Estos días he pasado la gripe. Como hay que hacer el post semanal… hoy viene con ayuda. Es puro menú, como verás. Aunque yo no lo conocía
Me gustan las moralejas que se derivan de alimentos: son pan comido.
Acuérdate de eso de que “en una tortilla de jamón, la gallina se implica, pero el cerdo se compromete”. Te lo comentaba nada más empezar mi blog (enlace).
Hoy quiero ayudarte a afrontar la adversidad. Con fórmula distinta a la que te di en “Ante la adversidad: Merece la pena” (enlace). Pero ésta también la merece.
Ahí va la receta. Toma nota:
Unas zanahorias,
Unos huevos,
Un buen puñado de granos de café.
Agua abundante.
Una hija se quejaba ante su padre, en la cocina del modesto bar que éste regentaba, de lo difícil que se le estaba poniendo la vida. Amargada, no sabía qué hacer para seguir adelante… Cansada de luchar, para cuando solucionaba un problema, aparecía otro…
Su padre llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego.
En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café.
Las dejó hervir. Sin decir palabra.
La hija esperaba impaciente, preguntándose qué estaría haciendo su padre.
A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los puso en un plato. Finalmente, coló el café y lo vertió en un tercer recipiente.
Mirando a su hija le dijo: −Hija mía, ¿qué ves?
−Zanahorias, huevos y café, fue su respuesta.
El padre la hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias; ella lo hizo y notó que estaban blandas.
Luego le pidió que tomara un huevo y lo pelara. Tras quitarle la cáscara, observó el huevo duro.
Finalmente, le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.
La hija le preguntó: −¿Qué significa esto, papá?
Él le explicó que los tres elementos habían afrontado la misma adversidad: agua hirviendo, pero los tres habían reaccionado de forma diferente.
La zanahoria llegó fuerte, dura; pero tras pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer.
El huevo había llegado al agua frágil, su fina cáscara protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.
Los granos de café, sin embargo eran únicos: después de estar en agua hirviendo… habían cambiado el agua.
−¿Cuál eres tú, hija? Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes?, le preguntó el padre.
¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?
¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, un espíritu fluido, pero después de una desdicha te vuelves una persona dura y rígida? Por fuera te ves igual, pero ¿tienes un corazón endurecido?
¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua que hierve, al elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor.
Si eres como el grano de café, cuando las circunstancias se ponen peor, tú reaccionas de forma positiva, sin dejarte vencer y haces que las cosas a tu alrededor mejoren; ante la adversidad esparces, con tu fuerza y positivismo, ese “dulce aroma” del que todos disfrutan.
Y tú, ¿cuál de los tres eres?
Como cantaba Juan Luis Guerra: Ojalá que llueva café. Porque algún agua en la olla… nunca ha de faltar.
José Iribas
Fuente: dametresminutos.wordpress.com.
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