ZENIT.org (Entrevista de Antonio Gaspari)
Según una difundida publicística, el cristianismo ha sido causa de desgracias y de calamidades que han distinguido a los últimos dos milenios de la historia occidental: desde la Inquisición a las Cruzadas, de la compra-venta de la salvación con las indulgencias a la lucha de la Iglesia por el poder temporal.
A pesar de la evidente contribución del cristianismo al nacimiento de la cultura, del arte, de la música, de la ciencia, del derecho, se publican artículos y libros en los que la historia de la catolicidad se reduce a un revoltijo de cuentos folclóricos que habría tenido a la humanidad en las tinieblas de la superstición durante siglos, causando discriminaciones, persecuciones y delitos.
Para intentar dar respuesta a todas estas acusaciones, y sobre todo para proporcionar un análisis de cuanto ha contribuido el cristianismo al desarrollo de la civilización, se ha publicado en Italia "Indagine sul cristianesimo. Come si costruisce una civiltà" (Investigación sobre el cristianismo. Cómo se construye una civilización), de Francesco Agnoli.
Profesor de Liceo, Agnoli colabora con Il Foglio, Avvenire, Il Timone, Radici Cristiane y Radio María. Es autor de diversas publicaciones, entre las cuales: Storia dell'aborto nel mondo (Historia del aborto en el mundo), 1968 y La liturgia tradizionale; Dio, questo sconosciuto (Dios, ese desconocido) y Chiesa, sesso e morale (Iglesia, sexo y moral); Roberto Grossatesta. La filosofia della luce (La filosofía de la luz). Para Piemme ha publicado Perché non possiamo essere atei. Il fallimento dell'ideologia che ha rifiutato Dio (Por qué no podemos ser ateos. El fracaso de la teología que ha rechazado a Dios).
En la presente obra resume los muchos méritos del cristianismo, desde la protección de la infancia a la abolición de la esclavitud, de la lucha contra la magia a la revaloración de la figura y del papel de la mujer, del compromiso por la justicia social a las luchas por los derechos de libertad y representación política, de la promoción de la instrucción a la fundación de hospitales y obras sociales, hasta las más recientes batallas a favor de la vida y de la familia.
¿Cuáles son según usted las palabras, las historias y las ideas mostradas por Jesucristo que han tenido influencia directa en el desarrollo de la civilización?
Toda la vida de Jesús ha tenido una influencia enorme sobre nuestra historia. Baste pensar en la idea de la Sagrada Familia: durante siglos hemos considerado que un padre, una madre y un hijo fuesen la familia ideal. Ni poligamia, ni servidumbre de la mujer, ni cerrarse a la vida...
Después de dos mil años de cristianismo, hoy se pregunta si un hombre y una mujer sirven para formar una familia o basta con dos hombres; se pregunta si la vida de los hijos es aún sagrada o se somete al capricho de los padres...
Basta mirar un cuadro de la Sagrada Familia para comprender qué es lo humano, qué corresponde a nuestra naturaleza y qué no. Cristo nos ha enseñado ante todo a ser verdaderos hombres, y como tales, criaturas cuya dignidad deriva de ser hijos de Dios. Nos ha enseñado el valor de la Verdad y el de la Caridad.
Hoy muchos periódicos hablan de la Iglesia católica como de una banda de pedófilos, pero usted sostiene que en la historia los cristianos se han distinguido por su incansable defensa de los niños desde su concepción, han luchado contra el infanticidio, han construido escuelas, orfanatos, hospitales...
La Iglesia ha inventado los orfanatos, los hospitales, el mismo concepto de dignidad humana. En lo que respecta a los niños, nuestra Fe nos enseña que Dios mismo se hizo niño. Esta idea ha cambiado la historia de la infancia: en el mundo pagano antiguo, pero también hoy en el mundo no cristiano, matar a los niños ya nacidos era considerado lícito, normal. En la antigua Roma el padre tenía derecho a reconocer o no al hijo; si no lo hacía lo abandonaba a las bestias, a la muerte, o dejaba que fuese hecho esclavo por algún otro.
El mito de Rómulo y Remo y el de Edipo nos dicen, naturalmente junto a las fuentes históricas, que la exposición a la muerte de los niños, de los enfermos, de los no queridos, de los temidos por supersticiones diversas, estaba muy difundido. El primero en considerar el infanticidio un delito será Constantino, el emperador convertido.
Hoy, donde la pérdida de la fe caracteriza cada vez más a nuestra sociedad, también se pierde la sacralidad de la vida: pienso no sólo en el aumento de la pedofilia en toda la sociedad, que data de los años sesenta, es decir de la llamada revolución sexual, sino en la cada vez mayor difusión del aborto, incluso en los últimos meses de gestación, o en la eutanasia de los niños en Holanda... o también en la plaga de divorcios, cuyas verdaderas víctimas, millones cada año, son los hijos.
¿Cuáles son según usted las principales contribuciones a la civilización aportados por la cultura y la fe cristiana?
El cristianismo ha cambiado la condición de la mujer y de los niños; ha traído el concepto de libertad: en el mundo romano más de la tercera parte de la población era esclava, y podía ser matada, marcada al fuego, quemada... Puso fin a los juegos de los gladiadores, es decir, a miles y miles de personas sacrificadas en los circos y anfiteatros a los infiernos y a la gente que aplaudía; sustituyó los sacrificios humanos, presentes en todas las religiones del mundo, con el divino sacrificio de la Misa; creó la institución del hospital, contribuyó al nacimiento de las universidades y del pensamiento científico; generó la mayor parte del arte, del que nuestra Italia es el depositario privilegiado...
¿Qué le falta a la Iglesia hoy para dar a conocer las razones de la fe católica y renovar la sociedad con el humanismo cristiano?
A la Iglesia de hoy le faltan ciertamente los santos, los hombres enamorados de Cristo que han formado la historia de nuestra civilización, aunque en los libros de historia no aparezcan con frecuencia. En el libro narro muchas de estas historias de grandeza humana, nacidas del amor por Cristo y de una visión sobrenatural de la realidad. El cristianismo de hoy es muy poco espiritual, muy horizontal, humano, terriblemente condicionado por las ideologías utópicas de los siglos XIX y XX. Es un cristianismo que no apasiona porque le falta a menudo el empuje, la generosidad, la confianza en la Gracia y en la grandeza de Dios.
¿Por qué en el periodo posterior al Concilio Vaticano II una parte de la Iglesia católica parece haber tenido miedo de hacer apologética?
Porque se ha querido dialogar con el mundo, ponerse al día, conformarse al mundo. Pero como escribía Chesterton, el mundo no necesita una Iglesia que se mueva tras él y con él, sino de una Iglesia que mueva al mundo, lo vivifique y lo empuje al Bien, a lo Verdadero, al único fin del hombre que es la salvación eterna.
[Traducción del italiano por Inma Álvarez]
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