Si me quieres entender bien puedes leer el post de “¿Eres tú una anciana polaca?” O el de “Como pez en el agua”.
La segunda frase es de Martin Luther King Jr:
● Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos.
Hoy lo dejo aquí. No hay chiste.
Necesitamos un mundo más humano. Ese es el que debemos construir tú y yo: intentando −al menos intentando− servir al bien común y, cuando menos, no tener que arrepentirnos de nuestras palabras, obras u… omisiones.
Porque no basta con el “yo no hice nada malo”. Es una verdadera tragedia que sigan vigentes las palabras del Nobel de la Paz estadounidense cuando afirmaba: “Hemos aprendido a volar como los pájaros y a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”.
Estoy seguro de que no vas a permitir que una o, o una i, varíen tu juicio o valoración sobre un mismo suceso. Ni el mío. Como lo estoy de tu empeño −que es el mío− de trabajar por una sociedad verdaderamente humana.
No me salgas rana… al menos, ¡no de la que se queda en el perol!
José Iribas, en dametresminutos.wordpress.com.
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