Una nueva generación de ciudadanos es necesaria en política para defender la dignidad del hombre
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Si alguna cosa positiva ha tenido la política seguida por el actual gobierno socialista español en las dos legislaturas que lleva en el poder, es que ha hecho despertar en mucha gente la conciencia de que es necesario participar activamente en la vida pública.
Frente a las agresiones sectarias contra la libertad y los derechos de los ciudadanos, frente a las políticas destructoras de la sociedad y del hombre (que no es exageración, porque eso es justamente lo que se está produciendo), muchos ciudadanos se han organizado en asociaciones, movimientos e iniciativas de muy variado orden en el ámbito civil para defender sus ideas y su concepción del hombre. Para defender en definitiva la dignidad del hombre.
Es de esperar que en el futuro esas iniciativas civiles, privadas, crezcan en cantidad y calidad, y que la sociedad civil haya de ser escuchada necesariamente por los poderes públicos. Por negativa que parezca la actual situación, no cabe duda de que sin esas resistencias frente a los abusos del poder, la situación sería aun mucho peor.
Sin embargo, aunque aumente esa presión social, no es suficiente. No podrá nunca ser suficiente. Las políticas públicas en todos los órdenes, desde el ámbito estatal hasta el municipal, se conciben y se engendran hoy por hoy en el seno de los partidos políticos. Dependen en buena medida de quienes se sitúan en puestos de relevancia dentro de los partidos, y luego, tras las elecciones, llegan a ocupar los puestos de la administración pública y se hacen con el poder legislativo. Desde allí vierten sobre el conjunto de la sociedad lo que traían de antes, para bien o para mal.
Es pues fundamental la participación de los ciudadanos en la vida de los partidos políticos. No se trata de que todo el mundo se dedique a la política. Bien harán los que puedan hacerlo, si lo hacen con afán de servicio a la comunidad y con el fin de promocionar los valores y las ideas que pueden hacer que la vida sea más humana, y más llevadera para el conjunto de la sociedad. Una dedicación intensa está al alcance de pocos. Pero la participación como afiliados, como mínimo, está al alcance de muchos; al igual que el prestar una colaboración con quienes dirigen los órganos de gobierno locales, provinciales o autonómicos dentro de los partidos, que no exige gran cantidad de tiempo, sino tan sólo una cierta dedicación.
Sólo atendiendo al grado más bajo de participación, esto es, a la afiliación, si una gran masa de ciudadanos con ideas y principios acordes con la dignidad del hombre, de cada hombre, y dispuestos a apoyar a quienes de verdad quieren defender la libertad y los derechos de los ciudadanos, se incorporaran a aquellos partidos que les resulten más afines, se produciría en poco tiempo una enorme transformación de nuestra sociedad.
Si bien es verdad que no basta con eso, sino que es preciso actuar con las disposiciones y la habilidad necesarias para dotar de eficacia esa participación, y que no quede en algo estéril aunque bien intencionado.