“Bendíceles. Bendícenos. Con san Fermín, bendice a esta ciudad nuestra que hoy te canta con más fuerza que nunca: ¡Aúpa, Hostia santa! ¡Seas por siempre bendita y alabada!”
Querido Dios:
Te escribo desde Pamplona, a ver si me echas un cable. En una sala pública de aquí han organizado una exposición que te ofende. Un chico dice que ha robado 248 Hostias para ultrajarte con ellas.
Perdona que te lo diga: estás loco. Unos matan en tu nombre. Otros te roban el cuerpo para insultarte. Y tú ¿qué haces? Esperar a que te amemos libremente. Pero… eres ¡Dios! Podrías mandar fuego sobre la blasfemia y sobre nuestro pueblo. Tú, ¡que lo sabes todo…! (mira, yo si hubiera conocido de antemano que me iban a hacer estas perradas, para rato me inventaba la Eucaristía).
Así que quería darte las gracias. Gracias porque en mi tierra alguno se ríe en tu cara, pero muchísimos más te adoramos. Gracias porque tantos navarros han encontrado la felicidad en ti y nos han dejado en herencia la fe o fueron a anunciarla hasta las esquinas del mundo. Gracias porque nos has regalado incontables sacerdotes maravillosos. Gracias porque los ancianos, los enfermos, los presos, los pobres de nuestra sociedad reciben el amor y la ayuda concreta de quienes procuramos ser tu rostro y tus manos en esta tierra. Gracias por innumerables familias cristianas que, en tu nombre, construyen día a día la paz en nuestra ciudad. Lo cierto es que todos esos prodigios no suelen publicarse. Pero yo los toco constantemente y no puedo dejar de asombrarme y de darte gracias.
Pues bien, nos urge otro milagro de los tuyos: queremos comportarnos como lo haría Jesús si hoy estuviera empadronado aquí. Vamos a luchar por nuestros derechos civiles y a exigir que no te agredan. Pero oraremos con cariño por Abel Azcona para que acierte a crear arte sin prostituirlo. Rezaremos por Maider Beloki, la concejal que ha procurado la perversión de la cultura en un espacio de todos. Te pediremos misericordia para los que saben que estás presente en la Hostia (¿si no, para que iban a molestarse en secuestrarte?) y, en nombre de la ¡libertad de expresión! (esa es buena) te abofetean a ti y a nosotros. Invocaremos tu nombre cada vez que destruyan la paz desde la falta de respeto. También suplicaremos de ti que nunca más haya un caso de pederastia en nuestra Iglesia: porque eres el primero que sufre por este pecado (y detrás vamos tu rebaño); y no pararemos de interceder hasta que los afectados sanen su corazón sin revolverse en el rencor ni en la provocación venenosa.
Bendíceles. Bendícenos. Con san Fermín, bendice a esta ciudad nuestra que hoy te canta con más fuerza que nunca: ¡Aúpa, Hostia santa! ¡Seas por siempre bendita y alabada!
Porque esta exposición pasará. Y, a pesar de que se lucren publicitariamente a tu costa, nadie se acordará de ella. Pero tú permanecerás, 24 horas/365 días, expuesto en el corazón de nuestra ciudad, esperando para ser alimento y compañía. Ese es nuestro destino y el destino final de nuestro pueblo: caer rendidos a tu Amor eterno.